El fenómeno de las migraciones y el contexto actual en Europa, hace más imprescindible que nunca poner en marcha medidas que nos acerquen a otras culturas. Los viajes de turismo responsable pueden ser una opción porque permiten desmontar prejuicios y estereotipos, frutos de la ignorancia, que engendran más odio y discriminación
Llegan las vacaciones y cada uno elegimos maneras diferentes de disfrutarlas según nuestros gustos y nuestros recursos. Algunos y algunas optan por vivir una experiencia diferente y apostar por viajes de turismo responsable, viajes solidarios y viajes de voluntariado. Hoy quiero reivindicar precisamente este tipo de viajes, no sólo por el disfrute y por la parte lúdica que los envuelve, sino por el trasfondo que este tipo de viajes supone para toda la sociedad.
Debería ser un tipo de viaje al que tuviera acceso toda la sociedad especialmente el sector más joven que serán los futuros ciudadanos de este país y quienes elegirán el día de mañana. Este tipo de viajes, forman ciudadanos más respetuosos, sensibilizados y concienciados con otras realidades.
Tener contacto con otras realidades y otras culturas nos hace mejor personas, sin lugar a dudas, porque abre nuestra mente y consigue crear lazos y una empatía que de otra manera cuesta más.
Siempre recuerdo en uno de mis viajes de este tipo cuando conocí a un grupo de chicos alemanes. Estaban en África por un año en un programa de la universidad como voluntarios en una entidad determinada. Trabajaban y apoyaban a la oenegé con sus conocimientos y su trabajo y era el gobierno alemán quien sufragaba sus gastos durante un año. El destino y el proyecto lo elegían los propios estudiantes y me pareció una iniciativa bestial por lo que iba a suponer para Alemania y para todas las partes implicadas.
Con esta iniciativa todos ganaban: el estudiante vive una experiencia que le marcará para siempre, estar sensibilizado con una realidad que quizá nunca hubiera imaginado. La oenegé porque recibe una ayuda puntual de un perfil de voluntariado profesional y cualificado para cubrir alguna de sus necesidades y donde además recibe un apoyo económico que le permite pagar a su personal local y activar la economía local donde trabaja, sufragar parte de sus gastos. La universidad porque ofrece a sus estudiantes poner en práctica los conocimientos que está adquiriendo en entornos que quizá nunca podrían hacerlo, y el país emisor de estudiantes porque consigue formar a mejores estudiantes y ciudadanos con una conciencia social crítica independientemente de la carrera que estudien. Por ello y con mi derecho a seguir soñando que sabéis que me encanta, pido acceso universal a este tipo de viajes.
Reivindico que este tipo de viajes de turismo responsable estén apoyados por las instituciones públicas y estén programados dentro de las universidades o institutos. Que la cuestión económica no sea excluyente para que los jóvenes de hoy día tengan acceso a ellos.
Por ello este verano voy a dedicar casi todos mis esfuerzos en hablar de entidades que realizan este tipo de viajes. Son viajes imprescindibles que cambiarían la realidad del día a día en nuestro entorno más cercano y que permite educar a ciudadanos en este tipo de valores y experiencias lo que supone crear mejores sociedades el día de mañana.
De todas formas aunque defiendo este tipo de viajes y este tipo de experiencias, no podemos hablar de milagros. Hablo de viajes responsables que consiguen personas y ciudadanos más sensibilizados. No soy partidaria de hablar de viajes que nos cambian definitivamente porque yo misma he comprobado que cuando vuelvo a casa, vuelvo a mi vida de comodidades y de confort y mis prioridades vuelven a cambiar. Cierto es que todo viaje deja un poso en mí que me va cambiando poco a poco la visión de mi día a día pero no son cambios radicales de hoy para mañana.
Al final cuando volvemos a nuestras realidades seguimos funcionando prácticamente igual. Seguimos con nuestros hábitos de siempre y seguimos con nuestras rutinas aunque hay algo dentro de nosotras y nosotros que cambia sin vuelta atrás.
Recuerdo que mi primer viaje a India, frenó de manera radical el consumismo excesivo en el que estaba asentada y en el que por suerte nunca en vuelto a caer. Desde entonces sólo compro cuando necesito algo. Ya no compro por comprar y miro mucho lo que gasto. Recuerdo también cuando después de vivir en Cuba volvía con una actitud ahorradora con determinados productos como el papel wc. Quienes han vivido allí en la Cuba real saben que es un artículo de lujo y que escasea, por ejemplo, o también utilizaba las bolsitas de té o infusiones varias veces. Aprendí a darle valor a productos cotidianos a los que nunca presté atención.
Cuando volví de Guatemala me invadió una sensación de seguridad brutal y se tranquilidad cuando salía a la calle. Cuando volví de Perú valoraba más que nunca el servicio de transporte público que tenemos y del que me he quejado en multitud de ocasiones. Y cuando he vuelto de África el reciclaje y la gestión del agua es una realidad que me acompaña. No solo reciclo cuando voy a separar la basura, sino que le doy más uso a determinados productos y utilizo de manera más sostenible y menos derrochadora el agua y estoy mucho más concienciada de cómo se vive con muy poca agua. Y así todo.
Son pequeños detalles y quizá algunos de ustedes piensen que son insignificantes porque los grandes cambios vienen de políticas estructurales y hay muchos intereses económicos y políticos en las políticas y realidades migratorias. Pero no lo son. No olvidemos que estas políticas las decidimos los ciudadanos de manera más o menos directa. Y estos pequeños detalles forman a personas y al final marcan la diferencia en la vida de cada uno. Son detalles que si muchos los pusiéramos en práctica, conseguiríamos pequeños cambios.
Este tipo de acciones individuales evidentemente tienen que ir acompañados de políticas locales, nacionales e internacionales. Nunca serán cambios estructurales pero si de mentalidad y los cambios de mentalidad son los cambios que al final cambian las estructuras de los sistemas donde vivimos.
Si este tipo de políticas las pusieran en marcha y las aprobaran personas como aquel joven alemán de 19 años que conocí en Kenia algo cambiaría el panorama actual.
Este chico alemán del que os hablo vivió durante 10 meses en casa de una familia swahili con pocas comodidades, con agua que cogía del poco, sin luz eléctrica que le obligaba a marcharse al restaurante del pueblo a cargar su móvil… Este chico de cuyo nombre ya no me acuerdo, volvería a su casa en Alemania y seguiría estudiando la ingeniera que estaba matriculado. Posiblemente no volverá nunca a Kenia o quizá si… es un detalle poco importante.
Lo importante es que ese joven ha vivido una experiencia que le marcó y que, aunque haya vuelto a su vida cómoda en Alemania, posiblemente tendrá otra visión de las personas migrantes que llegan a Alemania en busca de otra vida. Tendrá una empatía y un recuerdo de su vivencia en África que le ayudará a tener otra visión y otra actitud ante esta realidad que no podemos ningunear ni mirar hacia otro lado.
Trabajemos con las personas del mañana, trabajemos la concienciación y la sensibilización y una manera de hacerlo es a través de este tipo de viaje… Viajes diferentes, viajes responsables que crean a personas concienciadas y sensibilizadas.
La semana que viene… más!