La potencialidad de este nuevo universo aún está por explotar, y solo la creatividad de direcciones y políticas culturales multiplicará los efectos de un patrimonio antiguo para una sensibilidad nueva
VALÈNCIA. Los magníficos frescos de Charles de la Fosse representando la Resurrección de Jesucristo en el ábside de la Capilla Real. El relato de la visita al Palacio de Benjamin Franklin o Hester Thrale, junto a otros visitantes ilustres. El fomento del footing entre los bosques dela villa Real. Las tramoyas originales del Teatro de la Reina. Las picas de la entrada del Palacio cubiertas de nieve, una nieve intensa como la que ha caído las últimas semanas sobre París.
Las imágenes se acumulan sobre las cuentas de Instagram o sobre el Time Line deTwitter. Se responden unas a otras. Se reproducen, como la panorámica delas fuentes de los jardines de Versalles, o la delicadeza del “hameau de laReine”, ese poblado ficticio y delicado que Maria Antonieta hizo construir al lado de la Corte para pasear distraídamente entre granjeros cuando le viniera en gana.
Decía Jorge Luis Borges en el extraordinario cuento “El inmortal” que, cuando se acerca el fin, “ya no quedan imágenes del recuerdo, solo quedan palabras”. Y remata con este final rotundo: “Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras de otros, fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos”.
Venía a certificar una operación mental muy recurrente, la del predominio del relato sobre la historia o del lenguaje sobre la realidad. Recordamos, en fin, las mentiras que nuestro lenguaje ha construido sobre el pasado.
Si Borges viviera, comprobaría que planeamos sobre un vacío distinto. Pero vacío, al fin y al cabo. Los instagramers compartimos compulsivamente imágenes elevadas a categoría de acontecimiento. La mirada entrecerrada frente al sol de febrero. La seriedad frente al espejo. Un cuadro de José María Fenollera (en el año de su centenario) en un rincón tenebroso. La portada de un libro de Edurne Portela sobre la violencia etarra. Y saber que, cuando se acerque el fin, solo quedarán imágenes. Imágenes mutiladas, desplazadas, almacenadas en una nube virtual a las que alguien pondrá like mientras revisa su teléfono móvil.
Uno se puede pasear por todas las estancias, relatos y acontecimientos que suceden en la maravillosa cuenta de Twitter delPalacio de Versalles. Uno puede parecer un runner que se cuela por entre los bosques de Luis XIV. O que disfruta del manto blanco de la nieve sobre los pabellones que habitó Maria Antonieta, antes de que la guillotina viniera a poner alma, orden y sentido al siglo de las luces.
Algunos buenos museos y algunas buenísimas bibliotecas han sabido aprovechar el nuevo ecosistema virtual para proyectar el patrimonio sobre millones de lectores que pululan por la red. Renuevan así una relación entre el usuario (llámale ciudadano) y la cultura basada en la experiencia, en el capricho, en la innovación o en la curiosidad, pero que no niega el aprendizaje ni el conocimiento. Volver contemporáneos los magníficos monumentos del pasado.
Como ejemplo de esta nueva relación, el Palaciode Versalles dispone de una web conectada a su cuenta de Twitter, de Instagramy de Facebook; soportes en los que másde un millón de usuarios pueden observar las nuevas publicaciones, tuitear,retuitear, o incluso jugar a adivinar en qué estancia del Palacio se encuentrael dibujo al fresco de un querubín determinado, o participar en un concursosobre quién ha sacado la mejor instantánea de Versalles bajo la nieve.
Porque el patrimonio no puede quedar relegado a los libros de historia de bachillerato, ni a las guías de viaje, ni a las preguntas del Trivial. Una de las mejores estrategias de comunicación y de promoción del patrimonio en Francia ha sido proyectar los siglos de historia y la fascinación por los castillos sobre la red, proponiendo juegos con los internautas, dando protagonismo a los visitantes o dialogando con la actualidad.
Son multitud: Château de Versailles, Château d'Amboise, Château de Chenonceau, Château de Chambord, Château de Blois, Châteaude Fontainebleau, Château de Vaux-le-Vicomte. Cada cual en su estilo, recrean aspectos cotidianos de la Edad media o del Renacimiento, celebran efemérides, explican acontecimientos históricos, o dan a conocer la relación del castillo con Molière o Mme. de Staël.
Resulta fácil explicar el potencial divulgativo y la capacidad de atracción que suponen estas plataformas y actividades. Pero también resulta evidente de qué manera los Castillos del Loira en tanto que marca turística, o los castillos deFrancia en general, han sabido aprovechar las nuevas tecnologías para seguir siendo un reclamo para visitantes, más allá de la cercanía de un aeropuerto con aviones low cost.
Porque la nueva estrategia cultural no pasa por informar, sino por entretener. Por entretener con juegos y descubrimientos. Por entretener también en el mal sentido: en hacer perder el tiempo a una persona admirando una estatua ecuestresobre una nube negra, o una lago dieciochesco completamente helado, sin que ello vaya más allá de la mera admiración. ¿Qué es, si no, la belleza?
La potencialidad de este nuevo universo aún estápor explotar, y solo la creatividad dedirecciones y políticas culturales multiplicará los efectos de un patrimonioantiguo para una sensibilidad nueva.
A los 50 años de su apertura al público, Vaux-Le-Vicomte anuncia para 2019 la posibilidad de realizar visitas guiadas con reproducción de sonido en tres dimensiones para recrear un “universo sonoro natural”. Fontainebleau conecta en directo con una televisión de île-de-France para promocionar una exposición de Napoleón y los paseos temáticos a partir de los cuentos de Perrault. Blois permite recorrer estancias perdidas gracias a la reconstrucción digital.
Chambord se prepara para celebrar sus 500 años de historia con imágenes de ciervos de la campiña y promociones de vino tinto.Y ha desarrollado, además, un videojuego un tanto chusco titulado Go François go! en el que el premio consiste en un fin de semana en el castillo “tras los pasos de Francisco I”. Para rematar, Amboise presenta las inscripciones de sus piedras como si fueran grafitis, y celebra San Valentín con un collage entre Francisco I y su amante Françoise de Foix. Por no decir qué usos educativos pueden despertar.
Para los puristas, sacrilegio Para los frívolos, festival
Razón de más para proyectar y promover una nueva manera de hablar de patrimonio, de conectarlo con las nuevas generaciones y de permitir un acercamiento más allá del espacio y del tiempo. De consolidar marcas culturales. Y de sobresalir entre reclamos banales o, si no banales, seguro innumerables.
Parece impensable a estas alturas de siglo no emprender el camino, no de la digitalización del patrimonio, sino de la actuación en red de ese patrimonio. Con un lenguaje que ni reproduce ni sustituye a lo analógico o lo físico, y con unos atractivos que circulan de pantalla en pantalla, de móvil en móvil, admirando la nieve que ha caído la última semana en Versalles. Ese lugar al que volvemos a tener ganas de ir.
Los Arcos de Alpuente es considerado Yacimiento Arqueológico y declarado Bien de Interés Cultural (BIC), en la categoría de Monumento