de MERCADOS

Antes de ser un mercado, Mossen Sorell fue un palacio

Al lado de la mejor librería de España, a escasos quinientos metros del Mercado Central, el mercado municipal de Mossen Sorell, pervive

| 11/11/2022 | 5 min, 40 seg

Repartirse la ciudad. Si no hay separación de bienes, en una ruptura hay que repartirse los barrios como si fueran los muebles de la casa. Los muebles, si son de IKEA, tienen difícil desmontaje. Un mueble de IKEA desarmado y vuelto a montar, jamás será lo mismo. Al sofá Friheten le sobran piezas cuando lo desmiembras para sacarlo de una casa y llevarlo a un nuevo intento de hogar. Es como el kintsugi: la técnica y filosofía de origen japonés para reparar vasijas de cerámica fracturadas mediante el uso de un barniz de resina, espolvoreado o mezclado con polvo de metales nobles. El ideario que hay detrás del kintsugi es que las roturas y reparaciones forman parte del historial de un objeto, y que estas deben mostrarse en lugar de taparse. 

La pieza resultante al unir los trozos no es nunca igual que la pieza previa. Tiene cicatrices de oro, plata o platino. Nos gusta lo que brilla, pero no es lo mismo que el original.  

En la historia del mercado municipal de Mossén Sorell también hay agravios, roturas y reparaciones. Como contó Felip Bens en Culturplaza, en 1878, el palacio de Mossen Sorell, donde ahora se encuentra el mercado, se incendió. “Algunes fonts apunten que la crema de l’enteixinat, d’una vàlua patrimonial enorme, disparà les flames i donà gran volum a la crema, però molt s’ha especulat amb la possibilitat de que l’incendi fóra intencionat, per a alimentar les intencions del regidor Josep Alapont d’obrir aquella plaça, amb la connivència de l’arquitecte Vicent Marzo, segons apunta el sociòleg i escriptor Francesc J. Hernández. Pareix obvi, segons l’opinió de l’investigador Fernando Pingarrón, que existien moltes possibilitats de rehabilitar el palau i, fins i tot, el mestre d’obres Fernando Pròsper González, oferí un projecte per a reconstruir-lo”. El propietario del solar, lo cedió para su uso como mercado municipal a cambio de que llevara el nombre de Mossén Sorell, se cree que en recuerdo de Bernat Martí Sorell, tintorero, ciudadano de Valencia, Señor de Geldo. El iniciador del linaje Sorell en València. 


En 1930 se inician las obras del mercado diseñado por el arquitecto municipal Ángel Romaní. La explicación técnica oficial del Ayuntamiento de València dice: “De planta casi cuadrada, sus puestos de venta se disponen junto a dos calles interiores que se cruzan en una esbelta rotonda central. Construida con materiales modernos, hormigón y hierro, su planta de cubiertas presenta cinco prismas octogonales, uno central y de grandes dimensiones sobre la rotonda y cuatro pequeños en las esquinas. Rehabilitado en 1987, sustituyendo materiales y enrejado su perímetro exterior, continúa funcionando como infraestructura vital del barrio”. La actual apariencia data del 2008, cuando se produjo una rehabilitación en profundidad.


Son las ocho de la mañana, horario de apertura del mercado. José Verdeguer termina de colocar el género de su carnicería. Está solo, de momento. Varias de las paradas tienen la persiana echada. Se traspasa, o baja por enfermedad. Falta el bullicio que hace que los mercados sean mercados. “Yo estoy cansado de decírselo a la administración. Esto no parece un mercado, porque tú vengas por la calle que vengas, no ves que esté identificado como un mercado. Llevo doce años aquí y ahora esto parece un tanatorio. Muchas paradas están cerradas y aquí nadie dice nada. La gente no entra, porque les tira para atrás. Estamos un poco abandonados. Todo lo que dicen que quieren ayudar al mercado… las ventas han bajado. Y por mi culpa no será, es el entorno, que no ayuda”.

“Tampoco se cumplen bien los horarios. Abre la hostelería, pero solo estoy yo de venta al público, con lo cual la gente no viene a comprar, solo va a tomarse algo. Y menos mal. La administración dice que va a hacer algo, y lleva seis años sin hacer nada. Estoy muy disgustado. ¿Tú crees que es normal que a las 9:30 de la mañana este yo solo en un mercado municipal? Me dan ganas de cerrar e irme a mi casa. Antes estaba muy contento, pero ya me empiezo a cansar”. 

Al lado de la charcutería José Verdeguer ha abierto un nuevo puesto. “Tenemos ilusión. El mercado está complejo porque la economía está mal, y para que alguien pueda entrar en la zona de mercado, tiene que saber que estamos. El Mercado Central quita mucho. Tendrían que haber más paradas, que la gente viniera más. Yo porque tengo mis clientas, que vienen de otra frutería que tenía, pero si no, es difícil”, cuenta Maria José


Lydia Palomar, hija del hostelero Luis Alberto Palomar, es la responsable de uno de los puestos con licencia de hostelería del mercado: Vinostrum. “Por lo general, funcionamos bastante bien, no todos los días, porque esto es hostelería. Nos quejamos porque con el horario que tenemos, solo podemos estar hasta las tres de la tarde. Estamos peleando que sea hasta las cuatro, para que la gente pueda comer más tranquilamente. Jueves y viernes también abrimos por las tardes al tardeo y la verdad que hay bastante colorcito, pero estamos limitados hasta las ocho”. Vinostrum, junto a La Ostrería del Carmen y La Barra de Boni, regentado por la mujer de Luis Alberto, Boni Cambón, complementan la oferta gastronómica del mercado. 

“La candidata a la concejalía de mercados, estuvo esta mañana con mi padre. Le estábamos diciendo que qué sentido tiene tener epígrafe de bar, si a las tres tenemos que cerrar. ¿Me das una epígrafe de bar pero no puedo freír un huevo?”, comenta Lydia. 

Son las diez de la mañana. En la radio, en una radio que suena en un coche mal estacionado, un teórico del urbanismo habla de que para lograr una ciudad más democrática y amable, hay que cooperar y descentralizarla. Comunicar que no hay un solo núcleo de actividad. Ni una sola manera de habitar la urbe. 

Hay vida fuera del Mercado Central o del de Ruzafa. En el reparto de la ciudad, me pido todos los mercados chiquititos, los que están casi sin gentrificar.  

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