VALENCIA. El 3 de julio de 1995 se producía el cambio de ciclo en la Comunitat Valenciana. Joan Lerma dejaba de ser presidente de la Generalitat tras la victoria del PP en las elecciones, que alcanzaba el Gobierno con Eduardo Zaplana al frente y el respaldo de Unió Valenciana. Terminaban así 13 años de reinado del PSPV en el Consell, aunque la leyenda política del dirigente socialista no iba a dejar de crecer: de inmediato fue nombrado ministro de Administraciones Públicas, aunque allí solo permanecería apenas un año, siendo desalojado con la victoria del PP de José María Aznar.
Este revés no impidió que Lerma siguiera construyendo una relato propio que dio lugar a la familia socialista por antonomasia, el conocido lermismo. Una saga de políticos, casi siempre bien secundados por peso territorial, que ha hecho valer su poder y capacidad estratégica para sobrevivir frente a otras sensibilidades del PSPV. Ya fuera ganando congresos del partido -por ejemplo con Ignasi Pla- o incluso perdiéndolos -como ocurrió con Jorge Alarte-.
No obstante, 20 años después de que Lerma saliera del Palau de la Generalitat entraba por la puerta otro presidente socialista. El morellano Ximo Puig, quien trabajó para él en el Ejecutivo en los años ochenta y que siempre ha sido miembro integrante del llamado lermismo. Ahora bien, el liderazgo del actual jefe del Consell ya le ha costado un cierto distanciamiento respecto a posturas que mantiene el expresidente: una circunstancia que ha comenzado a hacer circular en el partido la sensación de que la histórica corriente ha comenzado a mutar. Adiós al lermismo, hola al ximismo.
Una de las situaciones que no ha agradado en Blanquerías ni especialmente en Presidencia viene siendo el respaldo que Lerma está prestando al candidato del PSOE, Pedro Sánchez, incluso en detrimento en ocasiones del propio criterio de Puig. En este sentido, el expresidente de la Generalitat mostró una posición crítica respecto a la propuesta del líder del PSPV para construir una Entesa para el Senado junto a Compromís y Podemos, una iniciativa que Ferraz se encargó de tumbar posteriormente. Cabe recordar que el PSOE había situado a Lerma como vicepresidente del Senado en esta fallida legislatura.
Por otro lado, precisamente el expresidente de la Generalitat fue uno de los dirigentes destacados en primera fila en el mitin celebrado por Pedro Sánchez en Burjassot la pasada semana, un acto al que no acudió Puig por motivos de agenda, lo que evidenció la distante relación entre ambos. El candidato del PSOE, de hecho, no dejó pasar la ocasión de agradecer públicamente a Lerma su presencia en el acto.
Así, aunque algún veterano dirigente apunta que todo puede corresponderse a viejas estrategias lermistas de poner "un huevo en cada cesta", esta relación de proximidad y respaldo continuo por parte del expresidente de la Generalitat ha causado cierto malestar dentro de la cúpula socialista y, especialmente, entre los neolermistas más jóvenes, que no poseen vínculos tan estrechos con el histórico dirigente y ya hablan en privado de 'puigismo' o, más familiarmente 'ximismo', en vez de lermismo.
La magistrada apunta a irregularidades administrativas y al desequilibrio en la distribución del dinero, pero no aprecia ilícito penal