Opinión

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¿Ser valiente es un valor consciente o un acto irreflexivo?

Publicado: 03/06/2025 ·06:00
Actualizado: 03/06/2025 · 06:00
  • Imagen del libro 'Quiero morir por algo', de Joseba Elosegi, que muestra al autor cuando se quemó a lo bonzo (1970).
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A los valientes en el campo de batalla, resulten vivos o muertos, se les condecora y adquieren un puesto de honor. Las historias nacionales los glorifican y les rinden homenajes. En algunas revistas de los ejércitos se compara el número de los héroes con el de los desertores y el saldo es a favor de estos últimos. Ser valiente es arriesgar la vida, superar el miedo y actuar con firmeza ante el enemigo. En general, son pocos los que arriesgan su vida en la lucha frente a una situación de peligro, ya que el instinto de sobrevivencia está siempre presente en los contendientes a sabiendas que se puede morir. Solo en determinadas formaciones militares se asume teóricamente la muerte como un elemento principal de reconocimiento. 

La Legión española o francesa declaran la gloria de morir por los valores defendidos. No es casual que uno de los himnos legionarios se titule El novio de la muerte con una narrativa que entronca con los cantares medievales y la exaltación de la audacia ante la batalla. Ya el legionario declara que quiere buscar la muerte para unirse con su amada. "si algún día Dios te llama/ Para mí un puesto reclama/ Que a buscarte pronto iré".  Es decir, como una manera de no temer la muerte ante la desgracia de su suerte que le "hirió con zarpa de fiera", y por unirse con su compañera se hizo "novio de la muerte".  Por sus circunstancias “avanzó y, sin temor al empuje del enemigo exaltado, supo morir como un bravo". 

Los que se queman como inmolación, a lo bonzo, como un acto de protesta como aquel vasco, Joseba Elosegi, un nacionalista, antiguo gudari, que se tiró del frontón de Anoeta en el partido inaugural del IV Campeonato Mundial de Pelota Vasca el 18 de febrero de 1970, presido por Franco, gritando "Gora Euskadi askatuta". Salvó su vida y fue condenado a siete años de cárcel. Fue senador por el PNV y publicó un libro: Quiero morir por algo. En el fondo, parecido al legionario de la canción. Y a su muerte en 1990, el Ayuntamiento de San Sebastián (Donosti), con la abstención del PP, denominó el mirador del alto de San Bartolomé con su nombre.

La valentía no es solo un tema de la guerra se extiende también a comportamientos personales cuando alguien defiende sus creencias o valores por encima de las normas dominantes y a costa de su propia vida. En esa situación de los mártires religiosos o de los regímenes políticos totalitarios que obligan a creer en determinadas teorías o convicciones. También quienes se enfrentan a situaciones de injusticia y discriminación como Martin Luther King por los derechos de igualdad o Nelson Mandela contra el apartheid. Y después existen valentías de segundo grado cuando alguien denuncia irregularidades, maltratos o corrupciones en las que se puede correr riesgos personales de todo tipo en ambientes incomodos para los denunciantes. Además situaciones en que intervenir en un conflicto puede peligrar la propia integridad y ha habido casos donde se ha perdido la vida por mediar. Y eso socialmente provoca inhibición por encima de los valores morales. Puede incluso abarcar a profesiones de riesgos como la de los rescatistas que ayudan a personas o animales en peligro y arriesgan su propia vida.

Existe también valientes falsos, impostores de la valentía, que se presentan así mismo como su valedor: "Yo siempre digo lo que pienso, pese a quien pese, y nada me callo", pero sin riesgo para su persona y sin contar que la convivencia ha de contar con la prudencia. En general, los actos de valentía caen en una acción instintiva que se hace racional a posteriori pero que casi siempre condicionados por valores culturales o personales.

          

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