ILUSTRES VERANEANTES

Antonio Montiel, del verano en Chelva que no olvidará jamás a los viajes por Europa

8/07/2017 - 

VALÈNCIA. Antonio Montiel, el rostro amable de Podemos, el hombre dialogante y reflexivo fue un rebelde y trabajador en los veranos de su juventud, hoy disfruta de su familia y de la lectura en sus vacaciones estivales.

—¿Cómo eran los veranos de tu infancia?

—Mis veranos eran muy particulares porque éramos una familia inmigrante, procedente de Andalucía, no teníamos familia en Valencia y durante años añoré tener un lugar donde veranear. Nosotros vivíamos en Benicalap y mis amigos siempre se iban a sus pueblos de origen –Albacete, Cuenca,..– y nosotros no porque la familia de mi padre era muy reducida y la de mi madre muy dispersa y por ello le preguntaba a mi madre: “mamá, ¿por qué nosotros no tenemos pueblo?”

—El verano en la adolescencia es una época muy deseada. ¿Algún verano memorable?

Mi primer gran verano fue en Chelva, a raíz de una enfermedad grave de mi hermana –padece una cardiopatía congénita–, nos fuimos un mes a Chelva. Ese es mi primer recuerdo de unas vacaciones, allí conocí a una pandilla de amigos magnífica y fue intenso en experiencias y emociones. Pese a que hace más de cuatro décadas, siempre lo tendré presente como un verano inolvidable. También recuerdo alguno en Ibiza acompañando a mi padre que trabajaba en un hotel.

—¿Anécdotas, recuerdos, vivencias de aquel verano en Chelva?

—Me viene a la menta la imagen del almacén de manzanas donde sonaba la música de Mocedades, merendábamos juntos y nos íbamos de excursión, nos sentíamos independientes. Hay un hecho curioso y a la vez trascendental, ese verano cambié de nombre. Hasta ahí era José porque me llamo Jose Antonio –mi madre me sigue llamando Jose–; pero ese verano fue la primera vez que pedí que me llamaran Antonio para sentir que tenía mi propia identidad.

—Por lo que me cuentas siempre has estado trabajando, desde tu juventud. 

—Estuve un par de veranos trabajando como botones en un hotel en Ibiza –en aquellos tiempos no te daban ni de alta en la seguridad social–. Y efectivamente, desde el instituto siempre he compaginado estudios y trabajo, mis vacaciones eran reducidas y hasta que no me casé no disfruté de un verano al uso. Era complicado combinar todo, de hecho tuve que dejar un empleo porque no me permitía asistir a alguna de las clases.  

Aquí rememoramos su etapa estudiantil en el Instituto El Cid y me comenta como tuvo sus primeros problemas políticos. El jefe de estudios le prohibió la matrícula porque nuestro Ilustre Veraneante había hecho unas pintadas pidiendo su dimisión. En aquellos tiempos trabajaba en la Ford y era representante de los trabajadores.

—El verano más original de su vida fue ¿haciendo autostop?

—Varios amigos del instituto íbamos a recorrer España en autostop y a última hora a mis amigos no les dejaron y me fui solo y recorrí Barcelona, Madrid, Cuenca con mi mochila y desplazándome en autostop. La cultura underground o contracultura de la época era muy interesante, visité en Barcelona la tienda de cómic Zap 275, una referencia absoluta en la época, gestionada por Jaume Fargas. Allí también viví unos días difíciles por una huelga de trabajadores con manifestaciones y cargas policiales. Haciendo autostop conocí gente muy pintoresca y divertida. Recuerdo haber coincidido con un aristócrata, Ladrón de Guevara, era coleccionista de arte y viajamos con una talla en el coche –desde Madrid a Cuenca–, hicimos amistad por el camino y acabamos cenando juntos en Cuenca.


—Te casaste muy joven, sacaste la oposición y empezaron los veranos.

