ENTREVISTA AL CANDIDATo A RECTOR

Vicent Martínez: “El castellano es fundamental para la internacionalización de la Universitat”

12/02/2018 - 

VALÈNCIA. El catedrático de Astronomía Vicent Martínez (València, 1962) se presenta a las elecciones a rector de la Universitat de València. Enfrente, las también catedráticas María Antonia García Benau y Mavi Mestre, hasta hace unos días vicerrectora. Martínez es la segunda vez que opta al cargo, tras haberle disputado el puesto a Esteban Morcillo en 2014, y lo hace con una candidatura en la que la mayoría del equipo son mujeres (seis, frente a cinco hombres). Curiosamente es la única de las tres candidaturas en las que ocurre esto, ya que García Benau se presenta acompañada de cuatro mujeres y cinco hombres, y Mestre lo hace por cinco mujeres y siete hombres.

—Su candidatura no se puede decir que sea de reacción porque usted ya propuso lo mismo en 2014.

—Efectivamente. Lo que hemos hecho es coger el espíritu de 2014, los buenos resultados, y abrirnos todavía más a la comunidad universitaria. Hemos encontrado una respuesta positiva y una voluntad de cambio mayoritaria. Hemos ampliado nuestras bases con gente que en la anterior ocasión no nos acompañó y que ahora está entusiasmada.

—Se ha comentado mucho el hecho de que para Cultura y Deporte, que normalmente es un vicerrectorado, usted apueste por tres personas: Juanvi Martínez Luciano (Cultura), Rafael Gil (Patrimonio) y Cristina Blasco (Deportes).

—Ha sido una decisión muy meditada. Una universidad como la nuestra precisa de un vicerrectorado de Patrimonio exclusivo, porque eso sí que nos singulariza: la riqueza patrimonial de una universidad con más de 500 años. Nuestra biblioteca histórica tiene incunables, tiene originales esenciales como De revolutionibus de Copérnico, el Astronomia instaurata mechanica de Tycho Brahe… Eso hay que ponerlo en valor. Para mí es una lástima que haya estudiantes que pasen por nuestra universidad y no sepan ni que existe el edificio de La Nau, ni la historia propia de la Universitat… Todo esto, metido en el fondo de Cultura, es una cosita más y se pierde. Queremos reescribir la política cultural de la Universidad, pensada para toda la sociedad valenciana, y no sólo para una parte y, sobre todo, y principalmente, para la comunidad universitaria. Y el deporte universitario precisaba de una singularización en un proyecto de gobierno de la universidad donde una de nuestras líneas prioritarias es la vida saludable.

—Su patrimonio es un gran desconocido.

—Ya se hizo un esfuerzo muy importante en la época de Pedro Ruiz [como rector] y Juli Peretó [como vicerrector] con la exposición Cinc segles. Pero eso se hace una vez. No podemos esperar otro siglo. Las colecciones de instrumentos científicos tienen que ser más divulgadas. Las universidades más recientes presumen de eso. Harvard se vanagloria de sus 250 años. Bueno, pues nosotros tenemos 500. El patrimonio lo queremos visibilizar. Y por eso confiamos en crear el Museo universitario donde se exhiban y se pueda conocer parte de nuestro rico patrimonio artístico, científico, bibliográfico…, un museo interactivo, vivo, un museo que se conocerá como La aventura del saber.

—Algo parecido les pasa con el Deporte.

—No sólo el de los universitarios, el de las instalaciones, sino también el de competición. Ahí tenemos el ejemplo de la UCAM. No digo de hacer la apuesta que hacen los norteamericanos, pero sí un punto intermedio. La actividad física y el deporte son motor de salud, convivencia e identidad compartida, y hoy también un importante nicho de investigación. Por otro lado, unir formación y extensión universitaria a deporte busca impulsar un mayor dinamismo en los tres ámbitos y acercarlos a la comunidad universitaria.

—También ha sorprendido que asuma el vicerrectorado de Profesorado.

—Será una cuestión de meses. Después de verano, si se cumplen nuestras previsiones, habrá una pequeña reordenación y el vicerrectorado será asumido por alguien del equipo, pero quiero durante un cierto tiempo bajar a la arena. Como decía Helenio Herrera, para ganar hay que bajar del autobús.

