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La nave de los locos / OPINIÓN

La pareja feliz

Felicitamos a Pablo e Irene porque han triunfado agitando la bandera de los pobres. Ya se repartían el poder en su partido y ahora ocupan dos asientos en el Consejo de Ministros. No existe un solo Gobierno occidental en el que el vicepresidente elija a su pareja como ministra. Pero España vuelve a ser diferente   

20/01/2020 - 

El teléfono no sonó. En vano esperé día tras día mientras goteaban los ministros del grifo del Gobierno interminable. Hasta el final guardé la tímida esperanza de que si no era nombrado ministro de Educación y Descanso, al menos se acordaran de mí para una secretaría de Estado o, en el más humilde de los supuestos, se me designara asistente de la señora Delgado, flamante fiscal general del Gobierno. 

Pero no: mi nokia no emitió la señal esperada que me hubiese evitado volver a mi trabajo. He de conformarme con lo que tengo e ir tirando como pueda, mientras se acercan las Fallas y la vida se ve con otro color de ojos, más inclinado al optimismo. 

Pablo e Irene han constituido una sociedad anónima que les rinde obscenos beneficios. Eso sí, todo lo hacen por la clase trabajadora y para combatir la amenaza fascista

Quede claro que no soy analista político ni lo pretendo, pues dedico el tiempo a cuestiones más útiles y agradables. Sin embargo, no me resisto a opinar sobre la feliz pareja que ha sido premiada con dos sillas en el Consejo de Ministros. 

El señor Pablo Iglesias y la señora Irene Montero, vecinos del municipio madrileño de Galapagar, protagonizan un caso insólito en el mundo occidental. No creo que haya un solo Gobierno de un país democrático en el que el vicepresidente elija como ministra a su pareja. Si esto no fuera suficiente desfachatez, ese vicepresidente es el líder del partido y su pareja es su número dos. Lo tienen claro: ¡a pillar cacho!  

¿No había nadie más para Igualdad?

Este pobrecito hablador, este humilde cronista se pregunta, un tanto ingenuamente, si no había en todos los círculos, cuadrados y triángulos morados de Podemos una sola mujer, repito, una sola mujer que reuniese tantas o mejores cualidades que la señora Montero para ser ministra de Igualdad, cartera pensada para avivar la guerra de sexos. Seguro que encontraríamos a una militante de Podemos con un currículo laboral más extenso que el de doña Irene, que sólo trabajó de cajera en una tienda de electrodomésticos durante un año. Estoy convencido de que la habrá, pero permanece oculta para no hacerle sombra a la pareja del Líder. 

¿Qué hubiese dicho la izquierda si el señor Mariano Rajoy hubiese nombrado a Viri, su mujer, ministra de Defensa? ¿Se hubieran manifestado el señor Baldoví y la señora Oltra frente a la sede del PP si don Pablo Casado hubiese nombrado ministra de Sanidad a su esposa Isabel, en caso de haber ganado las elecciones? Hubiera ardido Troya. Rajoy y Casado hubieran sido acusados de utilizar sus cargos en beneficio propio, de practicar el nepotismo y de ser, en suma, unas malas personas. Pero como la pareja de la que hablamos pertenece a un partido de extrema izquierda, todo se les permite. Doble vara de medir para la derecha y la izquierda.

Hay que admitir, aunque nos duela, que Pablo e Irene han sido los triunfadores de las elecciones del 10-N. En pocos años han pasado de hacer escraches en la Universidad a formar parte del Gobierno de España. Se han hecho ricos agitando la bandera de los pobres y los descamisados. Según su última declaración de bienes, poseen siete propiedades. A partir de ahora, cada mes ingresarán más de 14.000 euros.  

Ellos, que son tan comunistas, siempre prestos a meter el dedo en el ojo de quien con su trabajo y esfuerzo ha formado un patrimonio, han constituido de facto una sociedad anónima que les rinde obscenos beneficios. Eso sí, todo lo hacen por la clase trabajadora y —no lo olvidemos— para combatir la amenaza fascista. ¡Qué sería de ellos sin el peligro de la extrema derecha, que da tanto de sí!

Los Ortega, Perón y Kirchner, ilustres precedentes

Que estos dos prendas (él era patrón de ella cuando se liaron) hayan entrado en el Gobierno puede ser legal, pero no resiste el más mínimo examen ético ni mucho menos estético. La presencia de esta pareja de oportunistas en el Ejecutivo me recuerda a otras que han merecido el juicio negativo de la historia. Miremos a América, tierra de caudillos importados de España. En Nicaragua aún resiste el matrimonio Ortega; y en Argentina cabe recordar a los fascistas-peronistas Perón y Kirchner, sucedidos por sus legítimas. 

Por compartir la misma ideología, si bien en contextos muy diferentes, pues uno es democrático y el otro totalitario, los dos dirigentes de Podemos se parecen más a Nicolae y Elena Ceaucescu, ejecutados por sus crímenes en Rumanía hace treinta años. Aquel matrimonio de sátrapas había ahogado las protestas de su pueblo en sangre. Los rumanos se habían levantado contra ellos, hartos del hambre y la falta de libertad.

Pablo e Irene deben de haber oído hablar de la matanza de Timisoara. Es un episodio conocido de la historia criminal del comunismo, la ideología de los cien millones de cadáveres (¿o eran sólo ochenta?) que toma asiento, cada martes, en el Consejo de Ministros.  

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