CASTELLÓ. Castelló recibe este domingo a Aitana Sánchez-Gijón y al autor teatral del momento, Florian Zeller. La madre, que así se titula la obra del francés, es una de las historias que más éxito está registrando en la actual temporada dentro del circuito español. Se trata de una representación que cuestiona los límites de la soledad, el vacío y la cordura y, ya desde el minuto uno, fuerza al espectador a reflexionar sobre aspectos como si puede una madre amar demasiado o si existe un límite para ese amor. Lo que sucede cuando un hijo crece y se va de casa abre un texto al que Sánchez-Gijón se enfrenta tal y como lo hizo José María Pou con El Padre, pieza también de Zeller y que el año pasado se programó también en el Principal de Castelló.
A las 19.00 horas dará comienzo la representación que dirige Juan Carlos Fisher y en la que puede verse en el escenario a los actores Juan Carlos Vellido, Álex Villazán y Júlia Roch, que acompañan a Sánchez-Gijón.
-¿Tiene ganas de reencontrarse con el público de Castelló?
-Si. Tengo muchas ganas de estar este domingo ahí. Estuve en Castelló recientemente con la obra Malvivir, y esa fue la primera vez que pisé el teatro Principal. Digo recientemente, pero lo cierto es que de eso ya hace dos años, así que tengo muchas ganas de repetir porque sois un público estupendo, receptivo y cálido, y así da mucho gusto. Me encantará disfrutar de este viaje que es interpretar La Madre con toda la gente de Castellón que venga a vernos.
-¿Cómo le llegó el texto de La Madre?
-A través de la productora de Barco Pirata. En cuanto lo leí vi que ahí había algo muy potente. Ellos me presentaron a Juan Carlos Fisher y él ya estaba pensando en dirigir la obra y en mi como actriz. La lectura que hice de la pieza me perturbó muchísimo y pensé que tenía que embarcarme en este proyecto. No me he equivocado.
-El texto lo firma Florian Zeller, uno de los escritores teatrales más deseados del momento...
-Como digo cada vez que me preguntan por él, Zeller es ahora mismo la Yasmina Reza de esta década. Sus obras son un éxito y están representándose por todo el mundo. Tanto esta como la del El Padre y El hijo [pieza que cierra la trilogía] se pueden ver por todas partes. Y no me extraña, porque su manera de escribir es muy original. Se adentra de una manera maravillosa en los universos de los personajes a través de la mente de la persona que está en escena. Eso es, por cierto, lo que ven los espectadores.
-Llegan a Castellón sin haber pisado aún Madrid...
-Así es. Aún no hemos estrenado en Madrid, y eso hace que estas funciones sean más intensas de lo habitual, porque Juan Carlos está aún rematando cosas. Vamos afinando y recibiendo notas del director en cada función. Él funciona de una manera muy despojada, busca trabajar desde la desnudez y lo esencial del montaje. No le gustan los adornos ni las cosas superfluas, y creo que lo hemos conseguido con La Madre.
-Tuvimos la oportunidad de ver El Padre en Castelló y comprobamos que no era un texto fácil. ¿Sucede lo mismo con esta obra?
-Si. No es un texto fácil, ni para el espectador ni para los actores. Pero nos gustan los espectadores inteligentes, no subestimamos la inteligencia de las personas que vienen a vernos. Las claves que va planteando Zeller con el texto te van situando en el mapa mental y anímico de esta mujer que sufre una depresión profunda y una adicción a las pastillas, y que lo único que busca es espantar el vacío y la soledad. Eso es lo que el espectador va a ir descubriendo y armando mientras avanza la función. Quien venga a vernos el domingo no sabrá si lo que ve es real o solo está en la mente de la protagonista. Son todo preguntas que la gente se hace y que se mueven entre la sensación extraña de no saber si lo que ocurre es una pesadilla o la realidad. Es una mapa mental muy reconocible. Muchas de nuestras espectadoras se van a ver representadas en algunas de las cuestiones que se plantean en esta función.
-¿A dónde quiere llegar el texto con respecto al espectador?
-El objetivo es que la gente se meta en la cabeza de mi personaje. Hay que tener en cuenta que mis compañeros de función están representando proyecciones del estado mental que tiene mi propio personaje. Por esta razón, lo que se pretende es que la persona que esté en la butaca esté viendo aquello que pasa dentro de mi cabeza. Para conseguirlo nos han dado una indicación precisa, que pasa por trabajar el texto desde la verdad más absoluta y no desde la atmósfera. El ambiente ya se crea con la escenografía, con el espacio en blanco vacío que se ve sobre las tablas, con la luz, con la música, con las transiciones… Y como esa extrañeza ya la produce el mismo texto y la puesta escénica, el director nos ha pedido que seamos muy realistas y que trabajemos desde las tripas sin hacer interpretaciones raras.
-¿Qué le une a este personaje?
-Yo tengo hijos y uno de ellos ya se ha ido de casa. Mi otra hija también se marchará en breve y, además, he tenido pareja en familia durante muchos años y ya no. Por eso reconozco en las entrevistas que estoy haciendo de promoción que en mi caso se dan vasos comunicantes con la obra por mi situación vital. He vivido dolores y duelos que hay que ir atravesando con estos cambios vitales y de ciclo. Quede claro que no soy la protagonista de La Madre, porque a diferencia de ella yo no me he dedicado únicamente a mis hijos o a mi pareja o a sacar una casa adelante. Mi profesión y mi vocación me ha aportado tanto como criar a mis hijos. En ese sentido, los cambios de ciclo que plantea el texto han sido en mi vida más sanos.
-Ya por último: ¿tendrá tiempo de visitar la ciudad?
-Es una lástima que solo tengamos programada función para un día, porque creo que no me va a dar tiempo de casi nada, pero aún así estoy convencida de que voy a poder hacer una escapada al mar y seguro que me doy un chapuzón en ese mar Mediterráneo que tenéis; eso no me lo quita nadie.