València

EL CALLEJERO

Damián, el activista LGTBi que es todo un pionero

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El box de Crossfit Valencia está abierto de par en par. Dentro, unos pocos usuarios hablan en un corrillo. Nadie entrena. Será por la hora. Son las 11 de la mañana del día de san Juan. Dentro huele a goma y suenan como reactores unos grandes ventiladores que casi parecen turbinas de avión. Junto a las paredes, los discos de diferentes pesos, mancuernas y pesas rusas, las ‘kettlebell’, de varios colores. También hay barras y anillas y espejos. Pero, en general, es un gimnasio bastante espartano. Damián López acaba de terminar su entrenamiento. Este hombre de 37 años parece el Madelman gay con los calcetines, la camiseta y la pulsera con los colores del colectivo LGTBi. 

Damián es un destacado activista LGTBi en València. Ahora trabaja para la delegada de Gobierno, Pilar Bernabé. A este mundo llegó de rebote. Él era taekwondista de élite y representaba a Argentina, su país de nacimiento, en competiciones internacionales. Pero la vida le fue llevando y un día Ximo Puig, cuando era presidente de la Generalitat, le dio una oportunidad y metió la cabeza. Ya no compite, pero Damián mantiene la disciplina de ir a entrenar cada día. En el deporte aprendió a parar los golpes y en la vida se los llevó por todas partes.

Él nació en Olavarría, en la provincia de Buenos Aires, pero a su familia no le iba bien en mitad de la crisis y dejaron Argentina para viajar, como otros tantos, a España. “Somos una familia migrada y muy humilde, pero gracias al deporte fue hacer muchas cosas en la vida”. Hay muchas heridas y muchas cicatrices dentro de Damián López. Algunas aún duelen. Otras ya solo son historia.

  • Damián junto con Diana Morant y Pilar Bernabé en el desfile del Orgullo en València. -

La familia se vino a Dénia por partes. Primero llegó el padre; luego, la madre, y, finalmente, los dos hermanos. Tiene solo once meses de diferencia y se llevaban a matar. El hermano de Damián le odiaba por ser gay y como los dos practicaban taekwondo, las peleas, según cuenta, se convertían en un ‘Mortal Kombat’ dentro de casa.

El taekwondo fue una imposición de su padre y, quizá, la primera grieta en su relación. A los cuatro ya empezó a practicarlo y hasta los 15 o 16 no perdía un combate. “Y a pesar de todo, a mi padre nunca le parecía suficiente. Jamás me felicitó. Él había sido taekwondista y pagó su frustración conmigo. Siento que, con él, gané un entrenador y perdí un padre”. A eso se sumaron las luchas fratricidas contra su hermano homofóbico. A los 16 años, harto, dolido, Damián se fue de casa con una bolsa y 20 euros en el bolsillo.

Un cáncer con 21 años

Se marchó de Dénia y se instaló en la habitación que le dejaron unos amigos más mayores que vivían en València. Acabó el bachiller gracias a que empezó a trabajar en un Burger King y entonces le surgió la posibilidad de volver a Argentina gracias a una beca deportiva. A Damián se le daba muy bien el taekwondo y comenzó a representar a su país de origen. Su vida no ofrecía descanso. Por las mañanas trabajaba en un banco, por las tardes iba a entrenar y por las noches estudiaba Ciencias Económicas.

  • Foto: KIKE TABERNER

Muchos días quedaba con los amigos y se dormía. La gente le decía que era porque no paraba. Un día apareció dormido en el salón de la casa de su jefa. Se hizo varias pruebas pero no salió nada. Más adelante, en una visita al médico por otro motivo, el doctor se le quedó mirando a este pibe de 21 años y le preguntó si sabía que tenía un bulto en la garganta. Damián dijo que no. Pero le mandó a hacerse pruebas y resultó que tenía un cáncer y que las probabilidades de salir con vida de esa enfermedad no pasaban del 30%.

