València

EL CALLEJERO

Vera, la amazona que cabalga en Pinedo

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Vera llega en un Suzuki Vitara que arrastra un modesto remolque con una lona verde y unas letras blancas: Hermanos Piquer. Beniparrell. De dentro salen dos caballos. La yegua, Lluvia, es la montura de Vera; Ícaro, la de su prima. La joven, 24 años, primero la acaricia y luego la amarra al carromato para vendarle las patas delanteras. Es día de carreras y hay que cuidarla. El animal hace rato que intuye que es una tarde diferente. Por el bullicio de coches, personas y otros caballos que avanzan mientras sus amos tiran de ellos de las bridas. El cielo está encapotado y sopla una brisa que minimiza esta ola de calor insoportable a una hora del inicio de las ‘Corregudes de Joies’.

La amazona dice que cuando compraron su yegua ya se llamaba Lluvia y nadie le explicó por qué le pusieron ese nombre, pero luego comentará que ella sospecha que era la época en que se estrenó ‘Spirit’, una película de animación en la que sale una yegua que se llama Lluvia, y deduce que viene de ahí. Los caballos son la pasión de Vera, que los lleva en el coche, tatuados en el antebrazo y colgando, pendientes con forma de herradura, de los lóbulos de las dos orejas.

  • Foto: KIKE TABERNER

Hay bastante público en la playa de la Creu de la Conca, una cruz de 1496 que parece ser que marcaba el punto donde desembarcaron las tropas de Jaume I en el siglo XIII. Vuelan las gaviotas y los drones, y al fondo, ya en el mar, unos pocos veleros surcan la bahía por delante de los cargueros que hacen cola frente al puerto. A la izquierda despuntan los mástiles desnudos de los barcos amarrados en el Club Náutico.

Vera explica que lleva cinco años corriendo en Pinedo con Lluvia, una yegua castaña de la raza cuarto de milla (Quarter Horse). “Es una raza que viene de América. Allí se usa mucho para hacer exhibiciones tipo películas de western. No es una yegua tocha, pero aún así se le notan los músculos”.

Su familia tiene una cuadra en Santana, pero ellos viven en Massanassa. Los Piquer siempre han estado rodeados de caballos. “Yo aprendí antes a montar a caballo que a caminar. Cuando mi padre tenía 12 o 13 años ya corría. Antes había más sitios para correr: Pinedo, Tavernes, Beniparrell… En muchos pueblos”. Vera dice que nunca le han dado miedo y que a los 17 años ya estaba cabalgando sin montura y descalza sobre la arena de Pinedo. Un sprint de 700 metros que estos velocistas equinos recorren en poco más de 10 segundos.

  • Foto: KIKE TABERNER

A ella le encantan estos días de agosto en los que se celebran las ‘corregudes’. "Aquí se vive mucha emoción. Ahora no podemos venir de normal, y a los caballos les gusta la playa, así que aprovechamos. A mi yegua le encanta correr y a mí también, así que disfruta ella y disfruto yo. Correr sin montura tiene lo suyo. La primera vez da un poco más de miedo, pero luego le coges el tranquillo. Aunque siempre existe el temor de qué va a pasar”.

Una caída dolorosa

La amazona dice que se ha caído alguna vez. En Pinedo, solo en una ocasión. “La yegua se me fue y me caí de culo”. Peor fue la caída que sufrió hace año y medio. Ese día se rompió una pierna y aún anda algo renqueante. La lesión le impidió competir en 2024. Este año le ha tocado a su padre ver las carreras desde la arena. Su caballo se murió hace mes y medio y se quedó triste y sin montura.

Los caballos relinchan y, mientras, van llegando familiares que acuden a darle dos besos. Vera empieza a prepararse. Primero se pone la blusa y el pantalón blancos. Luego se acerca un familiar, le coloca el pañuelo en la cabeza, cubriendo su melena negra, y le hace un nudo por detrás. Otra persona le enrolla el fajín rosa a la cintura. Ya solo falta colocarse el número 4 con unos imperdibles y llevar a Lluvia hasta la salida. Su prima se monta encima de Ícaro para sacarlo de la zona de los remolques y Vera, en cambio, lo lleva de la mano. Luego tampoco se subirá para sacarlo en el paseíllo previo a las carreras. “No le gusta. Se pone nerviosa. Por eso no salimos”.

