Cuando a mis 20 años en 1966 el Sindicato alemán IGM y el SPD me invitaron a mí y a otros compañeros universitarios de Valencia y de España a un curso en Lambrecht (Renania-Palatinado) estaba metido de lleno en la obra de Marx. Recuerdo que celebrábamos reuniones para analizar El capital, que nos costaba de entender. Otros libros del alemán nos resultaban más fáciles, como El 18 brumario de Luis Napoleón o los artículos de prensa de Marx sobre la política española del siglo XIX. Era más entretenido Engels y además trató la revolta del petroli alcoyana de julio de 1873 en medio de la demanda de una República Federal mientras se redactaba una nueva Constitución que había de definir si era Federal o Unitaria (léase el libro de Alejandro Nieto sobre las éntrelas de la Asamblea Nacional de La Primera República española).
Los republicanos radicales (llamados intransigentes) promocionaron el movimiento cantonal y proclamaron alzamientos del 5 al 15 de julio en diversas ciudades, entre ellas Alcoi y Valencia. Los cantones debían tener plena independencia, e incluso hubo declaraciones de guerra de unos cantones contra otros. El Cantón de Jumilla, por ejemplo, declaró la guerra a Murcia para no dejar sobre la ciudad piedra sobre piedra, y Cartagena pidió su incorporación a EEUU. En Los bakuninistas en acción Engels relata la revuelta alcoyana con el protagonismo de los antiautoritarios, los anarquistas, en la lucha que sostenía Bakunin contra Marx en la I Internacional. Ya en febrero 1873 se proclamó el Estado Federal Catalán que quedó disuelto en marzo. Los catalanes volverían a repetir un proceso parecido en 1934 y mantenerlo en 1936.
Pero en aquel curso, los socialdemócratas alemanes nos hablaron de Bernstein, y otros autores, que no interpretaban los acontecimientos sociales de la misma manera que Marx Hacia pocos años que habían abandonado el marxismo como única referencia teórica del socialismo en el Congreso de Brad Godesberg de 1959. El curso contenía temas variados y recuerdo que Ratzinger, profesor entonces de teología de la Universidad de Tübingen y futuro Papa, nos dio una clase sobre Lutero. Nos enseñaron a que las sociedades democráticas avanzan respetando a los adversarios políticos, y que la socialdemocracia (SPD) llegaba a acuerdos con otros partidos, como la Democracia Cristiana (CDU) o los liberales (LPD) en el Estado y los Lander, aunque no con la de Baviera donde mandaba Josef Strauss y había una democracia cristiana (CSU), con posiciones más conservadoras. Las mayorías parlamentarias se formaban en los distintos Lander con organizaciones dispuestas a gobernar juntas o conseguir respaldo parlamentario al margen de quien hubiera tenido el mayor número de votos. Algo que se hizo normal en los ayuntamientos y en las Autonomías configuradas con la Constitución de 1978.
Llevan ya varias legislaturas con gobiernos de coalición después de la unificación de Alemania con el canciller Helmut Kohl, como ha ocurrido en los países de la UE, aunque no en España, y cuando se plantea se aduce que los alemanes no son como los españoles. Claro, ni tampoco como los franceses, daneses, suecos, italianos, noruegos, etc. pero todas forman parte de la Europa Occidental con su tradición grecorromana, cristiana y de la Ilustración. ¿Somos tan diferentes? No lo creo. Ellos también padecieron una dictadura, tal vez más dura que la nuestra, y han encontrado un camino para solidificar la democracia.
Nosotros hemos aumentado las diferencias de manera exponencial cuando creíamos que habíamos solucionado el problema que destacaba mi profesor de Historia de bachillerato Leopoldo Querol en el Luis Vives entre un país que ha oscilado desde el siglo XIX como un péndulo entre una España unificada y otra descentralizada (carlismo contra liberales, federales contra unitarios, republicanos contra monárquicos, socialistas contra anarquistas, nacionalistas contra españolistas). Y creíamos, con la Constitución de 1978, que el problema quedaba resuelto, pero no ha sido del todo así, al contrario, los bloques incompatibles han crecido de manera geométrica. Los temas de Cataluña y Euskadi, y los que pudieran venir con Galicia y otras comunidades, no están del todo resueltos, como tampoco algunas cuestiones del Estado y las comunidades entre sí: el plan hidrológico, la financiación y otros temas que se plantean con la coordinación de la Sanidad y Educación, que son competencias transferidas. O entramos en un camino a la yugoeslava o resolvemos para el próximo siglo los problemas de mantener la unidad de España de una manera aceptable. Y eso solo puede resolverse mediante un gobierno de Gran Coalición. Ya están tardando…