ALICANTE. Los trabajadores en remoto y los nómadas digitales no han surgido hace poco. Valen Correa es un ejemplo de ello. Esta emprendedora colombo-española está basada en Berlín, donde trabaja y vive remotamente desde hace más de seis años. Es experta en marketing y "viajera empedernida", como se define, así como directora de marketing de Bunny Studio, empresa Remote First con base en San Francisco y con 75 miembros del equipo repartidos por el mapa. Además, es directora de la agencia de marketing Comando T OÜ, con equipo y clientes en cinco zonas horarias distintas. En esta entrevista con Alicante Plaza, tras su participación en el "I Congreso Internacional sobre Teletrabajo y Nómadas Digitales", explica su visión del panorama laboral que "vive una nueva revolución" y donde "no veo un mundo ni un futuro sin trabajo remoto".
¿La afirmación de que no ve un futuro sin trabajo en remoto es personal o a nivel global?
Es absolutamente global. Yo ya empecé hace bastantes años, cuando parecía que no acababa de entenderse, pero ahora las empresas se dan cuenta del concepto, de que deben engancharse a é. Es una revolución digital. Tal y como está el momento laboral hoy, no hay forma de evolucionar que no pase por el trabajo en remoto. En su momento la revolución industrial llevó a los trabajadores a las fábricas y a las jornadas de ocho horas, y hoy nuestro paradigma pasa por una nueva forma de concebir el trabajo.
¿Cómo comenzó tu periplo como trabajadora en remoto?
Fue por casualidad, no me lo había planteado. Yo trabajaba como freelance, con internet como aliada. Comencé así a trabajar remotamente, y poco a poco afianzando mi trabajo gracias a redes de gente que también trabajaba del mismo modo que yo y con mis mismas inquietudes. Después, pasé un año en una oficina de Berlín -pensando que mi vida de freelance se acababa y que había sido una fase antes de este tipo de trabajo- cuando se me presentó la oportunidad de viajar a otro país. Propuse la posibilidad de realizar trabajo en remoto por un tiempo desde fuera de Berlín para esa empresa y se negaron alegando que "si tú lo haces, todo el mundo querrá". Y pensé ¿qué hay de malo si fuera así? Ahí me di cuenta de que mi modo de trabajo, a distancia, no era una fase como la de ser punk de adolescente, sino un modo de considerar mi vida laboral, y seguí apostando por ello.
Uno de los primeros trabajos en remoto fue para empresas en Latinoamérica, que asumían que no encontraban cerca el talento que necesitaban y que sabían que tenían que buscarlo fuera y que esas personas no se iban a mudar allá. Ahora, como curiosidad, aquella empresa de Berlín que no quiso permitirme el trabajo en remoto, sí que ofrece a sus trabajadores la opción de teletrabajar.
¿Es difícil encontrar el lugar ideal para trabajar en remoto? ¿Cuáles son las claves de un destino para ello?
He trabajado en lugares absurdos, me muevo mucho. Creo que un lugar que tenga, como básico, un buen acceso a internet y que reúna a una comunidad de gente con inquietudes y necesidades similares, es suficiente. No hace falta más para ser trabajadora en remoto. También ayuda la facilidad de trámites, que si quiero irme no me lleve un mes entero de burocracia.
¿Cómo se organiza el trabajo en remoto y qué lo diferencia de las empresas que no lo hacen?
Es un trabajo muy diferente al de empresas al uso. Las personas son reticentes a cambiar. La covid-19, en el sentido laboral, abría una puerta a la preocupación y otra a la esperanza. La de la esperanza era por la posibilidad de que se fomentara el trabajo en remoto. La preocupación, era porque las empresas la iban a hacer obligadas, sin tiempo de prueba-error, sin conocer ese mundo y sin estar preparadas. Esa organización del trabajo en remoto no es tan sencilla como pensamos. Hay que mejorar, mucho, la comunicación por escrito, es esencial. Después, es muy recomendable que las empresas estén totalmente digitalizadas, donde yo trabajo es así al 100%, con herramientas y plataformas de trabajo digitales. Apenas trabajamos con mail. Todo eso es un cambio de mentalidad completo, no un parche como el que han tenido que hacer muchas firmas para seguir funcionando durante la pandemia. Se debe preparar a la gente, hacer trabajo colaborativo, preparar al equipo para que conozca bien las herramientas de trabajo.
Pone a Estonia como ejemplo de país ideal para trabajar en remoto. ¿Qué cualidades tiene para serlo?
Entendieron el concepto pronto y decidieron poner recursos para ello en 2014, cuando nadie más lo estaba pensando. El concepto de nómadas digitales no es una fase, lo escucho desde hace ocho años y no va a pasar. En Estonia nos tomaron en serio, tanto como para formar un programa gubernamental donde ponían trámites muy sencillos, aún así, siempre hay cosas que aún se deben mejorar. Hicieron el proceso muy simple, y eso es clave, ahí es donde falla el 90% del resto de países.
Una encuesta reciente en Estados Unidos tras la covid-19 daba datos de que un 80% de trabajadores ya no querían volver a las oficinas. Los jefes no lo veían así. Hay que salir de las cuevas y apostar por la responsabilidad y confianza en que la gente va a hacer su trabajo esté donde esté.
¿Qué puede aportar al trabajo en remoto un lugar como España, y en concreto, Alicante?
España tiene un potencial enorme, como Portugal. Algunos lugares como las Islas Canarias lo están haciendo muy bien. El potencial es gigantesco, pero si no se traduce en hechos, no sirve. La situación geográfica es ideal, y el clima envidiable, hay que apostar por potenciar el trabajo en remoto, no dormirse en los laureles y ponerse a trabajar en asociaciones para fomentar el trabajo en remoto, en dar instrucciones y, también en superar la deuda que tenemos en conocimiento de otros idiomas.