Este año en el mundo las elecciones se prodigan, en concreto en Europa más de una docena, y pueden, y van a producir, curiosos efectos e incluso espejismos de otras épocas.
De la Europa engañada por el toro cretense de la mitología griega, a la moderna Europa atónita frente al desafío del plantígrado ruso, van siglos de historia donde la afirmación de Marco Tulio Cicerón, ¨los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla¨, parece no sólo repetirse en la memoria de los pueblos, si no también en su acontecer.
Es así como en estos días algunos, los que ya peinan canas, rememoran, tras las sospechosas muertes de ex-espías, los tiempos de aquella lejana guerra fría que dio comienzo cuando la Unión Soviética, desde aquel relevante discurso en febrero de 1946 de Josef Stalin en el Teatro Bolshoi, declaró la incompatibilidad del sistema comunista con nuestra forma de vida occidental.
Para aquellos más jóvenes u olvidadizos, la guerra fría fue esa época, que duró casi medio siglo en la segunda mitad de la vigésima centuria, en el que un país llamado Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) pretendía convencer al resto de los países de las bondades de su sistema, la República Popular, mediante cualquier medio, ya fuese el propagandístico o el mas generalizado golpista-subversivo-revolucionario, como fueron, la guerra civil griega en 1946, el golpe de Praga de 1948, la invasión de Hungría de 1956 o la de Afganistán de 1979, por ejemplo. Mientras, el pulso entre los dos bloques Este-Oeste en Europa Occidental era soterrado, y emergía con grupos terroristas como las Brigadas Rojas, ETA, el IRA o la Banda Baader-Meinhof, y como no con la actividad de espías.
El espionaje a lo largo de la historia ha sido una constante, y no hace falta profundizar mucho en nuestra memoria colectiva para recordar nombres como Mata Hari, famosa durante la I Guerra Mundial, Ramón Mercader, comunista español al servicio de la URSS que asesino a León Trotsky, o el más reciente Günter Guillaume, al servicio de la Stasi que provocó la dimisión del Canciller alemán Willy Brandt, aunque fueron los casos de intercambio de espías en el Checkpoint Charlie de Berlín los que se volvieron un clásico, que incluso se han reflejado profusamente en la filmografía.
Es por todo lo dicho, que tras un periodo de tensiones entre Rusia (a cuyo frente recordemos está un antiguo oficial de la KGB soviética) y Occidente a causa de diferentes crisis, como la de Ucrania-Crimea, o la de las amenazas a los Estados Bálticos, o las Fake News contra la unidad de España, aparecen envenenados un ex-espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia por medio de un gas nervioso de factura militar denominado Novicho, y además el mismo día que la primera ministra Theresa May comparece en el Parlamento Británico exigiendo que Rusia responda a la acusación del envenenamiento pues “si la respuesta no es creíble, Gran Bretaña va a considerar acciones equivalentes al uso de la fuerza por el Estado ruso en territorio británico”, aparece muerto por la noche otro exiliado ruso llamado Nikolai Glushkov, que por cierto es amigo del oligarca Boris Berezovsky, enfrentado a Vladímir Putin, y muerto en extrañas circunstancias en 2013, también en Londres, después de que en 2006 el ex-espía ruso Alexander Litvinenko fuera también envenenado en la ciudad del Támesis esta vez con Polonio 210 radiactivo. Da la impresión que ademá de tormentas/temporales de nieve del Este vienen o vuelven (mejor dicho) viejos hábitos.
Mientras en Occidente nos reunimos asustadizos entorno a la OTAN-USA para ver cual va a ser la respuesta del Tio Sam—Donald Trump—, eso sí después de haberlo criticado, no sólo en privado, si no alguno en público, para eso vivimos en Estados Democráticos, entre los sobresaltos de la ciudadanía que no entiende nada de nada, de como estamos utilizando un lenguaje cuasi bélico contra Rusia, ojo mientras ya vemos como se las gastan los rusos, pero, por otra parte, muchos países necesitan del gas ruso para asegurar su seguridad energética, como por ejemplo Alemania, de tal forma que hizo declarar al actual presidente del Consejo Europeo Donald Tusk, en su época de primer ministro polaco: "La dependencia de Alemania del gas ruso puede limitar realmente la soberanía de Europa. Estoy convencido". Cosas de la geopolítica y de los intereses económicos contrapuestos.
De todas formas siento defraudar a los nostálgicos de aquella época, y para tranquilidad del lector en general, a mi me da que esta escalada no es un déjà vu de la Guerra Fría, y que más que una escalada estratégica de una abierta confrontación (ojo que no digo que no exista), es una escalada táctica del presidente ruso Putin para enardecer a sus votantes (que se alimentan fácilmente de nacionalismo) y que este domingo 18 tienen su primera, y quizás única cita electoral (si saca más del 50%), para volverlo reelegir.
Y mientras que Putin espera renovarse en el poder hasta 2022 (empezó en el 2000) y Xi Jinping, le permiten ser presidente chino ad perpetuam, nosotros seguimos con tacticismos y políticas corto placistas, de cita electoral en cita electoral, poniendo y utilizando la estrategia del ventilador en los casos de corrupción y el tú más. Como no hagamos pronto los deberes de forma libre y responsable, me parece que a medio o largo plazo vendrán del Lejano Oriente o del Este a ponernos firmes.