València

'Tecnología' fallera para revolucionar la cabalgata fluvial de un pueblo de Asturias

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VALÈNCIA. Las últimas Fallas, a punto estuvo de desembarcar en València una delegación asturiana dispuesta a dejarse impresionar. No, no eran turistas al uso como los cientos de miles que visitan el Cap i Casal por las fiestas grandes. No pretendían quedarse en el olor a pólvora y a churros, el free tour o el superficial itinerario por las principales comisiones, no. Se trataba de una expedición de carácter didáctico, casi magistral, para aprender un poco sobre 'tecnología', la que permite a los artistas falleros construir semejantes monumentos, muchos con formas imposibles, y con tales acabados, exquisitos para una fiesta folclórica asturiana que necesita bajar 'ninots' en embarcaciones por el río Nalón. Este sábado volvió a ocurrir en su edición número 56.

Desde hace ocho años, el Descenso Folklórico del Nalón y las Fallas han fraguado una estrecha pero todavía desconocida relación de colaboración, unidas por el trabajo artístico y el conocimiento compartido. La fiesta asturiana, celebrada el tercer sábado de cada agosto en el concejo de Laviana, es una suerte de cabalgata que acaba en el agua y en la que los monumentos son los protagonistas.

Ataviados con disfraces, miles de participantes agrupados en peñas llevan sus embarcaciones temáticas como pueden. Como pueden porque están prohibidos los motores: muchas llevan ruedas. Y porque, al acabar la cabalgata, han de tirarse al río para ejecutar el descenso con miles de kilos a rastras y la mayor pericia posible, domando fuertes corrientes e incluso levantando las embarcaciones para superar los tramos más empedrados.

El itinerario son más de 3 kilómetros, de los cuales 1,2 se hacen en el agua y es una auténtica "odisea", como reconoce Roberto Morán, el presidente de la Asociación del Descenso Folklórico del Nalón. "Los comentarios más habituales el domingo post-descenso son sobre los renegrones, los golpes y las torceduras del día anterior", explica en tono de humor Morán, cuyo resumen para dummies de la fiesta es bastante clarificador: "Cuando me pregunta gente de fuera, yo siempre les digo lo mismo: son como unas fallas de Valencia pero que van a bajarse por el río".

  • El Descenso este sábado. Foto: Birgit Aun

Eso, al fin y al cabo, es lo que la hace especial, divertida y tan atractiva para los visitantes. La dificultad que entraña y la necesidad de construir embarcaciones más estéticas pero también más funcionales y resistentes es lo que llevó a los organizadores del Descenso a fijarse en las Fallas dos o tres años antes de la pandemia. Desde entonces, se han desplazado hasta allí los artistas falleros Ximo Esteve y Ramón Espuig, para impartir cursos, desplegar el know-how fallero y colaborar en la construcción de las embarcaciones en una revolución que ha mejorado sustancialmente el espectáculo.

"Siempre vimos que nuestro referente eran las fallas en cuanto a aspecto exterior", reconoce Morán, según el cual los muñecos que hasta ese momento se diseñaban en Laviana "eran muy pobres" mientras que los que hacían los artistas falleros "tenían un gran acabado". "¿Cómo lo harán?, nos preguntábamos", relata el presidente de la Asociación, quien explica que fue ese "afán por mejorar" el que llevó a los organizadores de la fiesta a contactar con los valencianos. Desde el uso de los materiales de los muñecos hasta las mejoras estructurales de las embarcaciones han permitido construcciones no sólo más estéticas sino también más monumentales y resistentes. No hay que olvidar los vaivenes y golpes que han de soportar.

