Porque todavía podemos arrancarle unos días más al verano...
Estamos en otoño, pero ¿quién lo diría? Con temperaturas que muchos días siguen rozando los 30 grados, nuestra mente todavía no ha hecho el click que cambia de estación. Apuramos hasta cada rayo de sol que dore nuestra piel, nos resistimos a guardar las sandalias... porque si algo bueno tiene la Terreta en estas fechas, es que a diferencia de otros lugares donde ya han sacado los edredones, aquí se da ese fenómeno que se conoce como 'veroño'.
Al mal tiempo, buena cara y no nos referimos a la climatología. Así que cogemos las maletas y nos vamos a ese lugar que dicen de él que es 'la cúpula del Mediterráneo'. No en vano, cuando uno va por la carretera y empieza a otear en el horizonte las cúpulas azules de un pueblo de casitas blancas, subido en lo alto de una colina, el paisaje no puede ser otro que el de Altea. Ay, Altea, qué bella eres.
Más allá del verano, Altea vive un otoño dulce. Ya lo pensaban los griegos al bautizarla como Althaia, un acrónimo que venía a decir algo así como 'yo curo' y es que este lugar icónico de la Marina Baixa, tiene un poder sanador en todo el que lo visita. ¿Cómo no va a gustarnos Altea?
Para conquistar el delicioso centro histórico, hay que hacer piernas y subir alguna de sus empinadas calles, pero una vez arriba, el esfuerzo habrá merecido la pena. Altea es pintoresca y mágica. Por ello muchos artistas la eligieron como lugar de residencia o como el perfecto enclave para desarrollar su obra. Por allí pasaron Benjamín Palencia, Rafael Ruiz Belardi, el dibujante Eberhard Schlotter -del que tienen una fundación con buena parte de su obra en Altea-, Blasco Ibañez, Alberti... Luz y belleza, que ha desembocado a que buena parte de los locales que inundan el casco histórico, hoy sigan siendo ateliers de artistas.
Altea es el perfecto pueblo mediterráneo. Casas de fachadas blancas, calles empedradas, palmeras, buganvillas, cúpulas vidriadas... tienes ese no se qué que la hace magnética. Y siempre mira al mar, desde sus balcones que hacen las veces de miradores, donde la estampa que se despliega ante nuestros ojos, será difícil de olvidar y desde todas sus caminos, que siempre, inevitablemente, llegan al mar.
Y aquí nos hemos puesto nostálgicos con su casco histórico, pero las playas de Altea no le quedan a la zaga. Prácticamente la mayoría son de piedra, pero pasar una mañana en Cap Negret, la playa de L'Olla o la del Albir, debería ser de mandado cumplimiento para despedir los días que se nos escapan como la arena entre las manos.
Aquí hemos venido también a comer. ¿Cómo sino? No hay hedonista que se precie que en un viaje no piense en comer. Y Altea es de las buenas en satisfacer nuestros deseos. Uno de sus hits, que todo aquel carnívoro debe probar, es Ca Joan. Vacas y bueyes -de verdad- de largas maduraciones como estandarte, que afinan en las propias cámaras del restaurante. Joan Abril ha sabido cómo hacerse un hueco en el panorama gastronómico y convertirlo en templo de la carne. Y no solo de carne viven en Ca Joan, sino que también trabajan platos típicos de la zona, como el aspencat con pulpo seco y capellán, la gamba roja de Dènia, calamar de la bahía y exquisiteces como su cecina o carpaccio de buey.
¿Comer al lado del mar? Siempre. Desde 1982, nada menos, lleva el chiringuito El Cranc brindándonos esa posibilidad a pie de playa en L'Olla. Mediterráneo por los cuatro costados. Impescindible pedir la ensalada alteana, con el tomate rosa endémico de Altea, encurtidos y anchoa y alguno de sus arroces, desde clásicos como el señoret, hasta el arroz El Cranc, con atún fresco, sepia y alcachofas. La brisa marina es otro de los ingredientes que se sienta a la mesa. Dejadle sitio.
Por si fuera poco, desde hoy 2 de octubre, hasta el próximo día 12, llega una nueva edición de 'Fruits de Tardor' una ruta de tapas en la que participan una treintena de restaurantes de Altea, con creaciones a 3€ con vino o cerveza, como una crema de foie y espumada de gamba roja en Terramaris, un bomboniato (bomba de boniato rellena de remolacha y carne mechada) en Il Bandito o calabaza frita con panceta y chorizo de pueblo en La Picaeta de Lola. A través de la APP Gastroeventos, puedes verlas todas, valorarlas y participar en sus concursos.
Si quieres llevar un souvenir gastronómico, para seguir acordándote de Altea, apuesta por su cerveza artesana, Althaia. La elaboran en el propio pueblo con ingredientes 100% naturales y desde lo que va dentro de la botella, hasta las originales etiquetas que las adornan, tendrán un hueco en tu despensa que hablará de este maravilloso lugar, la cúpula del Mediterráneo.