VALÈNCIA. Las quejas vecinales por la construcción de un macrohotel en el barrio de Sant Antoni - distrito de la Saïdia - no son las únicas muestras de desacuerdo con las que el proyecto se ha topado. El arquitecto valenciano Carles Dolç, defensor del urbanismo sostenible, compartió con los habitantes de la zona un documento en el que exponía su visión crítica sobre el futuro edificio que tiene planeado erigirse en el patio interior que forma el cruce de las calles Padre Urbano, Sagunto, Luz Casanova y San Bruno, al que calificó de proyecto "desmedido".
El escrito, titulado "Uns comentaris sobre CONJUNT HOTELER A LA SAÏDIA", es la reflexión que realizó una vez inspeccionados las fichas del proyecto y los planos del solar que lo acogerá. Un solar cuya principal peculiaridad es que no está cerrado por edificios, pues es accesible a través de la calle Guala, por donde está planeada la entrada principal del macrohotel.
Uno de los contraargumentos del arquitecto a la continuidad del proyecto se basa en la densidad poblacional que la Ley de Ordenación del Territorio, Urbanismo y Paisaje (Lotup) indica como máxima: 100 habitaciones por hectárea - ya superada actualmente en la zona (233)-. Con los datos que consultó, la densidad resultante tras la inauguración en la manzana sería de 615 habitaciones por hectárea, "más del doble de la densidad actual, superando ampliamente el índice de la Lotup".
La "congestión urbana" resultante no sería fruto exclusivamente del volumen de personas. Si bien la "potencial cifra" de habitantes podría ascender a 1.150 personas - más del doble de los actuales -, los vehículos también preocupan a Dolç y a los vecinos. Un total de 94 plazas de garaje se crearían para el hotel, pero sus propietarios no estarían obligados a reservar más, pues la normativa no obliga a ello a los hoteles de una sola estrella, como es el caso.
Además, como Valencia Plaza pudo saber gracias a vecinos de la manzana, esas nuevas plazas de garaje precisarían de obras previas al no gozar el espacio de un subterráneo para coches y motos. En boca de una inquilina de Padre Urbano, uno de los edificios abandonados ubicados en la calle San Bruno serviría de salida a ese aparcamiento.
Precisamente ese edificio escenifica otra de las problemáticas descritas en el documento. El Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU) fija el límite de pisos para las fachadas de la manzana en seis, aunque existen contrastes muy marcados pues, antes de la entrada en vigor de la normativa, algunas construcciones con menos pisos ya estaban allí. Sobre los planos, los distintos bloques que confeccionan el macrohotel constarían con partes superpuestas a estas fachadas de menor altura, lo cual dificultaría la iluminación y ventilación de los patios interiores de las mismas.
Las situaciones descritas y las implicaciones sobre la "vida vecinal" y la "habitabilidad urbana" recuerdan, según el propio Dolç, a la concentración "abusiva" que han sufrido distritos como Ciutat Vella, una de las zonas de la ciudad con más oferta de alojamiento turístico - más de 1.340 habitaciones existentes -. La gentrificación "reproduciría los problemas derivados del turismo de Ciutat Vella" pero con una densidad mayor al tratarse de una manzana.
Algo que preocupa sobremanera al vecindario es lo que pueda suceder con las naves industriales que aún se mantienen en pie en el patio interior. Formaban parte de una antigua fábrica que trabajaba con yute para crear productos como sacos y gozan de cierta estima entre la población de la zona. El PGOU contempla la edificabilidad de la zona donde se levantaron y aún siguen.
En base a lo que se puede ver en el proyecto, la constructora propone "reconstruir superficies ocupadas por la implantación industrial", lo que significa la "eliminación" de las naves para crear una "volumetría nueva" que pasase a formar parte de las instalaciones del macrohotel.
La alternativa del arquitecto tiene al color verde como protagonista: crear un espacio público con nuevos y viejos protagonistas. Tanto árboles, que se plantarían para adornar la estancia y "esconder" las fachadas interiores de los viandantes, como las clásicas naves convivirían en este nuevo escenario.