VALÈNCIA. Acaban de nombrar a Almería como Capital Española de la Gastronomía 2019 y yo no puedo, ni quiero, esconder esta cara de imbécil que se nos ha quedado, ¿Almería frente a València? O sea, ¿Almería?
Leo que la “otra” candidatura fue descartada por no cumplir los requisitos exigidos por la organización -ejem- y, la verdad, tan solo queda aplaudir el ahínco puesto por los almerienses por el éxito ante la capitalidad: la candidatura, impulsada por el Ayuntamiento, ha sido respaldada con 10.000 firmas de ciudadanos así como por productores y profesionales de la hostelería de la ciudad y lo más importante: el apoyo conjunto de la Junta de Andalucía, diputación y alcaldía. Como debe ser.
La sombra de Cuchita
Lejos quedan ya los años de Cuchita Lluch al frente de la Academia de Gastronomía de la Comunidad Valenciana, ese ‘club de amigos’ cuya función debería ser “realizar una importante labor de estudio, seguimiento y promoción de la gastronomía local” y que, por cierto, acaba de hacer públicos sus premios anuales tras tres años de silencio de la mano de su presidente Manuel José Rodríguez Murcia; ojalá encuentren su lugar en el espacio. porque ‘tota pedra fa pared’ y es momento de sumar, sin peros.
Los años de Cuchita fueron los años de cohesión entre cocineros valencianos, de creérnoslo (de verdad) y de dar un puñetazo en la mesa de la gastronomía nacional: su gran momento fue aquella presentación (junio de 2013) en el Museo del Traje en Madrid con la excusa de ofrecer una cena para mecenas y patrocinadores de la Real Academia de Gastronomía Española. Allí se plantaron Quique Dacosta, Navarrete, Ricard Camarena, Kiko Moya, David Rabasa, Alberto Redrado, Manuela Romeralo, Didier Fertilati, Jorge Bretón representando a la familia de La Sucursal o Paco Torreblanca. Vaya tela de equipo, eh.