—Algunos de los miembros de su candidatura estuvieron en la de García Benau en 2010. ¿Eso no demuestra los nexos en común?

—Hace cuatro años, una vez María Antonia [García Benau] hizo su pacto con Morcillo, desmontó ese grupo. Lo que demuestra es que era gente que ya entonces apostaba por un cambio. Lo que demuestra es que hemos construido una candidatura sólida, pensada, razonada, integradora de personas y grupos que ya hace años que desean un relevo en el rectorado; la nuestra es una candidatura en contacto con la comunidad mientras la otra, más Guadiana, ha estado desaparecida hasta 24 horas antes.

—Siendo muy crítico con la actual Universitat, usted siempre ensalza la persona de Morcillo.

—Yo ya había hablado con los otros candidatos y les dije de plantear una alternativa porque la Universidad necesita otro rumbo, queriendo como aprecio a Esteban Morcillo. Me siento amigo suyo y es una persona que merece mi respeto. El problema es que hay gente que no entiende que puedes ser amigo de alguien y pensar de forma distinta, por eso nadie en mi equipo entendimos las descalificaciones y ataques personales que nos dedicaron algunas personas en el claustro del viernes pasado.

—Rivales pero no enemigos.

—Creo que la universidad tiene que dar una lección de cuestiones de tipo institucional. Queremos hacer la universidad de una determinada manera y confiamos en que la gente nos va a apoyar. Confiamos en que vamos a ganar en la primera vuelta, pero debemos respetarnos y encontrar el valor que tienen las personas de las otras candidaturas. Nosotros vamos a hacer un ejercicio de tender la mano, en cualquier caso.

—¿Aunque ganasen de forma clara?

—Por supuesto. Pasa en otras universidades de España. Yo ofreceré al candidato que no salga elegido la posibilidad de integrarse en el consejo de gobierno. Me parece de fair play. El rector puede elegir 15 personas y a mí me parece que valdrá la pena integrar a ese candidato. Será una manera de visibilizar que todos queremos lo mejor para la institución.

—Su principal crítica es a la gente que se perpetúa en los cargos.

—Hay gente que lleva muchísimos años. Cuesta presentarse con alguien que está en el equipo rectoral actual. Nosotros queremos hacer un cambio seguro que se basa en el hecho de que hay gente que lleva muchísimos años ocupando cargos en la universidad: Mavi Mestre lleva dieciocho años continuados como vicerrectora; Antonio Ariño lleva dieciséis años seguidos como vicerrector; Isabel Vázquez ocho años, los mismos que Jorge Hermosilla, y cinco el profesor Gandía, por ejemplo. No es esto lo que la universidad quiere, no es lo que está en sus estatutos. Ni tan siquiera esto es bueno para la institución. La gente debería entender que la limitación de dos mandatos para los rectores es aplicable a otro tipo de cargos. Como he señalado hay vicerrectores que llevan tres, cuatro mandatos.

—Y usted es partidario de cambiar.

—El cambio es progresista porque las ideas, al final, caducan. La manera de hacer, al final, se repite. La imaginación se pierde. Nos pasa en cualquier actividad humana. Hay etapas en las que somos más creativos y otras en las que no. Si te quieres perpetuar, estás condenando a tus compañeros a que te entronicen y a que se acostumbren a más de lo mismo.

—Mavi Mestre también exhibe la palabra cambio en su candidatura.

—Ya sabe lo que decía George Lakoff en su libro No pienses en un elefante (sonríe). ¿Qué cambios puede plantear de la Universidad una persona que ha estado dieciocho años como Vicerrectora de Estudios, de Ordenación Académica y de Profesorado y no ha tenido tiempo de llevarlos a cabo? Nosotros planteamos un marco, el cambio, y ella ha entrado. Ha perdido desde el momento en que ha asumido nuestros planteamientos. Hablamos del colegio mayor Luis Vives, y se sumaron. Hemos planteado alternativas y soluciones a los profesores asociados, e inmediatamente han aparecido con sus propuestas institucionales. Nuestra influencia es la que está marcando la campaña, pero porque somos los imaginativos, los creativos.

