El plazo de entrega de este artículo expira hoy. Hoy, exactamente, es 26 de febrero. La celeridad con la que debo llenar el Word en blanco es proporcional a las ganas de hacer un análisis de las estrategias de comunicación de Presidencia para salvar a Carlos Mazón de la hoguera política; pero, como la actualidad devora cada episodio con enorme celeridad, modifico el trayecto y me adentro en uno plagado de pensamientos desordenados y pegajosos. Más bien, tribulaciones. El caso es que estaba pensando en aquella idea que surgió durante el confinamiento. La de «saldremos mejores» que, para más inquina, tenía su propia banda sonora. La que miles de ciudadanos entonaban como una suerte de himno de resiliencia: Resistiré.
Saldremos mejores como sociedad apuntaban sesudos cuñados o expertos en todología a través de medios de comunicación varios.
No. No salimos mejores. Lo único bueno es que se desnudaron nuestras debilidades. Lo mejor, aunque parezca contradictorio, que la salud mental empezó a dejar de ser tema tabú. Pero poco más. Por no aprender, ni aprendimos que si tenemos un gripazo lo mejor es quedarnos en casa para evitar contagiar a las personas que trabajamos. O solo para cuidarse.
Viene esto al caso de la Dana del 29 de octubre. De la puta Dana. Son hechos poco asimilables entre sí. Un virus contra una adversidad meteorológica. Con el terrible denominador común de la desgracia en forma de víctimas. El paralelismo, cogido con pinzas, llega al lado derecho de mi cerebro tras escuchar, sobresaltado, una conferencia de Carlos Mazón Guixot. El, hasta el momento de esta crónica, todavía, president de la Generalitat. Abro paréntesis. Entiendo que será fulminado por la maquinaria de Génova antes o después, quién sabe si una vez se aprueben los presupuestos autonómicos y acierten con la sustituta o sustituto, o aquella o este acepten el marrón. Cierro paréntesis.
El caso es que Mazón, en uno de esos desayunos informativos en los que el invitado suele salir bien parado —que no fue el caso—, tuvo la ocurrencia de acusar a la izquierda de instrumentalizar el dolor y utilizar la gestión de las inundaciones para sacar rédito político, como sucedió en el Prestige, el 11-M o la pandemia. Sin despeinarse ni sonrojarse. De buena mañana. Sin anestesia y sin Arrancaora de por medio.

- EFE
Más allá de que Mazón obviaba que, en las dos primeras crisis mencionadas, su partido la lio parda, y lo de la tercera es para sentarse a hablarlo con detenimiento, lo cierto es que ese y otros exabruptos del jefe del Consell demuestran que de la covid no salimos mejores, sino que lo hicimos más encabronados, y con representantes políticos indignos. No lo digo solo por Mazón, que también, sino de tantos otros, que la lista es larga y en el Congreso hay decenas, como también los hay en el Consejo de Ministros.
Pero volviendo al presunto hilo argumental. Lo que quería vomitar en estas líneas tenía que ver con lo de «saldremos mejores». (Aunque esto tiene un matiz que luego, en mi defensa, aclararé).
Porque, uno cree que, o considera que, una vez han pasado cinco meses de la salvaje Dana, es flipante que ningún representante de la administración autonómica ni de la central haya transmitido, en voz alta, con determinación, un mensaje institucional, y ponga los puntos sobre las íes. Algo así como… «Señoras, señores, vamos a hacer las obras hidráulicas que no hicimos hace veintitrés años, las que bajo los mandatos de Rajoy y Sánchez no se han hecho. Las del barranco del Poyo, las del otro, vamos, todas. Nos va a costar un pastizal, pero no tanto como el que tendríamos que soltar si viene otra Dana como aquella. Por no hablar de los fallecidos». Y el líder, el del mensaje institucional, se envalentonaría, se agarraría fuerte al atril y no hablaría de reconstrucción ni de rehabilitación. No. Hablaría de cumplir la normativa vigente. La de no construir en zonas inundables, como se ha ido haciendo desde principio de este siglo cuando se identificaron esas zonas. Qué cosas.
Pero no tenemos estadista al que aferrarnos No hay líder que, desde el primer día, se arremangara y hablara claro. Porque, aquí, desde el minuto uno, nadie dijo que esto iba a ser muy jodido, que íbamos a tardar años en recuperarnos y que haría falta una repensada a nuestra forma de vivir.
Que la población nos tiene que dar de comer aparte, también. A muchos.
Y ahí viene el matiz en mi defensa, y en la de la humanidad. De la Dana no «saldremos mejores», pero los buenos salieron durante los primeros días. Los que llegaron antes que el ejército. Los voluntarios. Y los que no lo eran, los que salvaron vidas aquella noche, con uniforme y sin uniforme. Algo de esperanza hay.
