Hoy es 8 de octubre
VALÈNCIA. Resulta inevitable que los partidos con sede central en Madrid ejerzan influencia, presión e incluso caudillismo respecto a la estructuras autonómicas. Esto, que durante décadas se ha podido comprobar con partidos como el PP y el PSOE, ocurre también ahora con otras formaciones de la 'nueva política' como Podemos o Ciudadanos. Los mandatos llegados desde la capital rara vez se desobedecen y, en todo caso, se suavizan tras mostrar tozuda rebeldía cargada de razones y evidencias.
Precisamente por todo ello, cuesta explicar a muchos militantes socialistas la alianza tejida por el presidente de la Generalitat y líder del PSPV, Ximo Puig, con su homóloga andaluza, Susana Díaz. Si bien en ciertas cuestiones ambas federaciones pueden caminar de la mano, en otras importantísimas los desencuentros ya han empezado a llamar a la puerta.
Sin ir más lejos, la moción presentada sobre el Corredor Central y el Mediterráneo días atrás en el Senado -firmada por andaluces, madrileños, castellano-manchegos y aragoneses- fue una zancadilla a los intereses valencianos ante la que el propio Puig tuvo que reaccionar enérgicamente. Curiosamente, en el resultado de la recogida de avales, pudo apreciarse cómo Susana Díaz gozaba de ventaja precisamente en esas regiones -a excepción de Murcia- que piden el trazado ferroviario central.
Pero no son solo este tipo de cuestiones concretas y palpables en las que existen diferencias. Es evidente que Puig es un dirigente con un toque más de izquierdas -al fin y al cabo pactó con Podemos y Compromís mientras que Díaz lo hizo con Ciudadanos- y con ciertos tintes nacionalistas. Es decir, podria resumirse en que el presidente de la Generalitat es más del PSPV que del PSOE.
También es comprensible, por otro lado, que aunque existan esas diferencias con Díaz, prefiera su victoria a la de Sánchez. La química con el madrileño nunca fue especialmente buena, pero en la recta final de su mandato se tornó en animadversión. Conviene recordar que desde Ferraz se boicoteó que Puig pudiera buscar una Entesa para el Senado, lo que dejó al PSPV sin representación en la Cámara Alta -más allá de Joan Lerma elegido por Les Corts- debido a la alianza entre Podemos y Compromís.
Pero hubo más, quizá hechos menos públicos pero dolorosos, como la visita de Sánchez en fallas que terminó con una fotografía en el Ayuntamiento de Valencia en la que Mónica Oltra tuvo más protagonismo que Puig; o en otra visita del madrileño en la que arregló una comida con periodistas valencianos sin el conocimiento de Presidencia. Esa falta de sintonía e incluso enfado provocó que cuando Sánchez trató de adelantar el congreso federal, Puig fuera uno de barones que saltara y estampara su firma para hacer caer al secretario general.
Con estos antecedentes, se antoja complicado encontrarle una visión positiva para Puig en una hipotética victoria de Sánchez, que en la recogida de avales se ha situado a una distancia muy próxima a Díaz. Una derrota de la andaluza será interpretada también como una derrota del líder valenciano y, si las peores previsiones del entorno de Puig se cumplen, el dirigente madrileño querrá cobrarse alguna que otra factura de los hechos pasados.
Ahora bien, el único enganche que Puig podría tener para mejorar su relato con una victoria de Sánchez sería, posiblemente, su funcionamiento como ente libre e independiente al margen de la dirección federal. Es decir, a nadie escapa que una victoria de Díaz puede implicar consecuencias positivas para Puig en el ámbito orgánico pero también complicar determinadas cuestiones políticas en las que Andalucía y la Comunitat chocan. Es decir, si Díaz es la secretaria general, ¿se atreverá Puig a mantenerle pulsos políticos estratégicos o de gestión?
Por el contrario, ante una hipotética victoria de Sánchez, Puig podría empezar a desarrollar un papel enérgicamente más PSPV, despreocupándose de la posición centralista de su partido dado que no tendrá cuentas que rendir en Ferraz, donde la batalla se habrá perdido, sino que deberá limitarse a ser solo presidente de la Generalitat. Una circunstancia que puede incrementarle de alguna manera el abanico de posibilidades a la hora de elaborar un discurso más reivindicativo y crítico sin atener a cuestiones que puedan incomodar a la dirección estatal del PSOE.