No paró de hacer deporte y hoy defiende que es paliativo. El colmo llegó cuando uno de los mejores cirujano de Argentina, Pedro Saco, el mismo que operó a Cristina Fernández de Kirchner, la presidenta de Argentina entre 2007 y 2015, le dijo que, haciéndole un favor, podía intervenirle al sábado siguiente. Damián le dijo que no podía, que tenía campeonato. El reputado especialista no se lo creía, pero el joven le convenció para que se lo retrasara una semana y, a cambio, él le prometía llevarle una medalla si ganaba. Una semana después, Damián le regalaba una medalla de plata antes de entrar al quirófano.

  • Foto: KIKE TABERNER

Durante todo el tratamiento, ya sin familia, se apoyó en sus amigos. “Especialmente en Mayra, una gran amiga, y su madre, que se convirtió en una madre para mí. Me hicieron un tratamiento radiológico y tenía que estar aislado 15 días. Entonces mis amigos me llevaban la comida cada día y me la dejaban en la puerta”. Damián se mantuvo muy entero durante toda su enfermedad. “Siempre he sido muy positivo. No lloré por el cáncer hasta que, pasados unos años, fui a una revisión y la médica me dijo que había pasado de un 30% de probabilidad de vida a un 70%. Lo dijo como si fuera un dato más y en ese momento se me empezaron a caer las lágrimas”.

Damián siempre se acostumbró a sufrir en silencio. “Soy muy resiliente y he aguantado pese a que a mí me ha pasado de todo. Yo he sufrido hasta un atentado de ETA”. Eso fue el 30 de diciembre de 2006 en la T4 del aeropuerto de Barajas, donde explotó una furgoneta que causó dos muertes y veinte heridos antes de que Damián volara a Buenos Aires para pasar la Nochevieja. “Ese día fue horrible. La T4 era nueva y mi exsuegra salió a fumar antes de despedirnos. Entonces se produjo una explosión tremenda. Los perdí y llegué a pensar que habían muerto. La gente tiraba los carros contra los cristales para poder pasar y como no había Policía bajábamos a las pistas de aterrizaje por las mangas. Hacía muchísimo frío”.

El pánico del vestuario

Damián se siente más español que argentino, pero en Buenos Aires conoció a una persona, un maestro de taekwondo llamando Alex Zlatar, que se convirtió en un padre. “Ël me animó a luchar por las personas de mi colectivo. A los 24 o así monté el primer grupo, que se llamaba taekwondo integrador e iba dirigido a gente con diferentes problemáticas. Tenía desde mujeres maltratadas a antiguos presos, de todo. Luego, al ver mi perfil, vinieron personas trans y gente de mi colectivo. Aquello se terminó convirtiendo en un espacio para personas del colectivo”.

Zlatar siguió motivándole y Damián López consiguió que la Confederación Argentina de Taekwondo creara un departamento de diversidad, el primero de todo el mundo dentro de una federación deportiva. “En cuanto me dieron el alta por el cáncer, regresé a España y formé el primer club LGTBi de taekwondo federado en todo el mundo: Samarucs. Venían muchas personas trans que estaban en su proceso de transición y muchas de ellas encontraron ahí una pasión. Una de ella, Brigitte Castellón, quiso competir y se convirtió en la primera de España en participar en competiciones oficiales. Le hicimos la ficha pero sin la certeza de que la federación fuera a dejarle participar. Me fui con la intención de pelear, pero me encontré a un presidente que lejos de enfrentarse a mí, me abrió las puertas y me propuso crear un espacio para atender a estas personas, y así fue como se creó en España el primer departamento de diversidad e inclusión desde la federación de taekwondo. Fuimos pioneros. Luego, gracias a esto, otras federaciones copiaron nuestro modelo”. 

Damián iba sumando un logro tras otro. El taekwondo le permitía crecer pese a que, desde pequeño, sintió el “pánico del vestuario”. El horror que experimentan muchos gays en estos espacios porque se sienten observados y, al mismo tiempo, temen que los demás piensen que ellos están mirándoles. “Yo no me he duchado nunca en mi vida en un gimnasio por ese pánico que tenemos las personas LGTBi de entrar en un espacio muy masculinizado donde ya entramos con ese juicio mental de qué van a pensar si los miramos. Cuando entro en los vestuarios noto que se giran o te vigilan porque se piensan, y es un mito, que a todos los gays nos gustan todos los heterosexuales. Y no, mira, tenemos nuestros gustos”.