  • Foto: KIKE TABERNER

Suena de fondo la música del tabalet y la dolçaina. Los bañistas empiezan a abandonar la playa y se cruzan con los jinetes. Igual que los días de la Semana Santa Marinera, está lleno de fotógrafos aficionados que juegan a ser artistas. Algunos acompañantes llevan neveras de las que empiezan a salir botellines de cerveza para suavizar la tarde. El público se agolpa alrededor de la meta, pero las carreras se cuecen en la salida, donde los caballos se ponen nerviosos cuando les llega su turno. Muchos, asustados, intentan escapar y muchas veces a los jinetes les toca subirse a su lomo y arrancar de inmediato porque no aguantan ni un segundo quietos.

Uno de los organizadores grita el nombre de Lluvia y el de Recital, un caballo inglés con una estampa imponente. Su jinete, sabedor de que lleva un Ferrari, deja salir primero a su rival para no librar un pulso desigual. Aquí no hay apuestas y lo más importante es dar un bonito espectáculo. En cuanto arrancan entre el pasillo que forman los espectadores desde los flancos, hay personas que empiezan a chillar de pura emoción. Desde la salida, la gente que va con los jinetes y las amazonas estira el cuello para intentar ver quién ha cruzado primero la llegada. No parece que importe demasiado el resultado.

El cielo está gris y por un momento parece que va a llover. Por detrás de las vallas pasa gente de todo tipo: un hombre lleva un carrito tirado por un poni, una mujer pasa con un colorido guacamayo, los padres hacen posar a los niños con los caballos y otros pasean sin más con sus perros cogidos con una correa.

La tensión de la salida

Vera trabaja en un gimnasio y en cuanto ha salido se ha ido a por Lluvia. A ella le encantaría trabajar con caballos, pero no encuentra cómo. En la salida, a ratos, se queda pensativa mientras sujeta a su yegua. Su novio llega, le da un beso y luego le deja su espacio. Es su momento. Ella sabe que la salida es un trance. “Antes de las carreras hay mucha tensión y los caballos se ponen nerviosos. Ese momento es el decisivo porque una décima que salgas más tarde igual tienes ya las de perder. Como los caballos están nerviosos, no sabes si vas a poder salir bien, si se va a girar o si te vas a ir hacia el público. Luego sí te da tiempo a ir controlando. Las manos van en las riendas y al mismo tiempo tiran de la crin para no salir volando. Haces mucha fuerza con los muslos y con los gemelos los vas subiendo para ir equilibrándote y que la yegua vaya notando si va a una mano o a otra”.

  • Foto: KIKE TABERNER

El resto del año no hay carreras. Solo salen de paseo o trabajan en la pista. “También tenemos los San Antonios, en enero y febrero. Todos los domingos hacen como romerías, vas por los pueblos y el cura bendice los caballos. Pero yo monto prácticamente todos los días”. Este año les han obligado a ir vestidos de saragüell. A Vera no le convence. “Queda bonito pero no es cómodo. Con el calor que hace es incómodo ir en manga larga, con un fajín y un pañuelo en la cabeza. Pero es lo que hay”. También lleva, como toda la gente de su edad, las muñecas llenas de pulseras. Ella las tiene también como un amuleto. “Una es de la Virgen del Rocío. Una de mi tía, otra de mi padre y esta otra de un cliente en el trabajo”.

Vera y Lluvia se preparan para una segunda carrera. Como no llevan la silla de montar ni estribos, apoya una pierna en los brazos de alguien que le ayuda para elevarse y la otra la pasa por encima del lomo. La joven de 24 años está concentrada, pero se le ve feliz. Lluvia tiene 21 años y está en plena forma. A la yegua más vieja que tenían la tuvieron que sacrificar con 37 porque se cayó y no se podía levantar. Salta a la vista el vínculo que se crea entre yegua y amazona. Después de correr la segunda carrera, Vera se quita el pañuelo y anuncia que las seis amazonas van a salir a la vez para disputar la última carrera de la tarde. Se le nota contenta y también orgullosa. No se olvida que cuando empezó, estaba ella sola y que, poco a poco, año tras año, fueron incorporándose otras chicas. Eso es lo que más le gusta. Ese mundo es su mundo. “Me flipan los caballos: son mi vida”.

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