La visita “destroy” de Eddie Betrand. El apoteósico concierto de despedida de Wau y los Arrrghs!!! en 2017. El descubrimiento de MFC Chicken o Blind Shake. Repasamos hitos y anécdotas de uno de los festivales de nicho más consolidados del país. El 24 y 25 de mayo celebrarán su XVI edición en una nueva ubicación: la Sala Repvblicca de Mislata
VALÈNCIA. Comenzó como una pequeña fiesta entre grupos amigos y ha terminado posicionándose como una cita imprescindible para fanáticos de la música surf de todo el territorio nacional. Siempre se cuenta que el Surforama se gestó en Picassent, pero la realidad es que este festival partía de un claro referente anterior, el Reverb in the Olivas que se organizaba a principios de los dosmiles en la conocida sala La Tetería de Úbeda. A Juan Diego Sanchis (actual guitarrista de A-Phonics y anteriormente involucrado en otras bandas como The Vibrants, Lee y los Harakiris y Blue Marinos) le encantó el formato y la propuesta de los andaluces y quiso trasladarla a València. Esa primera fiesta de 2005 en El Loco (bautizada como Vintage Surf Party) animó a Juan Diego a subir la apuesta. Al año siguiente nacía oficialmente el Surforama, un festival de dos días de duración en la sala Wah Wah (armada, eso sí, con poco más de siete bandas). Los Coronas, Imperial Surfers, los valencianos Chewbacca’s, Los Pataconas… “Tiraba sobre todo de colegas; aun así, los cuatro o cinco primeros años no dejé de perder dinero. Luego vinieron años de ganar 200 euros, o empatar y quedarte prácticamente igual”, comenta Sanchis, que dejó hace seis años su anterior trabajo para dedicarse en exclusiva a la producción de giras y festivales a través de la promotora El Mico.
El Surforama creció en ambición, ganó un nuevo socio -el conductor del programa El Sótano de Radio 3, Diego RJ- y cambio de ubicación a La Rambleta, donde echó raíces y conformó una masa de público muy fiel. (De este, solo el 40% es valenciano. El 50% procede de otras partes de España, y un 10% del extranjero.) Durante los últimos años, “los dos diegos” han recibido propuestas para trasladar el encuentro a otras ciudades como Santander o Bilbao, pero por el momento siguen considerando la capital del Turia como una plaza idónea. “Tradicionalmente ha sido una ciudad con mucha música y mucho rock’n’roll. Sigue habiendo un buen número de bandas que se renuevan año tras año manteniendo así un público con una media de edad menor a la del resto de España. Y es una ciudad donde a la gente le gusta bailar y lo hace sin complejos. ¡Todo encaja!”, comenta el locutor madrileño.
Este año, el Surforama se traslada por primera vez a la sala Repvblicca de Mislata. Los organizadores aseguran que no superarán su aforo habitual de 800 personas, a pesar de tener capacidad legal de ampliarlo hasta 1.500 y de haber agotado todas las entradas en las últimas ediciones. “El tamaño del Surforama es perfecto, es más el de una gran fiesta privada que el de un festival -apunta RJ-. Nos permite ofrecer una comodidad a los asistentes que con mayor concurrencia no sería posible. En realidad, el cambio a Repvblicca no ha sido para ampliar aforo, sino por logística; Rambleta nos tenía que reducir el aforo de anteriores ediciones y lo que no podemos hacer es decrecer. Lo de Madrid ya se intentó y no funcionó. El Surforama está ya estrechamente ligado a la ciudad de València, y también lo está su identidad”.
“Nuestro problema es que somos unos flipados de este género y nos emocionamos con facilidad. No lo vemos como un negocio, sino como la oportunidad de montar el festival al que nos gustaría ir. Al final, el criterio que impera no es el económico. Procuramos tener la mente fría, pero a veces se nos va la olla y contratamos a bandas muy caras. El resultado es que después vamos con el culo prieto hasta el día de la apertura”, comenta Juan Diego entre risas.
Trece años y quince ediciones después -el descuadre se explica por los años en los que el festival de desdobló en dos ediciones, una veraniega en Madrid y otra invernal en Valencia-, es hora de hacer balance. Son muchas las cosas que se cuecen en la trastienda de los festivales; y “los dos diegos” conocen bien esa delgadísima línea que bascula constantemente entre el caos y el orden, entre el estrés divertido y el más angustioso de los infiernos.
Como cuando el Surforama se anotó en 2017 el punto de acoger la despedida final y definitiva de los valencianos Wau y los Arrrghs!!!, una de las bandas más celebradas de la escena garage española de todos los tiempos (y también una de las de mayor proyección internacional). La Rambleta estaba abarrotada hasta la bandera por un público absolutamente enardecido (incluso había australianos que habían viajado ex profeso para asistir a ese concierto). Ese día se hizo historia, pero de puertas para adentro la experiencia fue algo aterradora. “Es uno de los bolos que más he sufrido en toda mi vida -explica Sanchis-. Diego RJ se tuvo que ir a Madrid ese día porque tenía que hacer un programa en directo del que no se podía escapar. Yo estaba solo, sin mi paño lágrimas (ríe). Las entradas para ese día se agotaron rapidísimo, y la gente vino con muchísimas ganas. Aquello fue una salvajada. La gente estaba ida, las vallas de delante del escenario volaban por los aires… yo estaba muerto de miedo por la seguridad del evento. Pero una vez pasó, la sensación de satisfacción fue total”.