—Es curioso lo del Luis Vives. Lleva años olvidado y ahora parece que no se pueda ser candidato a rector sin una propuesta para él.

—(Ríe) Bueno, hace un año yo ya escribí sobre eso. Sufrí muchísimo con la okupación. Tengo que decir que el rector Morcillo me tuvo al tanto de todo durante toda la situación. Me propuso y le propuse ideas y contribuimos, creo, a encontrar una solución. El estado del edificio es terrible. Es un patrimonio del cual la Universitat tiene una responsabilidad. Este caso es un buen ejemplo de cuán necesario es crear ese Vicerrectorado específico que llevará Rafael Gil. La Universitat tiene que recuperar el Luis Vives.

—¿Para qué?

—Quiero que sea un centro donde los estudiantes tengan sus actividades culturales, a la manera que a ellos les guste, con lo que quieran. Si fuera mi época haríamos conciertos de rock y jazz. A lo mejor ahora hacen otras cosas. Los jóvenes de ahora tienen sus propios valores y eso no significa que sean buenos o malos, mejores o peores que los nuestros. Lo que quiero es que estén, que participen, que tengan su vida cultural, sus teatros… Pero también que haya un espacio para los seniors, que han estado muy mal tratados en la Universitat. Quiero construir un senatus, como la universidad de Zaragoza, porque los seniors pueden ser mentores en actividades académicas, de postgrado, y en otro tipo de actividades. Juntando a estudiantes y a seniors conseguiríamos unir la generación de entrada con la de salida. Sería fantástico.

—¿Ya no sería residencia?

—Podría, pero ya no para estudiantes sino para profesores visitantes. Lo que no quiero es que se convierta en oficinas.

—Veo lírica en sus planes.

—Esta semana he leído una entrevista al filósofo surcoreano Byung-Chul Han en la que éste plantea una idea que me parece interesante: “Vivimos en una época de conformismo radical: la universidad tiene clientes y solo crea trabajadores, no forma espiritualmente; el mundo está al límite de su capacidad; quizá así llegue un cortocircuito y recuperemos ese animal original”. Esta idea de la Universidad que tiene clientes no va conmigo. Yo también quiero cambiarlo.

—No quiere una universidad dependiente de las empresas.

—La universidad tiene que ser un espacio de formación crítica. Hay estudios básicos, de ciencias, de humanidades, Física, Filosofía, que son connaturales a la universidad, que tienen público y que hemos de conseguir que los sigan teniendo. Pero después hay otros estudios más modernos que también tendrán su espacio. Ahora estamos hablando del Big Data. Ese será un grado que algún día se implantará. Pero no podemos perder aquello que es clásico, que constituye la esencia del pensamiento intelectual. Hemos de formar intelectuales críticos; no clientes para que tengan trabajo. Hemos de formar personas buenas en sus diferentes elecciones académicas, que puedan ser los mejores en su materia: ingenieros, historiadores, filósofos…

—Y para hacerlo mejor, ¿qué propone?

—Hace falta más internacionalización. Nosotros hemos de conseguir que la universidad tenga muchos más estudiantes extranjeros haciendo el grado. En la universidad de Edimburgo es el 40%, y aquí no creo que llegue al cinco. Y eso es importante también para el profesorado.

—Sigue siendo fundamental mirar afuera

—Estamos integrados en un proceso que se llama Bolonia y del que aquí, siendo entonces Vicerrectora de estudios Mavi Mestre, nos hemos inventado nuestra versión propia; como el ancho de vía. Hemos de incorporar la parte positiva de esa europeización que se nos está obligando a hacer, y eso implica romper muchas rémoras locales. La internacionalización es muy buena para la universidad y la tenemos que lograr tanto con los estudiantes como con el profesorado. Tenemos que captar talento europeo y atraerlo, porque eso enriquece y aumenta el prestigio.

¿Cómo se logra eso?

—Hay que hacer un esfuerzo. Todo en esta vida cuesta. Tenemos una ventaja y es que vivimos en una ciudad que es muy agradable para vivir. Si a eso le juntas una calidad en investigación, una dotación adecuada para los laboratorios, puedes proponer un programa de captación de talento. La Generalitat está trabajando en eso. A todo el sistema universitario valenciano le vendría muy bien tener un ICREA como el que hay en Cataluña.

