La comisión de las Corts sobre el accidente del metro ha dejado en evidencia la manipulación informativa que el ente público RTVV aplicó al trágico suceso. Un informe de la Unió de Periodistes Valencians alumbró todas las vergüenzas negadas por los responsables de los informativos del canal autonómico. Que grandes vasallos de haber tenido buenos señores
VALENCIA. Frente a esa nebulosa intelectual y moral que proporciona la pequeña parcela de poder con la que se contenta al ser humano a cambio de fidelidad, disciplina y obediencia infinita están aquellos capaces de entender su propia realidad, y hasta intentar hacerla creíble en esas comisiones de investigación que no siempre alumbran alguna luz. Sólo hay que observar la que el consistorio valenciano montó sobre el "pitufeo" famoso, comisión a la que muchos de los implicados han rehusado acudir a no ser por miedo a perder el sueldo o la carrera funcionarial.
Sin embargo, la referida al accidente del metro tiene otra lectura muy diferente ya que se trataba de sacar a flote la “verdad” en torno a un suceso que conmocionó a la sociedad y, lo más grave, se cobró la muerte de cuarenta y tres inocentes. Tan grave como el olvido que sufrieron los familiares de las víctimas durante años, el vació político con el que se encontraron y lo desgarrador de sus recuerdos. Jamás se hará suficiente justicia. Vivirán con el recuerdo. Como transitarán atormentados todos aquellos que intentaron convertir la desgracia en un simple hecho fortuito de nuestras vidas cotidianas o el destino. El tiempo para estos últimos no lo curará todo. Quedará la conciencia. Y para algunos que jugaron con la manipulación o el silencio consentido o dictado desde los medios públicos, esa pesada losa les acompañará siempre interiormente.
Las Corts cerraban esta semana su comisión de trabajo sobre el accidente del metro tras numerosas intervenciones. Ya escucharemos las conclusiones finales, aunque muchos ya hayan podido sacar a flote las suyas visto lo visto.
Como profesional de la comunicación ha resultado muy triste ser testigo mudo de tanta incongruencia. Algunos adláteres del poder que manejaron la información del antiguo ente autonómico RTVV-Canal 9 sufrieron el sonrojo con respecto a la manipulación informativa que aplicaron en torno al suceso, sesgando por tanto el derecho objetivo a la información que merecía la sociedad valenciana y sobre todo los afectados directos por el accidente. Testificaron sin que les temblaran las pestañas.
"Algunos adláteres del poder que manejaron la información del antiguo ente autonómico RTVV-Canal 9 sufrieron el sonrojo con respecto a la manipulación informativa que aplicaron Al suceso"
“Nunca recibimos consignas”, vinieron a declarar sin miramientos estos controladores superiores de la información. Pero hete aquí que apenas horas después extrabajadores del mismo canal público y en su día subalternos de los primeros ni siquiera apelaron al selfcontrol tan recurrente en la prensa británica. Directamente desmintieron a sus superiores y dejaron en evidencia sus “sentidas” peticiones previas de perdón. Toda una contradicción. Nadie solicita disculpas sino se siente culpable y teme ser rehén de sus pesadillas.
De nada sirven ya justificaciones fugaces transcurrido tanto tiempo. En este oficio, si alguien no está de acuerdo con lo que se le dicta, da un paso atrás y sale con honra.
Queda el consuelo de poder constatar gracias a una lógica irrefutable que si los primeros, según ellos, no recibieron supuestamente doctrina alguna sobre manipulación y omisión de un drama que sesgó la vida de inocentes es que fueron ellos mismos y por sí mismos quienes tomaron la decisión de silenciar lo máximo posible la tragedia durante ocho años, lo que les convierte en cómplices directos y chaqueteros de sus mentores. Ya lo dijo el filósofo británico Alfred Jules Ayer: “Ninguna moral puede fundarse sobre la autoridad, aunque ésta sea divina”.
Tal y como relataba Valencia Plaza, la comisión la cerraban, entre otros participantes, los miembros de la Unió de Periodistes Valencians, la organización profesional mayoritaria en la Comunidad Valenciana. Lo hacían con un informe demoledor del que vale la pena subrayar algunas de sus conclusiones.
Suficiente.
Al margen de las esperadas conclusiones morales, técnicas, éticas, políticas e inherentes a una gestión cuestionada que jamás servirán para recuperar a los fallecidos ni reconstruirán las vidas de sus familiares, al menos es de esperar que todo esto no vuelva a suceder y que muchos, de paso, hayan aprendido que la caja tonta, en este caso la que intentaba controlar la memoria de nuestros conciudadanos, nunca fue dogma de fe por mucho que algunos lo intentaran solo pensando en mantener en la casaca unos galones o contentar y cubrir a quienes un día se creyeron intocables y hoy son zombis sociales.
Estas semanas de comparecencias puede que hayan permitido a muchos ser por fin conscientes de la cantidad de auténticos pecadores que todavía andan sueltos por ahí pero creyeron redimirse de sus embustes con una simple penitencia. Y también corroborar al extremo que puede llegar la condición humana a cambio de una pequeña e irrisoria parcela de poder pagada con un ejercicio de traición a un sano oficio, esto es, con la más dolorosa tergiversación de la realidad financiada con dinero público.