En unas horas la presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Janet Yellen, anunciará la decisión sobre la política monetaria norteamericana donde se descuenta una subida de los tipos de un 0,25%
MADRID. Hoy se prevé que, tras 9 años de estímulos monetarios con el fin de favorecer el crecimiento económico, la Reserva Federal (FED) cambie el rumbo de su estrategia de política monetaria. Algo que vienen descontado los mercados desde hace semanas, como así se refleja en la cotización del dólar respecto al resto de divisas, entre ellas el euro. Con ello, el Banco Central norteamericano incrementará levemente el tipo de interés desde unos niveles que rondan el 0%.
Este cambio de rumbo en la travesía que inició la FED en abril del 2006 se fundamenta en un entorno macroeconómico favorable, motivado por una tasa de crecimiento del PIB del 2% y una tasa de desempleo del 6,2%, que se encuentra muy próxima a la tasa natural de desempleo (NAIRU). Pero no debe olvidarse que Janet Yellen, presidenta del mayor banco central mundial, se encuentra con una brisa en su travesía oscurecida por una tasa de inflación presionada a la baja, debido a la caída del precio de los productos energéticos, que acumulan una caída del 15% en lo que llevamos de año. Esto, sin duda, supone un riesgo para el objetivo de inflación del 2%, que tiene la FED al igual que el Banco Central Europeo.
¿Pero cuáles son los efectos de esta medida? Incrementa los tipos de interés y el precio del oficial del dólar se eleva lo que sin duda repercute de forma negativa sobre el coste de financiación de las empresas y del consumo en Estados Unidos. En cambio, los ahorradores norteamericanos salen ganando al verse incrementado el valor de sus inversiones. En este contexto, esta medida no sólo afecta a la economía de EEUU, sino también al resto de economías globales.
Un dólar más fuerte supone una posible fuga de capitales desde economías emergentes, afectadas ya por la caída del precio de las materias primas y otros riesgos económicos. Además, si se tiene en cuenta que muchas de esas economías emergentes tienen sus préstamos en dólares, los efectos negativos se acentúan debido al incremento que esta política monetaria supone sobre el valor de las deudas contraídas en esta divisa. Algo que indirectamente afecta a la economía española, dada la presencia de algunas empresas internacionales en Latinoamérica como BBVA y Repsol.
Para la zona euro, esta medida también tiene efectos significativos si se tiene en cuenta la última reunión del Banco Central Europeo (BCE) del pasado día 3 de diciembre, en el que se anunció una continuación de los estímulos monetarios a través del programa de compra de deuda, Quantitative easing. En este contexto, un dólar más fuerte supone un abaratamiento y un aumento competitivo en términos relativos de los productos europeos, lo que supone un impulso para las exportaciones y el PIB de la zona euro, así como un incremento del precio de las importaciones, que refuerza el objetivo del Banco Central Europeo de incrementar la inflación y situarse más cerca del objetivo de estabilidad de precios del 2%.
Pero este panorama de política monetaria en sentido opuesto entre el BCE y la FED no es aceptado con optimismo por todos los países de la zona euro. Alemania argumenta que el programa de estímulos monetarios del BCE puede tener efectos secundarios, porque lo que se necesita realmente en la eurozona es una serie de reformas estructurales y no una política monetaria ultra flexible en el largo plazo.
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Carlos Salvador es profesor del CUNEF