—Eso son los primeros pasos.

—Creo que se hará, pero tardará mucho en hacerse real. Es un mecanismo de captación de fondos brutal. En Cataluña, por cada euro que ponen recogen siete. Cuando tú quieres hacer una cosa de calidad, al principio has de invertir. El principal problema que hemos tenido en la Universitat, los trenes que hemos ido perdiendo, ha sido porque se nos ha dicho: ‘eso sí, pero a coste cero’. Por ejemplo, los cursos MOOCS [Cursos Gratis Online y Masivos], estamos lejísimos de la Autónoma de Barcelona. Dicen que con ellos no se gana dinero. Pero si se hacen con tiempo y calidad al final no sólo no pierdes dinero, sino que también ganas prestigio, entras en plataformas online de gran difusión y difundes tu marca, tus másters…

—Pero la Universitat aún sigue estando en los puestos altos de muchos ránkings.

—Nos hemos mantenido, es verdad, pero porque la Universitat es buena. Estoy orgullosísimo de estar en la Universitat. Hacemos una investigación puntera, tenemos nombres y gente de mucha calidad, y vivimos y hacemos nuestro trabajo bien. Lo que pasa es que siempre se puede hacer mejor y, desde luego, se debe gestionar mejor. Tenemos una enorme potencialidad sin desarrollar.

—¿Cree que van para abajo?

—Estamos a tiempo, sobradamente, de revertir esa situación, pero no podemos demorarlo mucho. Hay mucho por hacer y hay que hacerlo pronto. Por eso nuestra candidatura es imprescindible para la universidad. Estuve dudando mucho de si nuestro lema debía ser ‘el cambio seguro’ o ‘el cambio necesario’. Porque es necesario.

La impresión que me da es que para usted se han vivido unos años en los que el exceso de prudencia ha sido casi cobardía.

—Exacto. Todo era que no tuviera coste, que ya lo supiéramos hacer… Y mientras los demás estaban innovando. Nosotros hemos de innovar. Es una apuesta que puede salir mal, claro, porque no todo puede ir sobre seguro, pero si se hace con los recursos limitados, controlados, con estudios de mercado… Al final el problema es que tenemos todo el talento del mundo para no fallar, porque sabemos a quién acudir para preguntar dónde debemos trabajar, y no hacemos nada.

—Póngame un ejemplo de algo que quiera hacer y no se ha hecho.

—Hay un nicho que tenemos que trabajar para la difusión online y es el castellano. Eso hay que decirlo así. Podemos hablar de las grandes universidades internacionales. Harvard, Princeton, Oxford, Cambridge… Tienen copado el mercado universitario online en inglés. Nosotros ahí sólo podemos ser la hermana pequeña. Estaremos, porque hay que estar, pero donde debemos apostar es por el mercado castellanohablante. Ese es nuestro nicho de mercado: los cursos online en castellano.

—¿El castellano seguirá siendo pues importante en la Universitat?

—Totalmente. El castellano es fundamental para nuestra internacionalización. Tenemos que utilizar nuestra Facultad de Filología para los cursos de español para extranjeros. Tenemos un departamento de Español que es impresionante. Y queremos ir más allá.

—¿Cómo?

—No está en nuestro programa pero es algo que estamos ultimando. Queremos pactar con el Instituto Cervantes la posibilidad de que nos haga de puente para que nuestros estudiantes de Español hagan prácticas remuneradas de clases de español para extranjeros. Hemos iniciado ya los primeros contactos para conseguirlo.

—Una Universitat, tres idiomas.

—Lo dije el otro día en el debate del Centre Octubre: yo escribo en inglés, castellano y valenciano. La posibilidad de utilizar las diferentes lenguas en los diferentes contextos es lo que ha caracterizado a los intelectuales. Hay un ejemplo que me gusta citar: Galileo, cuando pública el Sidereus nuncius lo hace en latín, el equivalente al inglés contemporáneo, porque era para los eruditos; pero cuando publica en 1632 Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo lo escribe en italiano; se imprime en Holanda, pero se difunde en Italia y que él decidiera escribirlo en italiano popular y con forma de auto sacramental fue para que resultara más accesible. Obviamente se ha de potenciar el valenciano, se ha de conseguir que haya más cursos en valenciano… pero la Universitat no puede cerrarse a ninguna lengua.

