Los jardines de Viveros han vuelto a la vida, dejando atrás el comienzo pasado por agua de esta 57 edición de la Fira del Llibre. El esperado sol por fin alumbra las casetas, mientras los valencianos pasean con parsimonia a través de sus pasillos. Nada más llegar un enorme cartel, con el diseño de la artista Cristina Durán da la bienvenida a aquellos que se acercan al placer de la lectura en primera persona. En este se muestra la antigua torre del palacio de los jardines del real que al principio gobernaba la zona, en la que a día de hoy se extiende la Fira: “Como esta torre se destruyó esta es mi forma de recuperar el patrimonio perdido, a través de la ilustración”, desvela la artista. Este homenaje se ve plasmado también en los planos que sirven como mapa para todos aquellos lectores que buscan lecturas concretas, aunque siempre acaben encontrando un libro más que echar a la bolsa. Plano en mano y acercándonos a ellos Culturplaza recopila algunos de los nombres que más se han oído a lo largo de este primer fin de semana de la Fira del Llibre.
En el paseo siempre se ven todo tipo de personas, aunque algunos lectores destacan entre los demás por su dirección segura y marcada. Son aquellos que saben a lo que van, que miran el mapa con determinación y se acercan a su puesto de confianza para adquirir un libro en concreto. Es el caso por ejemplo de la profesora María, quien se acerca a buscar Monstruo Rosa, un cuento sobre diversidad para sus alumnos. En el camino no puede evitar cruzarse con Què construirem, de Oliver Jeffers, una historia breve sobre la creación de los planes de futuro. Y es que aunque no estuviera en sus planes es muy probable que acabe llevándose un tercer libro, a pesar de haber llegado tan determinada. Por otro lado Teresa si que lo tiene bastante claro, se acerca a los premiados. En su bolsa lleva La biblioteca de fuego por el que María Zaragoza ha obtenido el Premio Azorín de Novela 2022 y Últimos días en Berlín, de Paloma Sánchez-Garnica, que quedó finalista del Premio Planeta 2021.
Una lectora lleva un libro en la mano, que impacta por su gran tamaño y color. Sin quererlo María José va recomendando el álbum ilustrado Te quiero de Delforge Helene a aquellos con los que se cruza. De hecho confiesa que ya le han preguntado por la caseta en la que lo ha comprado: “Llevaba mucho tiempo buscándolo en librerías, para regalar, y por fin en la Fira lo he encontrado”. Marcos va directamente a por dos ejemplares de Cauterio, y consigue que su acompañante lo compre también: “Me lo leí hace unas semanas y necesito regalárselo a todo el mundo, aunque de momento empezaré por mi madre y mi hermana”. Al final de una larga cola Rocío espera impaciente con su hija Marina a que Pedro Mañas les firme el último tomo de la saga Anna Kadabra: “Gracias a Mañas mi hija y yo compartimos el placer de leer”, confiesa mientras Marina se esconde bien lejos de mi grabadora.
Entre las bolsas de los lectores que comparten sus compras a lo largo de este artículo casi siempre hay un añadido. Libros que se repiten entre las bolsas por diversos motivos, ya sea el boca a boca o la alta expectación por el propio “fenómeno autor”. Adela se lleva un ejemplar de Noruega de Rafa Lahuerta: “Me han dicho que habla de València de forma muy bonita, tengo muchas muchas ganas de leerlo”. A su lado Carlos también se lleva un ejemplar del mismo, aunque él por otro motivo: “Se lo voy a regalar a mi pareja, es sevillana y le vendrá bien para entender por qué quiero que nos quedemos a vivir a València”. Marta se lleva para regalar el nuevo libro de Rosa Montero, El peligro de estar cuerda: “Lo devoré en una semana. Se lo voy a regalar a mi madre para poder comentarlo con alguien cuanto antes”. A su vez lleva en la bolsa La ridícula idea de no volver a verte, también de la misma autora: “Es un libro que presté en su momento y nunca más recuperé. Me lo llevo como un regalo de mí para mí”.
Entre las firmas se ven extremadamente largas, como la que “provoca” la valenciana Alice Kellen, que firma El mapa de los anhelos. Unas 600 chicas jóvenes esperan su turno repasando lo que le van a decir a la autora. Marta e Irene son dos de ellas, ambas llevan el libro lleno de pequeños post-its de colores que marcan sus partes favoritas de la novela: “Me la he leído dos veces, le voy a preguntar que cuándo va a sacar sus siguiente libro”, confiesa Irene, quien también lleva en su bolsa Ciudades de humo, de Joana Marcús. Ambas lecturas las comparte con su círculo de amigas, y con la comunidad booktuber. Irene también lleva en su bolsa Los chicos perdidos, una novela de Raquel Mocholí que vio recomendada a través de uno de estos canales especializados, que sin duda parecen estar acercando a los jóvenes a nuevas lecturas.
Defreds, firma Ojalá. Claudia se mantiene firme en la cola mientras su acompañante le trae algo para picar mientras espera: “Me muero de ganas de conocer a Defreds. Este libro es tan bonito que me da hasta miedo que me lo firme”. Justo a su lado se encuentra Julia, quien compra algo suyo por primera vez: “Ya que estoy me voy a acercar a conocerle, pero me ha sido una casualidad. Me he enamorado de la portada y aquí estoy”. Ángeles se lleva de forma inesperada El diari de Laia, del dibujante Toni Caballero y el guionista Sergio Hernández, el motivo le traslada a su infancia: “Al verlo me ha recordado a unos libros que leía de joven, El mundo de Esther. Me hace ilusión revivir esa etapa de alguna forma”. En un viaje al pasado Joan se lleva La casita, un libro escrito por Virginia Lee Burton en 1942. La editorial Lata de sal lo rescata, y Joan se lo acerca a su hija en una versión renovada: “Lo tengo en casa pero está destrozado, ha sido verlo en un estante y querer llevármelo al instante”. Y con un color amarillo neón y un ciervo enorme en su portada Toronto de Felip Bens capta la atención de Eduard, quien se lo lleva desde las manos del propio Bens: “Me encanta la novela negra, así que es como si el libro me hubiera elegido a mi”, bromea mientras el autor se lo dedica.
No pueden faltar en este listado los “clásicos”. Esos libros que seguramente ya rondan por la casa pero una nueva edición supone una nueva excusa para comprarlos. Ángel se lleva Maus para sus hijos, que están tomándose un helado a la sombra mientras me enseña el ejemplar, y confiesa: “Yo tengo mi propio libro de Maus, pero quiero regalarles el suyo propio, tienen que leerlo sí o sí”. Carla lleva más de cinco libros entre varias bolsas, dos de ellos son libros que ya tenía, pero le han vuelto a enamorar. Se lleva dos clásicos ilustrados de Virgina Woolf: Una habitación propia y Al faro, ambos ilustrados por la artista Gala Pont: “Si por mi fuera me llevaría todos los libros de la Fira, pero no me caben ya en las estanterías”. Se agolpan entre las bolsas de papel de la Fira libros que ponen rumbo a una nueva casa, que serán prestados, manoseados, dedicados y regalados. Todo tipo de lectores se acercan a la Fira para encontrar su flechazo o rescatar antiguos amores literarios, todo ello serpenteando entre pasillos plagados de historias nuevas, edición tras edición.