VALÈNCIA. Presentar a Xoel López (La Coruña, 1977) resulta una tarea sencilla. Prácticamente, se escribe solo: músico (de “pop-rock alternativo y folk clásico”) gallego, anteriormente conocido como Deluxe y poseedor de la nada desdeñable cifra de catorce discos (oficialmente, tres a su nombre). Una de las voces más reconocidas dentro del panorama español que no dudó en dejarlo todo para, en 2009, embarcarse en una aventura hacia tierras americanas. Pero volvió. Como tantas canciones (no será casualidad) pregonan en sus letras.
Al músico no le falta trabajo: el próximo jueves 25 de julio visitará València gracias a los Concerts de Vivers, donde compartirá escenario con La Casa Azul. El resto del verano se encuentra salpicado por otros eventos englobados, también en algunos casos, bajo el enorme paraguas que brindan los festivales. Preguntado por la burbuja que suponen estos, López es pragmático: “Creo que no se comerán al concierto en sala: convivirán”, alega, y confiesa que, en su caso, disponer de una variedad de formatos distintos resulta clave para adaptarse al espacio. No demoniza: “Los conciertos en festivales tienen un aire más festivo; los de las salas siempre tienen una mayor profundidad. Pero también es verdad que el ir a festivales sirve, a veces, para conocer otros artistas e ir a los conciertos que hagan luego en enero o febrero”.
Tras veinte años de carrera, Xoel López reconoce haber aprendido mucho en el camino. De sueños, retos, presiones y firmeza a la hora de mantenerse fiel a una esencia. Por ello, frente a las modas pasajeras que amenazan con tambalear la carrera de muchos profesionales de la música, se muestra igual de práctico: “A mí me interesan todas las músicas, y por eso intento estar atento a todo. Eso sí, a estas alturas no voy a pensar que algo es único. Ves a gente que se fanatiza con algo nuevo; tanto, que prácticamente ni ve lo que hay a su alrededor. Yo escucho un día a Rosalía; al otro, a Silvio Rodríguez. No me importa que esté de moda, sino que sea bello, que me guste, que me llene y que tenga una letra que me diga algo”.
Se declara afortunado, con una humildad que refleja bastante bien su éxito y su prolífica trayectoria. “Mi carrera ha sido muy de pico y pala, de poco a poco”, confiesa el gallego, que no duda en ensalzar la fidelidad de su público. La efímera (y fina) capa que cubre los actuales éxitos musicales no le hace perder el sentido común a pesar de haberse convertido en uno de los nombres más conocidos de la escena musical española. “En ese sentido, voy con pies de plomos”, apunta. Despacito y con buena letra. Nunca mejor dicho.
-Has publicado El asaltante de estaciones y Bailarás cometas bajo el mar. Otros músicos, de la misma manera, también han acabado dando el salto a la literatura. ¿Resulta un paso natural porque la música, al final y al cabo, no deja de ser un poema sonoro?
-Una canción no es un poema estrictamente, pero sí resulta poética. Los parámetros entre una cosa y otra no son los mismos, no se rigen por lo mismo, pero sí resultan parecidos. Existe un claro ejemplo de poesía clásica que a lo mejor no se parece en nada a una canción; y viceversa, canciones que no podrían ser poesía. Pero sí hay un lugar común donde conviven todos los versos, donde se dan la mano el poema y la letra de la canción: a mí me interesa ese lugar fronterizo y entiendo que mis letras sí poseen esa carga poética (aunque, de nuevo, quizá no funcionarían como poesía en muchos casos).
En mi caso, acabé escribiendo un libro porque me convencieron: esa es la realidad [ríe]. De todas maneras, lo digo siempre con mucho respeto por los que se dedican a esto plenamente y lo hacen muchísimo mejor. Las canciones rebosan versos que se acaban convirtiendo en pequeños poemas, o “poemas fronterizos”. Pero vamos: no voy a ganar un premio de literatura o poesía. Me acerqué inevitablemente, caí aquí casi sin quererlo, de tanto escribir.
-En la era de lo políticamente correcto, donde hay que medir con sumo cuidado lo que decimos, ¿crees que los músicos deben posicionarse frente a ciertos temas como personajes públicos que son y como quizá en otras épocas han hecho más los cantautores?
-Es difícil decidir qué vas a hacer, o qué deben hacer los cantautores o compañeros. Hay algo que la gente no tiene en cuenta en estos términos, y es que cada uno escribe, al final, lo que le sale. Uno encuentra la inspiración el día que la encuentra y de la forma que la encuentra. No es tan sencillo decir: “Voy a escribir una canción sobre lo que está pasando ahora en, no sé, Rusia”. Y te pones y lo haces. Te puede salir… o no. Puedes intentarlo y que incluso no funcione.