—Sí, con 19 años me casé con Teresa con quien tengo dos hijos –corría el año 1977 y en aquellos tiempos para formalizar una relación teníamos que casarnos–. Había empezado la carrera de Historia y tras salir de la Ford decidí preparar oposiciones y obtuve en la segunda convocatoria la 2ª posición de la Comunitat Valenciana como Secretario Interventor de ayuntamiento. Así a inicios de los 80 y tras obtener la oposición –para la que sólo se requería el Bachiller– me licencié en Derecho, trabajando por las mañanas y estudiando la carrera por las tardes.

—En esta nueva etapa, con mujer y trabajo, imagino que las vacaciones serían distintas.

—Por supuesto, fueron unos años muy bonitos donde realizamos diversos viajes a París, Ámsterdam o Italia. Éste último fue agotador porque fuimos en autobús y recorrimos media Italia, desde Venecia hasta Sorrento. Pero guardo una maravilloso recuerdo, fue un gran viaje, hicimos amistades entrañables con la gente del Centro Excursionista de Valencia.

Antonio Montiel además de profesional del Derecho y político, muestra su lado más humano y me atrevería a decir que más tierno cuando me reconoce: “yo echo de menos a los abuelos que no conocí, a mis hijos pequeños les cuento la suerte que tienen de poder disfrutar de unos abuelos. Para los niños es muy importante la relación con los abuelos.”



—Algún verano que recuerdes con especial ilusión.

—Recuerdo un verano que nos fuimos a Escocia, donde visitamos los Highlands, viajamos en familia y con mis hijos mayores –Irene y Lucas–, recuerdo la sensación del paisaje tan virgen sin contacto humano, y viajamos improvisando las estancias, buscando bed and breakfast. Una noche acabamos durmiendo en un castillo donde vivía una anciana y una sirvienta y mis hijos no pudieron dormir del miedo que tenían. También recuerdo estar plácidamente en una playa y descubrir unas señales que indicaban que ahí se habían hecho pruebas nucleares, menos mal que no llegamos a bañarnos.

Nuestro protagonista tiene una peculiar afición: la arquitectura funeraria. Siempre visita los cementerios en las ciudades que recorre y destaca el Perè-Lachaise en París donde le impresionó la tumba de Sartre y el de Venecia donde reposa la tumba de Wagner. Así como algunos pequeños cementerios asturianos y gallegos.

—¿Qué plan tienes para este verano?

—Nosotros lo que hacemos ahora es intercambiar la casa en verano, a través de la plataforma on-line –Home for Home–, un sistema de intercambio de hogar, es muy cómodo y práctico, llevamos cinco años usando este sistema. Hemos estado en París, en Santiago de Compostela, en la Rioja. Siempre encuentras gente inquieta, agradable y confiada. El matrimonio con quien intercambiamos casa en París nos facilitó restaurantes, lugares a visitar, etc. Ana, mi actual mujer ha recorrido muchos lugares de España y Europa y este año nos vamos unas semanas a la Bretaña francesa. 

—¿Cómo y dónde es tu día perfecto en verano?

—En una zona de montaña, una casa con jardín, un lugar donde leer. Me gusta mucho pasar tiempo con la familia y haciendo pequeñas excursiones por la zona. Desde hace seis años estoy recopilando información para una novela histórica que quiero publicar, y mi familia me apoya y colabora, así en los viajes de verano siempre aprovecho para visitar ciudades o archivos donde investigo y obtengo información para mi interminable novela. Mi mujer es periodista de cultura y participa y me ayuda con mi pasión.

—Tu principal afición de verano es…

—El senderismo y la lectura. En casa se respira un ambiente muy lector, tanto a mis hijos como a mi mujer nos encanta leer. Siempre que puedo simultaneo tres o cuatro libros –además de los libros que leo a mis hijos pequeños–; de hecho cuando preparaba las oposiciones para desconectar leía novela. Acabo de leerme La brújula que señalaba al oeste, novela peculiar porque está escrita a dos manos –Jaume García y María Álvarez–. Y he pasado un muy buen rato leyendo una novela policiaca, Asesinato en el Congreso de Chesús Yuste, a quien tuve la ocasión de conocer en la última feria del libro. No veo nada de TV aunque he de reconocer que me han enganchado Borgen y House of Cards que las estoy viendo ahora y espero acabarlas durante este verano.

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