Hoy es viernes de irse de viaje (aunque sea de cabecita) y restoranes a darlo todo como si no hubiera mañana, que nunca se sabe nada y siempre es todo mejor con buena bebida y su compañera, la comida
Traemos recuerdos muy bonitos y a saltitos entre cervejerías populares y comedores de postín. En lugares de peregrinaje de eso de ser fudi o en bares donde pararse a ver pasar la vida sin prisa ninguna y con todo el placer. Comprando aquí y allá laterío portugués, ricos queijos del país y un puñadito de botellas vinosas con la que rellenar la maletita aventurera.
Barrio arriba, barrio abajo, con algún resbalón peligroso y más de un aliento perdido. Pero todo resuelto con soltura y vinos presiosos, cerves molonas, varios cócteles de altura y hasta algún chupito loquiloco… y ponme otro. Todo para reponer fuerzas y coger impulso ante lo que está por venir, pero con la cabeza llena de postales de las de guardar eternamente. Paisajes con los que soñar un futuro en el que cada día tiene una aventura y la que toca empieza en la plaza Luís de Camões con una Cerveja Sagres de bienvenida. La Mau local en formato tercio que nos refrescará con sabor a gloria en más de una ocasión tras esas cuestas que de verdad cuestan.
Nos deslizamos por la calle hasta By the Wine para probar el DSF Verdelho 2019 (Colecção Privada Domingos Soares Franco). Vino blanco de la península de Setúbal relleno de frutas voluptuosas que nos llevan a trópicos turbulentos. Longitud que perdura mientras nos acercamos a cenar a la Taberna da Rua Das Flores donde calmamos la sed con una Blondie Ale Musa. Cuerpo justo, amargor del que nos gusta y densidad de la buena sin dejar el refresco. Y la saboreamos despacito con el tartar de jurel.
Un nuevo día abre las puertas a murallas de empinados castillos y larguísimos paseos con parada para reponer fuerzas entre pasteles de Belem y croquetones de bacalao, hasta llegar a la Cevejaria Ramiro donde beberemos un Vinho Verde Las Muralhas Monção (Adega de Monção). Albariño sin pretensiones que nos parece estupendo aquí y ahora. Brillitos con cítrica timidez y tan gustoso con el marisqueo que se tercia.
Cae la tarde en los Jerónimos y se antoja momento de máximo relax con vistas al río y cuidados de prinseza. Y ahí está el bar 38º41’ para darnos caprichos en forma del Negroni ideal, ese en el que nada falta ni sobra. Equilibrio que se nos queda corto mordisqueando unos cacahueses.
Unos poco pasos de patitas cortas, estamos en Feitoria y menuda alegría. Sitios que te hacen grande con corona de reina y a vivir. Todo con su menú bien remojao del que nos quedamos con el Arinto de Pedra e Cal 2017 (Lés-a-Lés). Polo de lima limón que chuperreteamos subidos en montaña calcárea, con la vista puesta en el Atlántico de las olas más grandes y que crecen con el platazo de langosta.
La noche se va y nos deja lluvias bajo las que bailamos de acá para allá hasta que es la hora o’clock y le damos al Dry Maritini. Estilo con vistas en el Bar Rossio. Simetría y buen hacer en combinación muy seca y con las aceitunas justas.
Pasamos al almuerzo, que es bien servido en Sála de Joáo Sá y lo acompañamos con el Tubarão Pet Nat Rosé 2019 (Ricardo Garrido - Márcio Lopes). Castas variadas con frescura, claridad y estupendas maneras. Gurbujas finitas que chisporrotean con delicadeza. Ligero y agradable con cada uno de los pases y sobre todo con el espectacular arroz de carabinero y lima kefir.
Wines by Heart nos recibe con una mini cata, sorpresa encantadora de cuando lo improvisado sale perfecto. Amantes del vino que nos conquistan con tres blancos. El Permitido Branco de Centenária 2018 (Márcio Lopes) es Douro con su barrica bien puesta, la intensidad de cuerpo de guapo y su seriedad inteligente. El Giz Vinhas Velhas 2018 (Luis Gomes) es ligereza floral y tal cuál que nos lleva a Borgoña sin ñoñadas. Contenido y estiloso, acaricia de refilón antes de dar paso al Fita Preta Chão dos Eremitas Trincadeira das Pratas Blanco 2018 (António Maçanita). Alentejano que nos pone en la mano un melón de los sabrosos. Mimoso, con cremosidad expresiva que nos sirve de despedida del día, no sin antes hacer una visita a Gambrinus para zamparnos su famoso pepito.
Pasamos de jornada como si nada y con caminata hasta las Docas que nos apetecen peces con paz y Cinco Océanos delante. Allí nos recibe con el mejor talante el señor camarero y un Soalheiro 2019 (Quinta de Soalheiro). Frescales con nervio y mucho que contar. Dicharachero compañero de mesa que nos deleita en comparsa con unas sardinas a la brasa. Y sesteando, que es gerundio y necesario.
Con el reposito realizado nos realizamos subiendo al Chiado para descubrir lo que es un buen tortazo y que lo mejor para pasar el susto es una cerve en cuqui bar. Y que sea la Vica María Blonde Ale, rubita con buenas formas y la contundencia justa para no cansar. Lupulosa sólo lo necesario y ponderada en simetría, nos da la precisa armonía con unos encurtidos variados.
Llega la hora de la cena y no nos tenemos que ir muy lejos, que nos espera Epur, su menusito y un Quinta de La Rosa Extra Dry White Porto (Quinta de La Rosa). Acidez de la buena con su aquel de dulcedumbre y enciende la lumbre. Porque te envuelve zalamero en vestido de seda clara, y claro, nos lo bebemos a lo loco con el sabroso aperitivo de morro de vaca en su jugo.
Toca despedirse, pero a lo grande, por supuesto, en el bar del Victoria Palace y volando al pasado de mayor esplendor. Allí encontramos la elegancia en un Manhattan. Clasicismo en un caballero con mayúsculas. Momentos en los que recrearse y guardar en la memoria para revivirlos en el que era futuro y ahora es presente. Y así, por la presente decimos hasta muy prontito.
La última comida, esta misma semana, fue ejemplar. Cocina de altos vuelos, inimaginable hace no tanto en un menú de veinte pavos: Gyozas, vieira, caballa (magistral), taco de cerdo, buñuelo líquido de bacalao, tarta de queso y frutos rojos al plato, lingote de chocolate. Sigue así, Luis.