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plato de la semana

Salazones en el El Mesó

  • Eva Máñez
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El poder de devolverte a un lugar y a un momento del pasado (casi siempre feliz), no es exclusivo del chispazo sensorial de un olor inesperado o una canción olvidada. Los sabores, y algunos platos, también funcionan como una puerta evocadora de las personas que ya no están pero fueron decisivas.

Los salmonetes, un buen tomate en verano, la escarola en diciembre, el lomo de orza, al tonyina de sorra, las castañas heladas... Son platos que a mi padre le encantaban y que yo muchas veces pido en un restaurante para volver a esa cena en familia o ese instante en la cocina en que se le iluminaban los ojos mientras los limpiaba o los preparaba.  Me ocurre lo mismo con los salazones. Me recuerdan a él. 

Sé que habría disfrutado mucho con los de este bar en el centro de Nazaret. Estoy segura que habría hecho buenas migas con Pedro y de que les habría hablado a su amigos de "ese bonito, esa mojama, las huevas de maruca, mújol y atún", que hay que comer, siempre, en el sentido de las agujas del reloj.  La calidad es extraordinaria, pero imaginármelo a mi lado,  cogiendo y comentando cada uno de los salazones... eso es impagable. 


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