CHINCHÍN

Wine Christmas

Días de rones, turrones y cuñados gorrones. Vamos abriendo una botellita de Champín mientras pensamos en el menú más espacial, que empieza nuestra particular San Silvestre

| 21/12/2018 | 5 min, 45 seg

VALÈNCIA. Os lo advertimos amiguis, ya llegó, ya está aquí, es la Navidad. Días de rones, turrones y cuñados gorrones. De peladillas y mantecados recién hechos y llegados desde la mismísima estepa rusa. Con canciones de George Michael&Mariah Carey y un familiar de nuestro agrado dispuesto a regalarnos ese batín de seda. Ese y de seda, como no podía ser de otra manera. Pero también es momento de beber vinos ricos, hedonistas, que para eso estamos nosotros. Vamos abriendo una botellita de Champín mientras pensamos en el menú más espacial, que empieza nuestra particular San Silvestre, la de plantarnos las puntillas rojas y ponernos finos cual gorrinos. Vamos allá.

Que acaban de servir unos canapeses de caviar y de salmón ahumado y seguro que se esfuman. Hay que espabilar y para espabilado el resuelto Recaredo Serral del Vell 2008 (Recaredo), cava de xarel·lo y macabeo que juega a ser empireumático para dejarnos sin palabras, que con eso está todo dicho. Boquita rica y finolis que va como anillo al dedo a ese instante del gastrocanaperismo más casero.

Los aperitivos siguen con un bocadito tan abisal como abismal, que nos subimos a poner los calcetines a lo más alto del pino con unos dátiles con bacon. Y zambomba en mano abrimos un Danjou-Banessy Supernova 2017  (Domaine Danjou-Banessy), moscatel de Alejandría de aromas muy súper que nos lleva al quicio de la puerta, donde esperan uno y mil besos de muérdago en flor.

Seguimos con uno de los que nunca deben faltar suenen o no villancicos, el consomé… “¿al jerez o con yema, cómo desea el señor?” Pues con las dos cosas y un Fino en rama Williams & Humbert 2009 (Bodegas Williams & Humbert) en la copa. Carácter redondo y con clase, como una pandereta que toca con la fuerza y la pasión de un buey y una mula. La Francis, por supuesto.

Es tiempo de celebración con antifaz y un restaurante centenario, donde la Carmen más grande nos dará unos tenedores con madera y repletos de angulas al ajillo. Cazuelita de buenos ratos paseando por El Jardín de Lucía 2017 (Eulogio Pomares Zárate). Albariño de convicción que con su frescor entra por la chimenea como corriente entre pomelos cariñosos.

Suena The Little drummer y entra en escena el más excelso, el cóctel de marisco con bien de salsas rosadas. De su mano y haciendo los honores un Lumiers 2017 (Muchada-Leclapart). Palomino con su barrica de aromáticos luminosos cual brillante bola. Presente con  una vida por delante para contar una y mil veces que sí, que otra primavera se fue y no pasa nada, porque nos queda mucho y buen vino que beber.

No es Rodolfo ni antropomorfo, pero un langostino con mayonesa con un Biba Viñas Viejas 2017 (Casa Aurora) nos parece bien golfo. Mar y montañismo de austero pedregal que corta con la acidez cuchillosa de una bola de nieve y su muñeco con zanahoria. Y así, encantados como un capón de Cascajares nos disponemos a seguir.

Con un volován de cangrejo, venga. Hojaldrillo venerable que se deshace en la boca entre sorbitos de Mira do O’ Arinto 2016 (Vinhos Mira do O). Fin de año portugués sentados entre la hierba de un pedregoso acantilado mientras miramos al mar. La brisa nos llena de aromas salinos con su tensión. La que no evita que estemos seguros de que el año que empieza será muy más y muy mejor. 

Como luces coloridas aparece una fuente de plata repleta de lombarda con piñones y pasas. Platos imperdibles como un Chencho de Plaza Mayor con el que abrimos una botella de La Viña de Ayer 2017 (Soto Manrique). Albillo real con intensa intensidad y perfumes muy preciosos. Sabrosez sin ambages ni disfraces, que para máscaras y matar suegras ya estamos nosotros.  

Nos calzamos festivos zapatitos, de los Guerrilleros o de Mary Paz, tanto da, que pasamos al menú más noble con él, el besugo al horno con rodajitas de limón, món, món. Y para hacerle ojitos le ponemos al lado el Mélangé Clairet 2018 (Viñedos Históricos de Sierra de Gata). Travesura de ojo de liebre y moravia, ligera y saltarina. Frutillas mirtillosas y algunas flores chicas con gusto y sin tonterías. Las de ofrecer mil de contento y querer quedarse, aunque al final se tendrán que ir.

Porque hay que continuar, que llega la más esperada, la pularda rellena, así rollo fiambre, con salsa de grosellas y mucho huevo hilado. Maravilla de largas mesas y piñas sin piñones que acompañamos con un Champagne Marguet Rosé Shaman Extra Brut (Marguet). Vivas citriqueces entre mandarinas y toronjas. La elegancia en su justa medida evaporándose de  puro placer. Que ni las más doradas y televisivas burbujas, oye.

Ahora encendemos el brasero y su carbón para recibir al cordero asado. Ternura jugosona perfecta con un Cadalso 2017 (Península Vinicultores). Frutísima de expresivos gestos entre especias y mentolados.  Garnacha firme y tenaz como una roca que es sobre todo frescor. Se escuchan acordes de tamborileros, funfunfún y anises de rascar, y decimos sí al dame la bota María que me voy a emborrachar. 

Cerramos lo saladito del festín con un no menos imprescindible que la Doña señora Manolita, el anuncio de la Cocacola (light, light, light) o ese guardia civil. Hablamos del mejor solomillo coronado por un medallón de foie gras. Y sorprendemos arrebujándolo con La Sorpresa saca de 2018 (Rubén Díaz), garnacha de crianza oxidativa en tinaja de máxima acidez y madurez a pie de árbol. De navideño abeto y con mucho colgajo.

Es la hora del postre, ese de dejarnos sin habla con azúcares en desmesura. Polvorones, mazapanes y algún roscón y en la copa un Fondillón 1996 (MG Wines). Vinote que renueva de saturaciones con su frescura y sublime intensidad. Mogollón de tonalidades en aromas y un poquito de piel de naranja que nos dice merricrisma.

Y así, entre felicitaciones nos despedimos con estos vinos. A lo loco y arriesgando, que trece son, sin ton ni son. Cae la nieve copo a copo, nos subimos a lomos de un renito, pobrecito, y salimos volando. Volando, volando a un mundo blanco que ondea como enorme y pacífico emblema. Alegoría de la alegría, la que os deseamos a todos, pimpollos.


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