  • El Descenso este sábado. Foto: Birgit Aun

Hasta hace pocos años, el hierro, la madera, el alambre o incluso la escayola eran los materiales utilizados para la construcción y el diseño de las figuras, que además se elaboraban con métodos desactualizados. "Se utilizaban tecnologías antiguas, caras, poco prácticas y lentas", explica Estevez, que lleva una semana en Laviana ayudando en la construcción del monumento de una de las 42 peñas participantes. Lo hace gratis, con el viaje y el alojamiento pagado. Con los nuevos métodos, dice en clara hipérbole, "descubrieron las américas". Nuevas técnicas de corte y la aplicación de materiales más baratos y manejables han transformado la fiesta: "Ahora no tiene nada que ver con lo que se hacía antes". Algo en lo que conviene Morán, quien asegura que poco a poco van aumentando las embarcaciones tanto en tamaño como peso.

El artista fallero admite que, en un principio, pudo haber "un poco de polémica" con su llegada. "Parecía que viniéramos a hacer intrusismo", dice, pero nada más lejos de la realidad. "Estamos colaborando y ahora la gente en general está muy contenta porque ha visto que la evolución ha sido muy buena", explica al respecto. Otro de los obstáculos también era la resistencia al cambio porque, como suele ocurrir, "hay gente que se niega a la evolución, como pasó con las fallas con la intrudiccón del corcho". Al final, sin embargo, la integración está siendo bastante positiva: "La gente trabaja y viene a pasárselo bien, no puede estar todo el día trabajando para hacer las embarcaciones, y antes la forma de trabajar era muy complicada".

  • Trabajos de montaje durante esta última semana. Foto: VP

Lo cierto es que el trabajo de diseño y elaboración en la fiesta de Laviana se hace mucho más rápido. "Las fallas son gigantes comparadas con lo nuestro, no es lo mismo hacer cinco figuras que hacer las fallas", reconoce el presidente de la asociación. De ahí que los plazos sean mucho más escuetos: las peñas empiezan con el diseño en marzo, apenas cinco meses antes; después se lleva a cabo la renderización de los proyectos, y los "trabajos reales" de construcción y montaje empiezan el 1 de julio. En poco más de mes y medio, las embarcaciones deben estar listas, pensadas con una base metálica con ruedas, para el trayecto en carretera, y con otra base para su desfile por el río, a prueba de golpes y zarandeos.

Las peñas han de procurar que sus obras no lleguen con desperfectos al final del recorrido, pues este es uno de los criterios que se utilizan para otorgar la puntuación final, además de otros como el diseño, las proporciones, la espectacularidad, el colorido, el ambiente festivo o la originalidad. Todo suma para el jurado, y la peña vencedora se lleva el premio mayor de la fiesta, la conocida Sopera -una imitación de la “ensaladera” de la Copa Davis-. En este caso, no es como las Fallas, pues no hay un premio económico. "Las peñas decidieron en su día por unanimidad prescindir de premios económicos", explican los organizadores.

  • El descenso este sábado. Foto: Birgit Aun

Con la mejora de las embarcaciones y la profesionalización de la fiesta, "se está consiguiendo que la gente se empiece a picar y se vean cosas muy interesantes", asegura Esteve, quien celebra que se haya convertido "en algo de interés nacional". De hecho, su organización no es nada sencilla debido a la gran afluencia de visitantes, que se cifran en cerca de 80.000 personas, seis veces más que la población del concejo, a los que hay que sumar los cerca de 7.000 participantes en el desfile.

Para ello, la Asociación del Descenso del Nalón ejerce un papel entre las peñas, el ayuntamiento y la Confederación Hidrográfica del Cantábrico (CHC), con la que desde hace más de dos décadas se acuerda la apertura controlada de dos embalses ubicados en la zona alta del río para que cuente con flujo suficiente para la fiesta. El agua es, de esta manera, la otra protagonista del descenso, y no solo como 'materia prima': el tiempo, en muchos casos, no suele acompañar. "La lluvia es bastante frecuente, antiguamente los viejos decían que el 1 de agosto en Laviana es el primer día de invierno", señala Morán. De ahí se sacó una frase que, al final, se ha convertido casi en un eslogan: "¡Y si llueve, que llueva!". Este sábado, por suerte, no llovió.

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