  • Foto: KIKE TABERNER

Pero el taekwondo también le dio una seguridad que otras personas del colectivo no han tenido. “Básicamente porque sabía defenderme. Pero también los valores que me inculcó porque no me he peleado en la calle más de dos o tres veces. Me dio una capacidad intelectual porque en los espacios del taekwondo uno madura más porque respeta mucho a los mayores”.

Luego vinieron los Gay Games. “Ahí me contactaron para ver si quería ser el embajador y la imagen del proyecto. Entonces conocí a Pilar Bernabé porque en ese momento era la concejala de Deportes del Ayuntamiento de València. Nunca había pensado entrar en política pero en ese momento me llamó Ximo Puig como presidente de la Generalitat para preguntarme, cuando ya estaba en Londres, si pensaba que podíamos ganar y llevarnos los Gay Games. Yo le dije que sí y me ofreció ser el secretario para políticas LGTBi. Fue un poco raro para mí y le dije que yo nunca había estado en política, pero me convenció diciéndome que tenía que seguir haciendo lo que hacía: defender los derechos de las personas pero a una escala mucho mayor y que tenía la oportunidad de ayudar desde otro lugar”.

Una vida de 80 años

Ahora trabaja con Pilar Bernabé en Delegación de Gobierno, en políticas LGTBi.  Y en paralelo, tras ganar lo de los Gay Games, una asociación de San Francisco que se llama IAGLMA (International Association of Gay and Lesbian Martial Artists) le nombró director en España en la inclusión en las artes marciales. “He hecho carrera sin querer”, explica este hombre serio al que se le nota cierta desconfianza por todo lo que ha sufrido en su vida.

  • Foto: KIKE TABERNER

Damián recuerda que tuvo una infancia triste por todas las carencias que sufrió. “Desde lo afectivo hasta llegar a pasar hambre. De pequeño recuerdo haber pasado hambre, frío y mucha falta de atención por mis padres. Ahora mismo no tengo relación con mi familia y solo hablo con un hermano pequeño que tengo. Cuando yo me fui él era un bebé y me ha conocido por las redes sociales. La familia se volvió a Argentina y él se ha venido a vivir aquí conmigo”.

Damián López dejó Argentina en 2018 y volvió a València. El día que aterrizó en Manises, se fue a la plaza de la Virgen y en ese momento sintió que al fin estaba en casa. “Ahí me sentí en paz. Siempre me he sentido más español que argentino. Soy muy defensor de la cultura valenciana y siento que es mi lugar”. Ahora es feliz con su activismo en València. Es un hombre de 37 que, como le dice su abuela, Rosa, ha tenido la vida de uno de 80. “A ella todo el mundo la llama Chiquita y por eso me lo tatué en un brazo. Mi abuela siempre ha sido una gran protectora conmigo. Yo he vivido cosas que un niño no merecía vivir. Yo ya trabajaba de niño ayudando a mi padre en su empresa al salir de clase, antes de irme a entrenar”.

Esa vida le hizo más fuerte y ahora se planta y se rebela ante las injusticias que sufren los del colectivo LGTBi. “Nosotros estamos constantemente señalados y tenemos que esforzarnos el doble que los demás para conseguir todo lo que queremos. Nos tenemos que estar justificando por llegar a determinados lugares. Esa es una carga muy pesada. Muchos otros se han acostumbrado y piensan que es lo que hay. Aún tenemos que soltarnos de la mano en determinados lugares y hay gente que eso lo ha normalizado. Se han confundido derechos con privilegios”. Él no. Damián es un luchador. Su última conquista, también pionera en España, fue lograr que la federación cambiara el nombre de la titulación de una taekwondista trans, Andrea, una mujer que ha sufrido mucho y que le contactó, como muchas otras personas del colectivo, por las redes sociales. Damián siempre intenta ayudarles, tenderles la mano que a él le retiraron.

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