Planeta ochentero / OPINIÓN

La vida antes de Netflix

En los ochenta no había que pagar por ver buenas series. Tenías para elegir: nacionales, inglesas y estadounidenses. La educación sentimental de los españoles le debe mucho a 'Yo, Claudio' y 'Falcon Crest'.   

10/11/2023 - 

Mi vida es de una monotonía aplastante, y lo prefiero así porque cuando hay novedades suelen ser negativas. Poco tiempo me queda para el ocio, y ese poco tiempo lo empleo en leer las cartas de Raymond Chandler y en ver series. Sí, en ver series. En esto también me he traicionado. He cambiado de opinión, como uno que yo me sé. Juré y perjuré que no caería en esta tentación, pero fue en vano. Aquí me tenéis consumiendo series como un espectador bulímico. Después de acabar El mundo en llamas estoy con la tercera temporada de Babylon Berlin, retrato de la Alemania de 1929 a través de las vidas del inspector de policía Gereon Rath y su ayudante Lotte. Es una producción alemana de gran calidad, lo mejor que he visto en meses. 

Hoy, en este maravillosamente país democrático y progresista, hay que pagar por todo, también por ver televisión de calidad. Es un significativo avance del capitalismo. Pero no siempre fue así; en los ochenta, cuando aún nadie había oído hablar de Netflix, Amazon Prime y HBO, un espectador podía ver series de gran calidad en TVE. Si lo intentáis hoy entre tanto canal privado, sólo encontraréis concursos y comedias para indigentes mentales.  

¡Qué tiempos aquellos en que el espectador podía elegir entre Los gozos y las sombras o Dallas! En aquella época TVE respaldó proyectos muy ambiciosos. Para ello contrató a buenos directores (Mario Camus) y a excelentes actores como Charo López, Eusebio Poncela, Ana Belén

Cuidado con aquellas escenas tórridas

Me acuerdo de que mis padres no querían que viese Los gozos y las sombras, basada en la trilogía de Gonzalo Torrente Ballester, por sus escenas tórridas. Poncela, antes de perderse en una vida disipada, destacó en el papel de Carlos Deza. De comienzos de la década es también Fortunata y Jacinta, clásico de Galdós, en la que asistimos al pulso entre Ana Belén (Fortunata) y Maribel Martín (Jacinta). Memorable la interpretación de Mario Pardo dando vida a Maximiliano Rubín

Hablo de series españolas pero podría referirme también a las extranjeras que se emitían en TVE: estadounidenses e inglesas. Entre las primeras había algunas que compartían perfil. Pienso en Falcon Crest, Dinastía y Dallas. Sus protagonistas vivían en mansiones como las que salen en los reportajes del Hola, rodeadas de viñedos, como era el caso de Falcon Crest; las familias eran ricas y algunos de sus protagonistas eran deliciosamente malvados. Canallas seductoras como Angela Channing (Jane Wyman, la primera mujer de Reagan) en Falcon Crest; y Joan Collins en Dinastía y, cómo no, el malote J.R. (Larry Hagman) en Dallas, con esa sonrisa de pillín y ese sombrero tejano que volvía locas a las vecinas de mi madre.  

En cambio, otras series americanas de los ochenta no me interesaron tanto, como El coche fantásticoEl equipo A, Las chicas de oro y Luz de luna (pobre Bruce Willis si la viera ahora).

Si las series estadounidenses eran buenas, las inglesas mejoraban lo presente. Productos gourmet, bocato di cardinale. Así, Retorno a Brideshead, inspirada en la novela homónima de Evelin Waugh, dio a conocer a Jeremy Irons en el papel de Charles Ryder. Anthony Andrews también está soberbio interpretando a Sebastian Flyte. La predilección por las series inglesas nos venía de los setenta con Arriba y abajo, Un hombre en casa y Los Roper

La gran novela histórica de Robert Graves

De finales de los setenta es la emisión de mi serie favorita, Yo, Claudio, basada en la gran novela histórica de Robert Graves. La repusieron en los ochenta, cuando la vi. Como todo lo prohibido, a un adolescente como yo le fascinaba también verla por las noches aprovechando que mis padres bajaban la guardia. Derek Jacobi, interpretando al emperador tartamudo y fingidamente tontuelo, está magistral, al igual que John Hurt encarnando a Calígula. Inolvidable la advertencia de TVE a espectadores sensibles (hoy serían millones) antes de emitirse un capítulo en el que Calígula monta una orgía en su palacio, reservándole el papel protagonista a su hermana.

¿Y la serpiente con la que se iniciaba cada capítulo? Una víbora reptando sobre un mosaico romano en el que podía leerse la inscripción I Claudius. Han pasado más de cuarenta años y tengo grabada la música inicial de aquella serie histórica. 

La fórmula de éxito de aquellas series inglesas era conocida: excelentes actores que se habían bregado antes en las tablas del teatro, una dirección brillante, buenos guiones y presupuestos generosos. Todo lo contrario de Aquí no hay quien viva.  

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