VALÈNCIA. El Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de la Comunidad Valenciana (CODiNuCoVa) tiene nuevo presidente desde el pasado diciembre, Luis Cabañas, doctor en Medicina por la Universitat de València y especialista en nutrición de pacientes oncológicos, una rama a la que, tal y como afirma, sus padres preferían que no se dedicase. Aunque ellos le transmitieron su deseo de que siguiese enfocado a la Pediatría, terminó formándose para ayudar a personas que luchan contra el cáncer.
Cabañas, de 31 años, lidera un equipo joven con la mira puesta en la visibilización de los profesionales, la promoción de unas buenas pautas de conducta alimentaria o el estudio de cómo la situación socio-económica de los ciudadanos puede influir en su nutrición y, por consiguiente, en su salud.
Aunque son ya más de tres meses y medio al frente de la institución, prefiere contar los días que le faltan para concluir su mandato, en vez de enumerar los que lleva, pues tiene como máxima la creencia en los relevos directivos en las juntas de gobierno. Por el momento, afronta cuestiones de actualidad para el ámbito de la nutrición como el aumento de plazas estructurales en la sanidad pública valenciana - que únicamente aportará una plaza más para este tipo de profesionales -.
- ¿Cuál es la valoración que hacéis desde el Colegio respecto a las nuevas plazas que se añadirán a la plantilla de Sanidad?
- De las 6.000 nuevas plazas estructurales anunciadas, sólo una es de dietista-nutricionista, lo cual es a todas luces insuficiente. No para lo que el colectivo reclama a nivel de puestos de trabajo, sino que es insuficiente para la población. Me parece fundamental que el mensaje sea ese: no es lo que nosotros reclamemos porque queramos trabajar, es lo que la población requiere al ser una necesidad que no está cubierta.
- ¿De cuánto debería ser el aumento para cubrir esa necesidad?
- Si queremos llegar a mínimos, seguramente el número esté en unas 530 plazas. Para Atención Primaria existe una campaña llamada "1 para 50 mil", porque sabemos que necesitamos un dietista-nutricionista mínimo por cada 50.000 tarjetas sanitarias. Sin embargo, si nos vamos al aspecto más especializado, sabemos que necesitamos un dietista-nutricionista, al menos, por cada 100 camas hospitalarias. Esto nos llevaría a que, por ejemplo, en el hospital La Fe, se necesite al menos entre nueve o diez profesionales por las camas que tiene y luego otro más por cada unidad especializada: para trastornos de la conducta alimentaria, un nutricionista; en oncología, un nutricionista... Si hacemos un poco ese juego sabremos que hemos de tener, al menos, 530 plazas más para llegar a mínimos.
"No se puede comer mejor porque nadie te dice cómo hacerlo, hay un bloqueo institucional para ello"
- ¿Cuál es la plantilla actual en la sanidad pública?
- En atención especializada en hospitales de la Comunidad Valenciana hay ocho plazas. También han salido ahora cinco becas para salud pública.
- Los profesionales de Atención Primaria han vivido momentos de dificultad en su servicio durante los últimos años por la pandemia. ¿Los dietistas-nutricionistas también han notado su paso?
- La gran mayoría somos autónomos que estamos trabajando en consulta privada, pero las personas que han trabajado en hospitales nos han contado cómo estaba la situación; que trabajaban, como cualquier otro compañero, en evitar que hubiera desnutrición en los pacientes que estaban en la UCI. También evitando que se diera una descompensación a nivel renal o hepático si el paciente no podía comer. Que hubiera más confort. En definitiva, han trabajado mucho, tanto en cuidados paliativos como en prevención de la desnutrición. Lo que pasa es que no llegaban a todo.
- ¿Cree que Sanidad debe explorar más este área o tiene plena consciencia de su importancia?
- Todos estamos de acuerdo en que hay que comer bien, pero comer bien aún es un lujo, las capas más desfavorecidas tienen mayor tasa de obesidad. Y no olvidemos que no sólo eso, también presentan mayor tasa de cáncer, enfermedades raras concomitantes, hipertensión, diabetes... Lo que ahora mismo el Ministerio de Consumo llama 'pobresidad' se da, en definitiva, porque las necesidades son más acuciantes entre quien menos puede acceder a nuestros servicios. Porque ahora mismo nos ofrecemos en la privada, no en la pública. Estamos todos de acuerdo en que sí, tenemos que comer mejor, pero no se puede comer mejor porque nadie te dice cómo hacerlo, hay un bloqueo institucional para ello.
- La salud mental parece que comienza a coger fuerza en la agenda política valenciana con un futuro plan de acción a nivel autonómico. ¿Están ideando alguna propuesta desde su institución para combatir, entre otros, los Trastornos de Conducta Alimentaria?
"Muchas veces se transmiten mitos alimenticios porque no está a cargo un dietista-nutricionista"
- Hemos planteado tres tipos de líneas de trabajo para la salud mental y teniendo en cuenta a la trascendencia complementaria. La primera posibilitaría tener acceso a un profesional sanitario dietista-nutricionista en Psiquiatría, para que la persona no sólo tenga información de parte de especialistas de este campo o enfermería. La suya es una información súper útil y no es porque hagan mal trabajo, pero queremos complementarlo, queremos ayudarles en dudas que quizá no pueden resolver. En ese sentido, un dietista-nutricionista especializado en trastornos mentales, como hay un montón, podría apoyar el tratamiento concomitante de otras profesiones.
En segundo lugar, hemos planteado también que las unidades de, sobre todo, cirugía bariátrica o personas que siguen tratamiento por obesidad mórbida tengan acceso también al profesional de Psicología, porque nos estamos encontrando con muchas personas que tienen un trastorno por atracón, que es el más prevalente pero el más infradiagnosticado.
