VALÈNCIA. El vino, qué tiene el vino, que da la vida. Cuánto se disfruta sobre la mesa con mantel, cuando hacemos cultura, y hasta culto de él. Y cuánto se necesita en las cenas más humildes, las de cuatro platos y cuatro copas para echarse cuatro risas. Irse de vinos no es una tarea sencilla en una ciudad como València, que no se acostumbra al pintxo del Norte, ni se entrega al tapeo del Sur, sino que prefiere alejarse de las barras y aposentarse entre los formalismos (qué lástima). Hay algún ultramarinos, alguna bodega, quizá una tasca. ¿Pero qué es eso del Wine Bar, tan extendido en países vecinos como Portugal o Francia, donde se ofrecen vinos por copas, de buena calidad y a precios amigables?
Más allá de las casas donde uno sabe que va a beber bien, como El Celler del Tossal, que comanda Luca Bernasconi, o Entrevins, con su bodega subterránea repleta de tesoros; dejando a un lado la impronta marinera, que tan bien escenifican Casa Montaña o Anyora; y en una liga diferente a la de las coctelerías, como Aquarium o Café Madrid; existe un pequeño reducto de lugares donde uno acude por la bebida antes que por la comida. Son informales, baratos; de aquí te pillo y aquí... lo que sea. Cuentan, dicen por ahí, que es posible dejarse llevar por el trago y la tablita de comida sin salir de la ciudad. Sentarte en el taburete y llorarle las penas a los amigos, pero a sorbitos, que duelen menos.
Ultramarinos Agustín Rico. El vino que quiere la gente
Calle Cádiz, 1. Zona Ruzafa
Aquí viene un negocio centenario, que fue del abuelo, luego del padre, y ahora anda por el nieto. Agustín Rico Salvador, hombre de pocas palabras. "No me gusta hacer publicidad, a no ser que me pregunten. Ahora mismo tampoco nos hace falta", afirma, y no miente. Llena todas las noches, de lunes a sábado, y tampoco decae el ambiente durante el resto del día. Se pasa las horas cortando queso y embutido. "Ante todo somos un ultramarinos, que es lo que empezó siendo la tienda, aunque desde hace tres años hemos apostado por el vino", relata. En concreto, por aquellas referencias que mantienen una buena relación calidad precio, olvidemos los algoritmos. "Me pongo en el lugar del público, intento que ellos estén satisfechos. El cliente busca algo que esté bueno, pero no muy caro", admite.
Salazones, buen jamón, almendras fritas, tablas de quesos... Y tres camareras dispuestas a ayudar, siempre con una sonrisa. Si no encuentras sitio, te quedas de pie, ¿y qué?