VALÈNCIA. Hace apenas dos años la revista Vogue avisaba de un cambio trascendental en la vida de Tina Vaia, definida por la publicación como “el tótem del diseño de las firmas de lujo (…) Consultora creativa de espacios para firmas como Loewe, Marc Jacobs o Diane Von Furstenberg”. La periodista Patricia Moreno situaba a la creadora en València, a donde había llegado siguiendo la pista alfarera para reinventarse como ceramista.
Hace unos meses, en Culturplaza, Vaia daba cuenta de su elección estratégica por la ciutat: “aquí tengo muchos proveedores y tengo acceso para ir a otros lugares donde trabajo. Aunque configurar la vida aquí lleva un tiempo, el papeleo es complicado…”. Valoraba por entonces cómo València le había ayudado a balancear mejor el trabajo con la existencia personal y le había traído a Mayo, su perro.
Ahora acaba de dar el siguiente paso. Una muesca más en su consolidación como rostro reconocible de una urbe que -burocracias al margen- fluye a favor de profesionales creativos que deciden rebajar sus revoluciones. Tina Vaia ha abierto su espacio. Lo ha hecho en la calle Cristo del Grau 3, a espaldas de la iglesia de Santa María del Mar. “Necesitaba -señala- un espacio que pudiera funcionar tanto como showroom como espacio de trabajo. Un lugar donde arquitectos, diseñadores e interioristas pudieran ver mejor las piezas cerámicas, pero que al mismo tiempo me permitiera trabajar con ellas de campera calmada”.
En el zaguán de su espacio, con reminiscencias a aquellos bajos imperecederos, recibe Mayo, convertido en una especie de imagen de marca y guardián. La consultora y ahora cerámica ha asentado con esta apertura su vocación de hacer de València un puntal nuevo en su carrera, que hasta 2018 se había desarrollado en Nueva York. “Cuando vine supe que estaba cambiando hacia una forma de vida diferente, mejor”.
La elección de coordenadas, en esta zona intermedia entre La Marina, la Avenida del Puerto y el Cabanyal tiene que ver con una pretensión -posiblemente extrapolable a la propia decisión de creadores extranjeros por situarse en València- de dejarse ver sin ser vistos demasiado: “se mantiene la esencia de barrio, con locales cerca que valoro mucho pero sin tener que lidiar con lo que conlleva estar rodeada de sitios donde todo el mundo quiere ir”.
En ese intento de equilibrio, comparte otra de las claves que le atrajeron de su nuevo destino: “València cubre muchas necesidades, pero es tranquila. Tiene mucha calidad de vida, pero al mismo tiempo suceden cosas muy variadas”.
El espacio, que ha diseñado junto a su pareja, Giulio Vaia (él fabricó los muebles, entre ambos los imaginaron) se sustenta en la apertura que como bisagra permite conectar el estudio y el showroom, de manera que el contacto permanente con las piezas genera un pensamiento constante sobre cómo evolucionarlas. “El hecho de que esté abierto facilita la creación de ideas entre todos los que trabajamos juntos”.
Algunas de esas piezas tienen forma de tótems de cuentas y están hechas con terracota y guiadas por la sorpresa y los colores mostaza y naranja. Fue la cerámica parte del señuelo que la fue trayendo hasta el Mediterráneo. Trabajando para Loewe viajaba hasta València, lo que le permitió acercarse a una artesanía que ya conocía tras haberse empapado del historial de Manises, ciudad creativa de la UNESCO.
Sus primeros días en esta antigua peluquería presagian otra posibilidad: el potencial que esconden multitud de viejos bajos comerciales como palanca para dar vida a las calles detenidas, un programa de activación y captación de creadores todavía apenas larvado.
Con las manos ocupadas, Tina Vaia apuntala su nueva vida. Y Mayo espera que la próxima pieza se acabe.