—Hablemos de la transferencia a la sociedad del saber universitario, de la cooperación con las empresas…

—El tema de las empresas yo siempre lo he visto desde el punto de vista de la empleabilidad de nuestros egresados. En la transferencia hay dos aspectos. Por un lado, está la investigación, que nosotros podemos aplicar y que las empresas pueden estar interesadas, que es una contribución a la sociedad; que tenga un beneficio económico está bien, pero es que además tiene un enorme beneficio social que la universidad esté en las fronteras del conocimiento tecnológico en Física, Química, Electrónica… Pero también podemos aportar esa transferencia con nuestros informes jurídicos en los que se plantee la postura de la universidad sobre tal o cual tema. Y por el otro lado, la otra transferencia es con las prácticas en las empresas de nuestros egresados, prácticas que estén remuneradas. Valoramos muy positivamente la apuesta que las empresas hacen por la Universitat de València, en el conocimiento de sus diferentes disciplinas y como núcleo fundamental para la creación de empleo. Nuestros egresados son emprendedores que tienen un amplio mercado laboral, con proyectos pioneros e innovadores. En cualquier caso, considero que la Universitat debe jugar un papel fundamental en sus relaciones con otros agentes sociales que no son los empresarios, como, por ejemplo, ONG, movimientos vecinales...

—Además, mucho del saber de las universidades luego se aplica en la vida cotidiana.

 —Efectivamente. Las cámaras CCD, que son las que se emplean ahora en los smartphones, se instalaron primero en los telescopios. Entraron primero en el ámbito científico y luego fueron perfeccionándose, abaratándose, hasta que se distribuyeron. Ese es un buen ejemplo de la importancia de estar a la vanguardia, en las fronteras del saber. En este sentido, creo que es necesario incentivar la cultura I+D+I entre los empresarios valencianos.

De jugar a fútbol con Fernando a seguir a Carl Sagan

Cuando era niño, en el barrio de San Marcelino, Martínez jugaba al fútbol con un vecino, Fernando, unos pocos años menor que él pero con mucha más habilidad. Su vecino se apellidaba Gómez Colomer. “Él jugaba mucho mejor que yo”, ríe. “Fernando vivía en una finca que tenía un patio interior. Ahí jugábamos dentro, aunque tampoco teníamos problemas para hacerlo en la calle porque no había coches”. Con el paso de los años, el azar quiso que durante una estancia en el extranjero Martínez, ya catedrático, se encontrase a su antiguo amigo del barrio como director deportivo del Valencia CF. De su madre, maestra nacional recientemente fallecida, heredó su querencia por la pedagogía. Aún hoy son muchos en el barrio los que la recuerdan como la persona que les enseñó sus primeras letras. “En casa la pasión por los libros la vivíamos muy intensamente”, recuerda Martínez. Una pasión más emocional que intelectual con las típicas colecciones de premios Nobel de Literatura, ésas en las que no podía faltar un ejemplar de Pearl S. Buck. “A mí me llevó a la astronomía mi profesor de Filosofía de COU, el escritor Vicent Alonso, en el Juan de Garay. Él me explicó como nadie las leyes de Kepler, me las contextualizó en el cambio conceptual que supusieron para la época, su influencia y cómo fue respetado por personalidades como Kant”. Esto le condicionó, pero el gusanillo de las Matemáticas le seguía reconcomiendo. “Había tenido un profesor excelente de Matemáticas del cual escribí su obituario: Joaquín Dopazo, padre del gran investigador”. Con el corazón partido entre los números y las estrellas, comenzó a estudiar Matemáticas (“que me permitía estar con las dos disciplinas”) y con 19 años, como otros muchos españoles de su edad, asistió asombrado al estreno en televisión de la serie Cosmos de Carl Sagan. Fue lo que inclinó la balanza finalmente hacia la astronomía. “Cuando llegué a los 20, que tenía que elegir la especialidad: ni análisis matemático, ni estadística”, sonríe. Gauss perdió, Kepler ganó; Sagan tuvo la culpa.

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