VOL 4. UNA RADIOGRAFÍA AL COMERCIO MÁS TRADICIONAL

Alzira: el comercio de siempre resiste al coronavirus

Recorremos diez municipios de la provincia de Valencia para que sus comerciantes nos cuenten cómo han enfrentado la crisis del coronavirus. Cada miércoles y sábado un nuevo episodio

8/07/2020 - 

VALÈNCIA. Las principales calles comerciales de la capital de la Ribera Alta, acostumbradas al ir y venir de vecinos y visitantes, se detuvieron con la llegada de la pandemia del coronavirus. Todo aquel trasiego fue sustituido por el silencio y las persianas bajadas. Una situación que recuerda a tiempos pasados cuando la "pantanà" de 1982 pulsó el botón de stop de la vida de Alzira, y con ella, la de muchos comercios que cerraron temporalmente para restaurar sus establecimientos. Ahora, con la llegada de la nueva normalidad, las calles y plazas de la ciudad se vuelven a llenar de vida. Y los comercios tradicionales levantan la persiana, a pesar de las dudas que todavía ondean el horizonte.

Ultramarinos Córdova: la tradición como medicina contra el coronavirus

Jose Luis regenta una de esas tiendas que ya cuesta encontrar en las ciudades: un establecimiento de ultramarinos. La tienda, especializada en la venta de jamones, quesos y conservas, permanece abierta desde 1935, cuando Ramón Córdova y su mujer la pusieron en marcha. Su actual dueño llegó a los trece años para aprender el oficio y, desde entonces, no se ha separado del mostrador. "Llevo aquí toda la vida, más de cinco décadas, y no conozco otro trabajo", comenta Jose Luis mientras recuerda sus inicios al lado de su mentor, el maestro charcutero, debido a sus orígenes como trabajador en una mantequería, las tiendas gourmet de la época.

Mientras hablamos, atiende con mimo y cuidado a sus clientas, con quienes charla, bromea y aconseja sobre cómo elaborar o acompañar algunos platos. De hecho la relación cercana y familiar con los clientes es una de las claves del éxito para el discípulo del maestro charcutero. Pero, sin duda, lo más importante es el producto: "el verdadero truco es ofrecer productos de toda la vida. Los clientes que vienen aquí, llevan años comprando los mismos productos". "No sonde lujo, porque esta es una tienda modesta, pero intento ofrecer un poquito más de calidad que la que hay en los supermercados", explica Jose Luis quien trata de diferenciarse de los grandes supermercados con productos diferentes.

Sin embargo, tras años al frente del Ultramarinos Córdova, Jose Luis no recuerda una situación como la vivida durante la pandemia del coronavirus. Desde detrás del mostrador recuerda con lástima los meses de estado de alarma: "Durante aquellas semanas, yo cada mañana levantaba la persiana pero aquí no venía nadie, todos iban a los grandes supermercados y las ventas se hundieron", asegura. A pesar de ello, confía en que el negocio se recupere del todo y asegura que los clientes de toda la vida ya están volviendo a comprar a la tienda y que, poco a poco, está logrando situarse en los niveles normales de venta.

Esta larga trayectoria fue premiada por el Ayuntamiento de Alzira en 2014 con la Medalla de Oro de la ciudad que cada 30 de diciembre reconoce la labor de distintos sectores del municipio. Así, el futuro de este icónico comercio todavía es una incógnita: "si lo dejo no será porque no funcione, sino para descansar tras pasar aquí toda la vida".

Floristería Paquita: un sector duramente golpeado por el virus

En una de las calles más comerciales del centro de Alzira, Benito Pérez Galdós, se encuentra la Floristería Paquita, un establecimiento que ha crecido y diversificado su negocio a lo largo de los años y que ahora se ve golpeado por el coronavirus. La abuela de Maria José trasladó su funeraria de Gandia a Alzira a finales de la década de 1920. Y, posteriormente, puso en marcha la agencia de seguros Finisterre, y la floristería. Con el paso de los años, el negocio fue creciendo y ampliando el local, pero todavía se conservan los pisos superiores, donde se encuentran las antiguas viviendas en las que la familia de Maria José vivió durante varias décadas.

"Tras mis abuelos y mis padres, yo soy la tercera generación, pero todavía no sabemos si continuará la tradición", explica Maria Jose, quien asegura que estos últimos meses "han sido malísimos para las floristerías y, especialmente, para los comercios más pequeños". Y es que, la temporada de primavera es una de las más importantes para las floristerías con algunas fiestas destacadas, como las Fallas o la Semana Santa: "Nos costará muchísimo retomar la marcha porque hemos perdido una temporada muy importante para el sector de las flores". Las pocas ventas que se han producido durante las últimas semanas corresponden alas defunciones, y son las que han logrado "salvar los muebles" del negocio.

A esta situación, se le suma la incertidumbre de lo que todavía está por venir. "Hemos notado como ha empeorado la situación económica de muchas familias que ahora gastan mucho menos en flores porque no son un bien de primera necesidad", cuenta preocupada Maria Jose, "si hay nuevos rebrotes será devastador para el sector, y algunas floristerías se verán obligadas a cerrar".