Y, en tercer lugar, que cuando se haga una promoción o una prevención de este tipo de trastornos alimentarios, el mensaje también esté verificado por dietistas nutricionistas desde Salud Pública. Muchas veces se transmiten mitos alimenticios porque no está a cargo un dietista-nutricionista, que es quien verdaderamente sabe de ello. El público general sabe de buscar en Google o de leer estudios con los que luego no pueden trabajar porque les falta la capacidad de interpretar gastronomías o pautas dietéticas como sí hacen los trabajadores de nutrición y dietética. Por eso, a la hora de hacer campañas de prevención o campañas de promoción de hábitos que intentan evitar este tipo de TCA, tiene que haber una persona verificando los mensajes.
- ¿Han identificado, en los últimos años, algún tipo de perfil más propenso a desarrollar este trastorno?
- Pues sinceramente, no soy especialista en el campo ni es mi tarea. Sería imprudente por mi parte posicionarme en este sentido. Asumo, por los estudios que he leído y por los compañeros con las que trabajo que llevan el tema de los trastorno alimentarios, que nos solemos enfrentar a perfiles más jóvenes, especialmente mujeres. Un poco estereotipado, pero es lo habitual. Cada vez hay más hombres, pero no sabría dar el dato. Lo mejor es que lo contestase una persona de esta rama.
- De lo que si está al tanto es del impacto de la nutrición en el paciente oncológico, su especialidad. ¿Cómo de fuerte es el vínculo entre la alimentación y la posibilidad de desarrollar esta patología?
- Desde 2008 sabemos que alrededor del 35% de todos los cánceres que se podrían producir en el mundo tienen causas directamente relacionadas con la alimentación. Además, el 20% tendrían que ver con la obesidad y, cerca del 6%, con el alcohol. Es decir, si hacemos un batiburrillo con esos números, en una franja entre el 44 y el 70 por ciento de estas afecciones verían su origen, en cierta medida, con la conducta alimentaria del paciente. Para contextualizar, el tabaco estaría relacionado con el 25%, por lo que la alimentación supone un factor de riesgo mucho más fuerte por una cuestión de exposición, ya que comemos unas tres o cuatro veces al día.
"Si no hay una alimentación adecuada, cada vez tendremos una población más enferma y con peor nutrición basal"
Cuando una persona ya ha sido diagnosticada con cáncer, desde el punto de vista de la nutrición se pueden conseguir tres cosas: prevenir una posible desnutrición, paliar los síntomas secundarios derivados del tratamiento y, sobre todo, dar seguridad. Hacer saber al paciente que no todo lo que ha leído en Internet es fiable, pues ahora un perfil muy recurrente es el de persona afectada que lo primero que hace es buscar alimentos que curen el cáncer, esto es, 18 millones de resultados en 0,74 segundos. La persona está muy expuesta y eso es un problema de salud pública que no está siendo abordado.
Si un paciente oncológico quiere ser atendido por un dietista-nutricionista, tiene que pagárselo o pertenecer a asociaciones con acceso a estos profesionales. No olvidemos que el 20% de personas que mueren por cáncer mueren con y por desnutrición, según datos de 2019 recogidos por la Sociedad Española de Oncología Médica. Un paciente desnutrido va a tener menos éxito terapéutico, más probabilidad de mortalidad por cualquier causa, mayor tasa de síntomas secundarios... Si se recupera, va a curarse peor y a tener peor calidad de vida, que es fundamental en cualquier estadio de la enfermedad, incluso en patologías sin cura. Si no tenemos una buena calidad de vida, ¿qué nos queda?
- Se habla siempre de la dieta mediterránea y la gastronomía nacional pero, ¿tiene España una buena cultura de la alimentación?
El informe de consumo de 2016 mostraba que, desde 2011, la población española consume 111,2 gramos de azúcar diarios, cuando el máximo marcado por la OMS es de 25 al día. En 2016 la gente consumía 226 gramos de verdura diarios, cuando lo aconsejable es 600, como mínimo. Se consume 270 gramos de fruta al día, cuando deberían de ser 500 gramos. Es decir, la población no come bien, y no por manías mías, sino porque los datos así lo reflejan. Nos enfrentamos a un aumento en el riesgo de sufrir ciertas patologías como el propio cáncer. En cuanto a hipertensión, por ejemplo, ha habido un incremento de un 26% de casos con respecto a 2017. Luego pasa que, cuando el paciente es diagnosticado, no tiene información a la que recurrir. Si no hay una alimentación adecuada, cada vez tendremos una población más enferma y con peor nutrición basal.
- ¿Una última reflexión que quiera compartir?
Estaba pensando esta mañana en un paciente que falleció, tenía un podcast: 'Omar se muere'. En sus últimos meses, hablaba de lo relevante que fue para él el apoyo de los sanitarios. No sólo le habían hecho estar mejor, también más seguro. Mi padre debutó de cáncer y pudo tener acceso a un profesional en nutrición porque lo tenía en casa y no había que pagarlo. Tuvo esa suerte, al contrario que otras personas que no pueden tener acceso a esa figura, que sé que se necesita.
Ese es mi punto, no reclamamos más plazas como mensaje corporativista, sino porque todos somos hijos de alguien que puede tener ciertos problemas que sabemos solucionar. Yo sé de calabacines, no de como tenía que entrenar mi padre o cualquier paciente oncológico, pero tenemos que apostar por la integración de diferentes figuras sanitarias que consigan dar el mejor apoyo posible. Necesitamos ayudar a la gente, por eso nos hicimos sanitarios.