Alejandro Platero vuelve a la primera línea con un proyecto pequeño pero grande y haciendo lo que mejor sabe: arroces y platos del mar y la huerta.
Alejandro Platero ha tenido muchas vidas y de todas ellas guardamos buen recuerdo los que amamos la gastronomía. El Alejandro de Macel·lum, el de Mulandhara, el finalista de Top Chef, el de Come y Calla, el de Platero Utopic Food –con una de las mejores hamburguesa de la ciudad–... Tiene más vidas, pero estas son las más reconocidas. Hace un tiempo que decidió por voluntad propia alejarse del brilli brilli de lo que se conoce como alta cocina y apostó por una propuesta más sencilla y cercana. Sin alejarse del todo de aquella premisa, pero subiendo unos peldaños, Platero abrió hace poco más de un mes un nuevo proyecto un poco más gastronómico. Tiro de hemeroteca y leo que cuando en 2016 anunció el cierre de Macel·lum ya nos dijo que le apetecía hacer una arrocería. Pues bien, siete años más tarde, aquel anhelo se ha hecho realidad (a veces para que se cumplan los deseos solo hace falta un poco de paciencia).
Alejandro Platero Restaurante es un proyecto bonito. Un restaurante donde caben 14 comensales –6 mesas en total–, lo que permite a Alejandro estar solo al frente de los fogones y a su mujer Nuria Latorre manejar la sala. Se ahorran de esta forma el gran quebradero de cabeza de la hostelería que es la gestión del personal. Alejandro Platero Restaurant nace en el local que acogió al antiguo Chocomeli, en Campanar, una de las referencias gastronómicas de la ciudad durante años, pero con un nueva piel a cargo de su interiorista de siempre, Coper y Porter. El sitio es acogedor e invita a hablar bajito. Eso, al menos para mí, son 10 puntos más.
Alejandro Platero Restaurante es un arrocería y un restaurante que se basa en la cocina de mercado. Un menú cerrado con aperitivo, tres entrantes –a cada cual más sabroso– dan paso a un arroz que el cliente puede escoger entre diferentes opciones (pescado o carne, seco o meloso). Los platos previos al principal se rigen por lo que ese día el mercado o la lonja hayan dispuesto y también por las inquietudes culinarias de Platero que pueden cambiar a diario. Eso sí, la materia prima de calidad y el mar, la huerta y la cuchara son perennes. Las raciones son generosas.
A Alejandro se le ve ilusionado y con ganas en el que es su proyecto más personal. "El restaurante está pensado para que el comensal se sienta como en casa y este recibirá el mismo trato como si lo recibiera en mi propio hogar: un espacio íntimo, con una propuesta gastronómica de producto que puede variar cada día y un servicio cuya hospitalidad promete cuidar hasta el mínimo detalle".
De momento solo abre a mediodía y por las noches solo bajo demanda. Porque además de cocinar, hay que vivir. Y él tiene muchas vidas. Su regreso es una alegría para el barrio y para la ciudad. Ojalá dure mucho esta nueva etapa.