"No recuerdo nada parecido. Durante la pantanà tuvimos que cerrar algunos días para limpiar y arreglar los desperfectos, pero enseguida retomamos la actividad", asegura Maria Jose. Debido a sus condiciones de ciudad de interior, la temporada de verano no es especialmente significativa para los comercios de la zona, es por eso que negocios como la Floristería Paquita, esperan con una mezcla de esperanza y dudas la llegada de futuras celebraciones como la festividad de Todos los Santos o la reactivación de las comuniones y las bodas.

La Botiga del Randero: el arte de adaptarse a los nuevos tiempos

"No me puedo sacar de la cabeza el olor a madera, telas y cartón de la antigua tienda", recuerda Mercedes, rodeada de tejidos, hilos y botones de todos los colores y tamaños imaginables. La Botiga del Randero, que desde hace casi 30 años se ubica en la céntrica calle Hort dels Frares, antes estaba cerca de la Falla del Mercat, cuando a principios del siglo XX el abuelo la abrió. La mercería debe su nombre a su especialidad: los encajes, una tradición familiar a las que se han dedicado incluso antes de poner en marcha la tienda, cuando la bisabuela de Mercedes se dedicaba a venderlos por mercados y casas.

Con la desaparición de algunas profesiones como la de sastre, camisero o pantalonero, y la llegada de grandes almacenes y tiendas especializadas, las mercerías de toda la vida como esta, se han tenido que adaptar a los nuevos tiempos. Mercedes recuerda como, prácticamente, acompañaban a sus clientes durante los momentos más significativos de sus vidas. Cuando nacía un bebé, necesitaban telas para hacerle las sábanas o los pañales; cuando tomaba la comunión, venían a por los encajes o los guantes; cuando se casaban, a por el velo o los accesorios; e incluso cuando alguien moría necesitaban mantillas y pañuelos negros. "Todos pasaban por la mercería porque casi todos los artículos necesarios se adquirían aquí", cuenta. Todo eso, cambió con la evolución del sector.

Sin embargo, lejos de tirar la toalla, Mercedes asegura que la única manera de sobrevivir es reciclándose, marcando la diferencia con los complementos, los adornos y los detalles. "Somos unas supervivientes, hemos logrado mantener los productos de toda la vida y adaptarnos a las nuevas demandas de los clientes", explica Mercedes. Y la situación vivida a raíz de la pandemia del coronavirus no ha sido una excepción, ya que por ejemplo, han aprovechado para confeccionar mascarillas para acontecimiento especiales como las comuniones.

"Estos últimos meses han sido muy malos para un comercio tradicional y pequeño como este que vive de la venta del día a día", cuenta Mercedes a quien la pandemia le ha interrumpido algunas de sus ventas más importantes: los accesorios de las falleras y de los cofrades de la Semana Santa. Parte de estos encargos fueron anulados tras la suspensión de las fiestas y otros tantos todavía esperan en el almacén a que pasen a recogerlos. Aun así, Mercedes pone en valor los años de aprendizaje tras el mostrador. "Haber pasado tanto tiempo entre estas paredes ha hecho que conozca bien el negocio, y eso es algo que solo tenemos los comercios de toda la vida".

Camarena: la supervivencia pasa por la innovación

En una de las principales plazas de la ciudad de Alzira, la Plaza Mayor, lleva en pie 81 años la tienda de ropa Camarena, fundada en 1939. "El marido de mi madre tenía una tienda de sombreros en Xàtiva y se vino a Alzira", explica Salva quien junto a sus hijos y a Maria José se encargan ahora de la tienda. "Los tres hermanos estaban relacionados con el oficio: uno tenía una tintorería, el otro era sastre y el señor Camarena vendía sombreros y camisas a medida". De hecho, durante sus inicios, la tienda Camarena únicamente vendía estas dos prendas, pero tras visitar otras ciudades y ver las nuevas modas, ampliaron el negocio a todo el sector de la moda.

"Ver lo que se llevaba en otros lugares me dio la llave para modernizar e innovar en nuestra tienda", explica Salva. Tanto es así, que años más tarde decidieron abrir otra tienda en Alzira, Metro, con una línea más juvenil y moderna. Respecto a la receta del éxito para que las tiendas de ropa de toda la vida todavía se mantenga en pie, Salva lo tiene claro: prestar un servicio más detallado y familiar a los clientes.

Como el resto de comercios tradicionales, Camarena también se ha visto golpeado por la pandemia del coronavirus. No obstante, Salva advierte de que solo ha sido la gota que ha colmado el vaso. "Desde hace algunos años la gente gasta menos dinero, especialmente en el pequeño comercio, y estos últimos meses han sido especialmente duros", comenta. Pero los inicios de la crisis del pequeño comercio lo sitúa mucho más atrás, con la proliferación de los grandes centros comerciales y la venta por internet. "Ahora el pequeño comercio trata de sobrevivir, se habla de que somos la última generación al frente de este tipo de tiendas", lamenta salva.

Aun así, Salva prefiere mantener un perfil optimista aprovechar las herramientas a su alcance para relanzar el negocio. "Las instituciones deben apoyar al tejido empresarial que formamos los pequeños comercios porque ofrece muchas ventajas, tanto para el comprador como para los empresarios y trabajadores", asegura. En este sentido, también apuesta por la digitalización de los comercios locales y la venta por internet como receta para mantener la tradición del negocio e incorporar nuevas herramientas de innovación.

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