Comencemos por el principio. Imagínense a dos jóvenes de veinte y veintidós años, chefs, que se han formado en cocinas como las de Ricard Camarena, pero que un día deciden tomar las riendas de la suya propia —pongamos esto en letras grandes SU COCINA—, que saben lo que quieren perfectamente y que eligen trasladarse para desarrollarla desde Valencia a Huerta del Marquesado, un pueblo de menos de doscientos habitantes, a 1.257 metros de altura, en plena Serranía de Cuenca, uno de esos pueblos con lavadero, días de heladas y nieve, manantiales, infinidad de bosques y aire puro, calles estrechas, horno de leña…
Imagínense a estos dos chefs, Álex Paz y Olga García, tres años después, cuando ya han transformado un bar de pueblo, el que fuera de la familia de Olga, en un restaurante de alta gastronomía, donde ofrecen dos menús, el Síntesis, de siete pases y el Fuentelgato, de doce, sustentados por productos de temporalidad la mayoría de las veces, siempre excelentes, traídos hasta aquí por proveedores de diversas partes de España, dos chefs que se centran en las verduras, los pescados y la carne de caza (cuando la haya, claro) y que, tres años después, ya han hablado de ellos en numerosos medios (no voy a aburrirles con nombres, los referentes) y que han visto como semana tras semana reciben comensales de, por ejemplo, Madrid, Cuenca y Valencia.