Inolvidable este fin de semana de concesión del doctorado honoris causa por la Universidad de La Rioja al científico y emprendedor Javier García. El suyo fue un discurso para enmarcar, absolutamente obligatorio para cualquiera al que le interese la innovación. Imprevisible, por tanto.
“Allí estaba yo en Boston, sin conocer a nadie, sin contactos, ni recursos, con una beca que apenas cubría mis gastos, creando una empresa para cambiar el catalizador que se utiliza en el mayor proceso petroquímico del mundo. ¿Se puede ser más inconsciente?"
Alguna bomba de profundidad en referencia a la situación actual: “no hay lugar en España que me resulte extraño, indiferente, o ajeno”. Pero nada podía ensombrecer su alegato por la ciencia y el emprendimiento: “Si queremos ser un país mejor, más competitivo y dueño de su futuro, y no un país subalterno y accesorio que depende de que inventen otros, debemos invertir no solo en ciencia, sino en los científicos, especialmente en los más jóvenes. Dedicarme a la ciencia ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida”.
Un discurso maravilloso que puedes leer aquí. “Necesitamos, no solo más ciencia, sino mejores personas y líderes que piensen antes en los demás que en sí mismos”. Y añade: “Gracias, muchas gracias a todos los que se atreven a hacer lo que otros consideran raro, inconveniente, equivocado, improbable, o simplemente imposible. Gracias a los que no se dejan desanimar por los agoreros, a los que construyen, inventan, crean, exploran, descubren y emprenden”.
En fin. Ese es el tema.
El fin de semana continúa con una excursión por La Rioja que acaba en una cena a la que varios de los invitados ya no alcanzan a asistir. En ella, tenemos la fortuna de compartir confidencias con Margarita del Val, científica del CSIC y referente en la lucha contra la covid-19 en España. No referiré el contenido de la conversación, que fue privada, obviamente. Se podría decir que lo que pasa en Logroño, se queda en Logroño.
Sólo mencionaré mi sensación: quedó de manifiesto la impotencia del científico que tiene en sus manos una alerta demoledora y evidente y no encuentra canales, durante varias semanas, para comunicarla a la sociedad y conseguir que el político reaccione. Y mientras pasa el tiempo, la amenaza no deja de crecer. Pura desesperación.
Y un dato que no conocía e imagino que será público: cada semana, la incidencia del virus era 10 veces mayor que la anterior, de modo que, si damos por cierta la estruendosa cifra oficial de 30.000 muertes, hemos de asumir que haber confinado a la población una semana antes habría podido salvar 27.000 vidas.
Dice Margarita del Val que otros científicos viven hoy una soledad muy similar a la que ella experimentó en aquellos días terribles. El conocimiento actúa también, muchas veces, como una forma de castigo. La ciencia “es un camino arduo porque todos preferimos una mentira que nos reconforte a una verdad que nos desmienta y nos exija”, había proclamado el día anterior Javier García.
La investigadora del CSIC mencionó expresamente a un científico con evidencias sobre la mesa al que no se le está escuchando: Fernando Maestre, director del Laboratorio de Ecología de Zonas Áridas y Cambio Global de la Universidad de Alicante, Premio Nacional de Investigación 2022 en el área de Ciencias y Tecnologías de los Recursos Naturales.
Es mediático Fernando Maestre. Sus advertencias sobre el mal uso de los recursos naturales, especialmente el agua y el suelo, reciben titulares de manera habitual. Forma parte de ese 1% de científicos más citados del mundo y el Ministerio de Ciencia (que pierde la Innovación en favor de las Universidades, a ver eso cómo se come) le ha dado su máximo reconocimiento. Pero los políticos no acaban de asumir sus tesis.
No es conveniente dejar el mundo en manos sólo de los científicos, ni de los economistas, ni de los filósofos, ni de los psicólogos, ni de los profesores, ni de los empresarios, ni de los artistas, ni de los ingenieros, ni por supuesto de los políticos, ni de cualquier otro grupo de especialización que se nos pueda ocurrir. El futuro se construye con el diálogo. A cada espacio de conocimiento le corresponde una responsabilidad en la conformación de esa visión compartida. Pero el pacto es este: si ejerce esa tarea de forma eficiente, debe ser escuchado.
El documento Regional Vulnerability to the Green Transition, que firman Andrés García-Pose y Federico Bartalucci, y publica la Comisión Europea, es muy contundente al referirse al impacto regional de la transición energética. “Habrá ganadores y perdedores”, afirman, con regiones “menos desarrolladas, periurbanas y rurales del sur y este de Europa más expuestas a los cambios previsibles provocados por la transición verde”.
En toda la UE, las áreas metropolitanas representan el 55% del gasto y el 64% de la inversión pública en acciones climáticas y ambientales y concentran alrededor del 70% de todos los planes de acción ecológicos. “La transición verde puede redirigir las inversiones de capital hacia regiones y ciudades donde las condiciones previas en términos de infraestructura, habilidades y gobernanza sean más favorables”, apunta también el informe entre otras lindezas.
“Lo que pasa en la Antártida, se queda en la Antártida”, fue la frase con la que el genial Eugeni Alemany despidió una nueva edición memorable del REDIT Summit. Agotado, sin apenas haber podido dormir en dos días, con jetlag todavía tras el viaje desde San Francisco, el neurocientífico valenciano José Carmena, profesor en la Universidad de California Berkeley, aguantó hasta el final del evento como el que más.
Definió la experiencia como “maravillosa”, y no hay regalo mejor para quien organiza un evento que satisfacer el paladar de un crítico de élite mundial. Bravo Gonzalo Belenguer y resto del equipo. Carmena anunció que se instala en València, tiene entre manos el desarrollo del proyecto SpainNeurotech, diseñado mano a mano (“hacíamos dos horas de reunión por Zoom semanales”) con Rafael Yuste y Sergio Pascual-Leone.
SpainNeurotech no sólo tiene una pata científica, que se articulará en torno a la Universidad Autónoma de Madrid, sino que prevé también un fuerte componente de financiación de proyectos y capital riesgo (la conexión con Javier Megías entre bastidores del REDIT Summit fue inmediata), y contempla sembrar de sedes satélite España. La ciencia plantea alertas y abre oportunidades. Hay que saber escucharla.