MADRID, (EP). Cuando se observa la expresión facial de una persona se manda una petición al cerebro para extraiga el significado emocional y la imite de forma inconsciente y en milisegundos, según ha mostrado una investigación realizada por las psicólogas sociales de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos), Adrienne Wood y Paula Niedenthal.
Para alcanzar esta conclusión, que ha sido publicada en 'Trends in Cognitive Sciences' y recogida por la plataforma Sinc, las investigadoras analizaron diversos estudios psicológicos así como las pruebas disponibles para la estimulación sensoriomotriz.
Así, tal y como han comprobado, cuando se ve la expresión facial de alguien se suele imitarla, aunque sea de manera inconsciente, y se extrae el significado emocional de lo que vemos en cuestión de milisegundos. Esto puede explicar por qué la risa y el enfado son contagiosos.
Se asocia ese gesto a una determinada emoción que en el pasado la persona ya ha experimentado. Por ello, a juicio de las investigadoras, la relación psicológica delataría un papel "importante" de la simulación sensoriomotriz en el reconocimiento de las emociones, ya que el proceso implica a los sistemas somatosensorial y motor, encargados del sistema estímulo-respuesta y el control de los movimientos.
"Esta especie de reflejo imaginario de la cara de la otra persona le dice al cerebro cómo debe sentirse ante esa expresión facial concreta. Sucede de forma automática e inconsciente, por lo que tenemos la impresión de ser capaces de 'leer' su mente y saber cómo se siente", ha explicado Wood.
Ahora bien, la habilidad para reconocer las emociones ajenas y sentirlas puede verse reducida cuando una persona no puede imitar expresiones faciales, como les sucede a quienes padecen una parálisis facial debido a un derrame cerebral o la parálisis de Bell, o incluso cuando los nervios han sido dañados en una cirugía plástica.
Un problema parecido lo tienen aquellos que sufren trastornos relacionados con el reconocimiento de emociones, como los del espectro autista. "La ausencia de mímica facial en las personas autistas puede deberse a la supresión del contacto visual. Si se estimulase este contacto, la mímica podría surgir espontáneamente", ha comentado Niedenthal.
Por ello, las autoras quieren encaminar su investigación a saber cómo se desarrolla la simulación sensoriomotriz y qué mecanismos actúan en el cerebro en el reconocimiento de las expresiones faciales. Conocer mejor su funcionamiento serviría para enfocar mejor los tratamientos de los trastornos mencionados.