ALICANTE. Los cambios que se están sucediendo en el PP de Alicante, el principal bastión de la formación popular en la Comunitat Valenciana, podrían trasladarse en breve a la dirección regional. La salida de José Císcar deja a Isabel Bonig muy tocada, y su liderazgo, a merced de Madrid, y sin el principal respaldo, el PP de la provincia de Alicante, quien hasta el momento le guarecía ante Génova. Hace meses que la dirección nacional marcó una hoja de ruta para dar un cambiazo al PP alicantino, que puede tener consecuencias en València y en el resto de la Comunitat.
La primera opción pasaba por saber con qué poder territorial se tenía. Y la conclusión es que los populares sólo han logrado mantener grandes plazas en Alicante: gobiernan en Orihuela, Torrevieja, Benidorm, Alicante y la Diputación, en algunos casos, con el respaldo de Cs. En Castellón, además, se ha perdido la institución provincial y se han mantenido ciudades como Segorbe y Onda, y en Valencia, el poder queda reducido a municipios pequeños y medianos. Desde entonces, y tras la marcha de César Sánchez, Génova trabaja en aupar a Carlos Mazón como presidente de la Diputación de Alicante y, además, como nuevo hombre fuerte de la organización. Pese a que Mazón supone la vuelta de un antiguo colaborador del denominado ripollismo, la operación parece haber contado el visto bueno de los alcaldes de Torrevieja, Eduardo Dolón; Benidorm, Toni Pérez, y como no, del de Alicante, Luis Barcala, que es quién acogió a Mazón en su lista municipal.
Ese cambio, que se ha consumado este martes, con la marcha de José Císcar, sitúa en Alicante el eje del poder popular, además, en plena sintonía con Génova. ¿Cuál es el siguiente paso? Todo hace indicar que la dirección nacional hará movimientos en la dirección del grupo parlamentario del PP de les Corts Valencianes, para darle un nuevo impulso o situarlo en sintonía con el PP de Alicante. ¿Cómo y cuándo? Esas son las grandes incógnitas. Pero de lo que no hay duda es que Génova actuará, sin esperar a un próximo congreso.
Aunque Bonig avaló la opción del relevo en Alicante, con Mazón primero en la institución provincial y más tarde al frente del partido, no queda inmune ante Génova: el partido respetó las listas autonómicas elaboradas por las direcciones provinciales, con mayoría de sorayistas, pero situó peones afines para tener un plan b si finalmente no daba la fórmula andaluza, como así fue.
Bonig ha perdido su principal respaldo, que era José Ciscar, y tampoco tiene fuerza en Castellón: Miguel Barrachina, también en las Cortes Valencianas, sigue retratado como una persona ligada al sorayismo, como Bonig y Císcar. Además, no tiene poder territorial en otras provincias para exhibirlo. Bonig está a merced de Génova.
Una primera opción podría pasar por un relevo pactado, como el de Alicante. Bonig podría dejar la presidencia del PPCV y consensuar un nuevo portavoz con vistas al próximo curso político. En todo caso, debería ser, eso sí, una opción consensuada. La otra opción es que, igualmente, Bonig y Génova pacten una solución intermedia: que la mantengan en el cargo de portavoz y de presidenta del PPCV a cambio de una reestructuración de los órganos directivos. Y ese cambio pasa por relevar a la secretaria general, Eva Ortiz. Y, ¿por qué Ortiz? Las relaciones entre Ortiz y el engranaje de Génova no han sido buenas desde hace meses. Hay dos casos en lo que la paciencia de la dirección nacional ha estado a punto de saltar por los aires: la primera, la crisis de Orihuela, donde el PPCV de Bonig con petición de expresa de Ortiz se empeñó en nombrar a otro candidato a la Alcaldía de Alicante, lo cual obligó a Teodoro García-Egea a salir en defensa de Emilio Bascuñana. Y la segunda, el cuestionamiento de que César Sánchez pudiera optar a dos cargos: diputado y presidente de la diputación. Algo que al final no pasó, pero no gustó que se criticara en público.
Y puede que finalmente que la salida de Císcar quede sólo como una aviso para navegantes, sin olvidar que Génova puede actuar en cualquier momento. Puede resolver primero, por ejemplo, la cuestión provincial de València, donde ahora hay una gestora, consumar lo de Alicante, y buscar otro perfil en Castellón. Todo ello desembocaría en un congreso regional en la que Bonig, o se gana de nuevo la confianza de Madrid, o quedaría finalmente relegada a nivel orgánico y, por extensión, de la portavocía del grupo parlamentario de las Cortes Valencianas, donde todavía mantiene a muchos diputados fieles.