A veces puedes tener un posicionamiento ideológico o político sobre algo, pero no tener una canción que represente eso necesariamente. Pasa mucho. Si hablamos en concreto de los cantautores, se habla mucho de la canción protesta. Pero las canciones de los supuestos “cantautores protesta”, en gran medida, son poemas sobre la propia vida. A lo mejor tienen una canción sobre una problemática, sobre una historia en concreto; pero también a veces se les atribuyen connotaciones sociológicos o políticas a algunas canciones que a lo mejor estaban escritas desde un sentimiento de amor hacia una persona. De repente la sociedad las toma y las usa para una causa; pero no sé hasta qué punto hay tantas canciones políticas hechas expresamente por esa motivación. Que las hay, por supuesto, pero creo que en muchos casos no es tanto así.
En ese sentido, creo que el hecho de expresar un sentimiento profundo y de la manera en que cada uno lo hace ya transmite una ideología y una forma de entender el mundo y, por tanto, un posicionamiento político. Si en una canción hablas de sentimientos; desde el respeto, desde la diversidad, desde la apertura… Desde ahí ya dices muchas cosas. No me imagino a la mayoría de los músicos que conozco dejando un barco en la orilla, o votando al sector más rancio de la política. Por la forma de ser: por lo que conlleva esa sensibilidad hacia el mundo que rodea a cualquier cantante. Entiendo que, en general, siempre vas a encontrar (o al menos yo lo creo) compañeros solidarios. Y que buscan la belleza, pero también la bondad y la verdad.
-Ahora que has mencionado que la gente se apropia de ciertas canciones, ¿qué te pareció toda la polémica desatada con Rosalía y la “apropiación cultural”? ¿Realmente algo se puede inventar desde cero?
-A nivel musical, nada se inventa desde cero. Cuando un músico llega a un estilo o a hacer un tipo de canción específica, en el fondo es una construcción colectiva. Por otro lado, en el caso de Rosalía, lo tengo clarísimo: no creo que haya fronteras. No se le puede poner fronteras a la propia vida, a la gente, como comentaba antes, a inmigrantes que llegan en un barco a la costa, etcétera; ni tampoco trabas o fronteras a la música.
Los estilos están para usarse y cada uno puede usarlos como quiera. Por supuesto que puedes tener influencias de todas las músicas que hay en el mundo. Sería absurdo no hacerlo: como ponerle impuestos al sol. Si no te sientes libre haciendo canciones, apaga y vámonos.
-Parece que existe en la actual industria cultural una excesiva nostalgia (lo vemos en fenómenos televisivos como, por ejemplo, Stranger Things). ¿Crees que es una manera de anclarse en el pasado en lugar de mirar hacia delante?
-No comparto exactamente esa visión. Siempre se vuelve al pasado. Si haces un balance, en los setenta se revisaron los cincuenta; en los ochenta, los sesenta… Siempre se revisita lo anterior. Siempre hay una vuelta. Una rueda que va girando, que coge cosas del pasado, pero va hacia delante.
De hecho, creo que hoy en día hay músicas que básicamente son mezclas, es cierto; pero también más electrónicas. Hay un tipo de canción distinta, alejada del formato clásico que, por ejemplo, yo manejo. Veo estéticas diferentes, modernas; que sí, que tienen de los ochenta y los noventa, pero también algo distinto. Yo viví los noventa plenamente, y veo cosas de los noventa ahora pero no es exactamente igual: hay una vuelta de tuerca.
Creo que están saliendo cosas relativamente nuevas e interesantes. No es un cambio de paradigma brutal o una revolución musical, pero creo que estamos en un momento donde la gente es muy libre; tiene muchas más posibilidades; tiene acceso a la cultura y a la música y puede mezclar cosas que hace veinte años eran impensables.
-¿Se crea demasiada música para lo que realmente se puede llegar a consumir?
-Sí, estoy de acuerdo. Me pasa con los discos, las series: con todo. No da tiempo a (no quiero usar la palabra “consumir”) digerir todo lo que puedes disfrutar. En ese sentido, hay una canción muy bonita de Jorge Drexler, de hace un par de discos, que se llama Data data y habla exactamente de eso. “Data, data, data…”, dice, refiriéndose a la información constante, “cómo se bebe de una catarata”. Refleja muy bien estos sentimientos: cómo puedes beber de una catarata. Dame un vaso de agua, no una catarata, porque es verdad que tiene mucha agua, pero si no me la puedo tomar en un recipiente, es como si no estuviera.
A veces me siento así. Estamos saturados de exceso de información y hay que buscarse la vida para poder poner ciertos límites a ese torrente. Los seres humanos no estamos preparados para tanta información.