También RJ incluye ese concierto entre los mayores hitos del Surforama: “Nokie Edwards de The Ventures, Eddie Bertran de The Bel-Airs y Gary US Bonds. Han sido los únicos tres conciertos de estas leyendas en nuestro país. The Neanderthals por el juergón que montaron sobre el escenario. Y sí, la inolvidable noche de despedida de Wau y los Arrrghs”.
“Anécdotas hemos tenido para aburrir. De hecho, RJ ha ido confeccionando un diario a lo largo de los años que molaría mucho reunir en un libro algún día”. Algunas han sido muy divertidas. Otras no tanto. Y unas y otras están protagonizadas a menudo por viejas glorias del rock and roll con las que no resulta fácil lidiar cuando se presentan en carne y hueso. (De eso saben también mucho Paloma y varo, fundadores del Funtastic Festival, como ya relataron a Culturplaza hace tres años).
Eddie Bertrand, sin ir más lejos. Fue todo un logro para el Surforama traer a este pionero del surf que ha dejado atrás numerosos clásicos junto a The Belairs o Eddie and the Showmen. “Desde el momento en que lo recogí del aeropuerto, todo fueron desdichas. Había venido desde California a Madrid en pleno mes de febrero con una camiseta de manga corta y unas chanclas. Lo primero que me dijo es que necesitaba calcetines y pasta dientes. Era un jipi que llevaba muchos años viviendo en una cabaña, y tenía muchos achaques de salud. Lo malo no fue eso, sino que resultó ser un caradura de cuidado. Me llamaban del hotel cada dos por tres amenazándome con echarlo. Intentaba ligar con la recepcionista del hotel; se cargó el ascensor; rompió todas las botellas de licor de la habitación; fumaba marihuana como un animal… Lo peor fue que los A-Phonics éramos su banda de acompañamiento, y cuando nos dispusimos a ensayar, Eddie empezó a quitar canciones del repertorio porque no se acordaba, o porque eran demasiado rápidas para que las pudiese tocar. Nos pidió un ampli para quedarse en la habitación estudiándose los temas”. “Luego, cuando ya ha pasado el festival y el estrés, lo recuerdas con cariño. Su concierto en el Surforama fue uno de los últimos de su vida. Estaba enfermo de cáncer y murió unos meses después. Se organizaron varios conciertos benéficos para reunir el dinero suficiente para darle sepultura, y nosotros también contribuimos enviando algo de dinero”.
La experiencia con David Marks fue también memorable, aunque por distintas razones. “Tener la posibilidad de tener entre nosotros a un miembro original de Beach Boys es como tocar con los dedos la época dorada del surf”. Marks, un hombre de carácter rebelde al que se conoce también como “the lost Beach Boy” -puesto que grabó solo tres discos con ellos con poco más de 14 años- firmó posteriormente un disco magistral con David Marks and The Marksmen al que también se quiso rendir homenaje.
También han existido momentos celestiales. Como cuando actuó Nokie Edwards de los Ventures. “Imagínate, la banda más importante del rock´n’roll instrumental de todos los tiempos, influyente para gente como David Bowie… Era mi sueño, y conseguir traerle a España es lo más grande que voy a lograr jamás en mi vida. También en ese caso los A-Phonics fuimos su banda acompañamiento. Cuando tocamos los primeros acordes de “Walk, don´t run”, sentí que tocaba el cielo”. Otro apunte: Edwards, que vendió millones de discos en su juventud, también murió en la indigencia. Y su sepultura también se financió con la ayuda de fans de todo el mundo.
“Hay muchos casos de este tipo en el surf, porque hubo muchos artistas que lo petaron en los años sesenta cuando eran muy jóvenes, y sufrieron el efecto futbolista. No supieron gestionarlo. Un libro donde se ve eso muy claramente es la impresionante biografía de David Marks”, añade Sanchis.
Además de las viejas glorias y el sonido vintage (es uno de los pocos festivales que se preocupan de poner a disposición de los músicos backline original de los años sesenta), una de las características del Surforama es que en sus carteles siempre hay alguna sorpresa oculta. Una o dos bandas apenas conocidas en España, pero que saben que van a deslumbrar. “Son grupos que sabemos que no nos van a ayudar a vender entradas, pero que son la bomba y van a dejar boquiabiertos a nuestro público”. Ocurrió en ediciones anteriores con MFC Chicken (convertidos hoy en un fenómeno) o con Blind Shake (una apisonadora que dejó a los presentes estupefactos. Este año contarán con grupos fetiche como The Bomboras, The Cynics o The Barbwires, pero… ¿cuál será la sorpresa oculta del cartel de esta XVI edición? “Sin duda, los mexicanos Matorralman. La gente se va a enamorar de ellos”.
Apunten, señores.