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Cócteles y rockn'roll en el renovado vuelve carolina 

Una escala en Vuelve Carolina: viaje con nosotros a mil y un lugar y disfrute

  • Kike Taberner

Viajar es una necesidad humana. Podemos viajar en el espacio como turistas y visitar lugares nuevos o hacerlo como lectores sin movernos de casa. Podemos viajar en el tiempo, a través de la memoria y recordar momentos felices o través del paladar: la magdalena de Proust, las fresas salvajes de Bergman o el Ratatouille de Pixar. Pero también podemos viajar en una dimensión interior, un viaje hacia el corazón de las tinieblas, de introspección y de análisis. Viajar a través de nuestros anhelos, sueños, esperanzas y deseos. Viajar para conocernos y definirnos. Para saber quién somos y qué queremos ser. 

Este último viaje es el que nos cuenta Carolina. Un viaje que no ha hecho sola. Ella que cuenta con una gran familia ha tenido la suerte de sentirse arropada y querida. Como dice Roy Galán “familia es alguien que te pregunta quién eres y te lleva a ese lugar para que seas”. Y Carolina quiere ser independiente y alegre, muy alegre. Y su color es el amarillo. Y su pájaro es el mirlo. Y su hora la noche. Y su puente des Arts.

Vuelve Carolina recuerda a La posada del fin de los mundos, a Las mil y una noches, a los Cuentos de Canterbury y a La noche del Samurai en lo gastronómico, donde Adrián Sánchez ya llevaba tiempo trabajando en la nueva propuesta que incluye algún clásicos de la casa como el cuba libre de foie o la pizza carpaccio de atún rojo y auténticas delicias capaces de llevarte a lugares nuevos como el tartar de ternera madurada con dátiles y harissa o las costillas de jabalí fritas con salsa búfalo.

La comida marca la identidad, pero si la sala falla, si no está a la altura, si no te hace feliz, no vuelves, Carolina.

“Este nuevo discurso gastronómico no es más que una necesidad vital por parte del equipo de avanzar hacia nuevas propuestas, innovar y estimular la creatividad. En Vuelve Carolina nunca estamos quietos y siempre tratamos de implementar nuevos discursos bien sea a través de productos, bien a través de técnicas con el objetivo de ofrecer a nuestros clientes siempre una experiencia diferente”. Nos cuenta Adrián, jefe de cocina de Vuelve Carolina.

Pero donde se aprecia un verdadero cambio es en lo líquido. Yo, que tengo nombre de Chef, pero apellido de sumiller soy plenamente consciente que el nombre te define, pero el apellido lo transmites. Es como un Patek Philippe: solo tienes el placer de custodiarlo hasta la siguiente generación. Y en un restaurante pasa lo mismo. La comida marca la identidad, pero si la sala falla, si no está a la altura, si no te hace feliz, no vuelves, Carolina.

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