Hoy es 16 de octubre
VALÈNCIA. Una parte importante de las obras artísticas se encuentran en lugares muy alejados de aquellos para los que fueron concebidas. En unos casos por causas que podríamos llamar “legales”, es decir adquiridas en virtud de las leyes del mercado o también por desafortunadas donaciones y regalos de nuestros monarcas pretéritos a otras casas reales europeas. Sin embargo un porcentaje nada despreciable son son fruto de acontecimientos poco claros y por no andarnos con eufemismos, directamente en virtud del expolio como consecuencia de guerras, dominación, pillaje o evasión de patrimonio mediante el contrabando, a espalda de las autoridades, más allá de las fronteras del país. Es un tema recurrente preguntarse por los frisos del Partenón, hoy en el British Museum, o el Altar de Pérgamo sito en el museo del mismo nombre en Berlin.
Estas últimas semanas se han coincidido en los medios varias noticias que nos hablan de arte viajero: viajes de salida y de retorno. Aparentemente son noticias que nada tienen que ver entre sí pero que les une un hilo conductor: existe un mayor celo a la hora de impedir la salida de patrimonio y a la hora de reclamarlo cuando este ya ha tomado las de villadiego y de retornar obras de arte a su espacio original. No duden que si la dama de Elche se hubiese descubierto en 2019 no habría salido de la provincia de Alicante. No exagero si les digo existen miles de piezas diseminadas por los museos y colecciones del mundo cuyo destino definitivo está todavía por dilucidar en virtud de nuevos criterios. Todavía quedan muchas situaciones legales y legítimas por revisar.
“Dentro de cinco años, quiero que las condiciones sean idóneas para un regreso del patrimonio africano a África”, dijo en un discurso en Uagadugú Emmanuel Macron (Burkina Faso). Francia es posiblemente el país con las mejores colecciones de arte africano del mundo y hace escasos días estas palabras han producido todo un terremoto ante la decisión del presidente de la República francesa de abrir una espita cuyas consecuencias son todavía difíciles de prever ya sólo con planteárselo: la posibilidad de retornar miles de piezas que provienen de las antiguas colonias francesas en África, a raíz de las conclusiones de un estudio, el llamado ya “Informe Savoy-Sarr” por los apellidos de sus dos autores, expertos en la materia, y que abre la puerta a esa “vuelta a casa”. ¿Es Francia el primero de una serie de países, en su día imperialistas, que en un futuro próximo se planteen retornar buena parte del legado cultural expoliado tras décadas de dominio?
Un retorno, aunque en este caso temporal (parece ser que para este año 2019), es el de la predela o parte inferior del retablo del Centenar de la Ploma. Un tanto que se apunta Carmen Amoraga directora general de patrimonio y más concretamente la subdirectora del Instituto Valenciano de Conservación y Restauración, Gemma Contreras, por empecinamiento. Un logro que al menos de forma simbólica seguirá uniendo a València con su retablo más añorado y que hoy en día, y mucho nos tememos que por los siglos venideros, se encuentra presidiendo la enorme Sala Rafael en el Museo Victoria y Alberto de Londres.
Como también se encuentra en Londres, en esta ocasión en la National Gallery otra obra maestra “valenciana” como es el extraordinario San Miguel, de Bartolomé Bermejo, quizás el más importante pintor español del siglo XV, que pintó en nuestra ciudad allá por el año 1468 por encargo de un tal Antoni Joan para que presidiera el altar de la Iglesia parroquial de Tous. Tristemente vendida hace un siglo, ha vuelto a España de forma temporal por primera vez desde aquel triste día. La excelente exposición, en el Museo Del Prado, donde puede contemplarse, se prolongará hasta el día 27 de enero.
La tercera de las noticias nos habla de un contencioso que todavía no se ha iniciado pero que tiene la pinta de lo contrario. La localidad aragonesa de Sigena, tras el mediático episodio con el museo de Lleida, continúa su su particular cruzada por la recuperación de su patrimonio cultural diseminado. En este caso la batalla es por la tabla del llamado Maestro de Sigena “Adoración de los Reyes Magos” y que desde hace escasos días se encuentra colgada en las paredes del Meadows Museum de Dallas, una colección norteamericana centrada en el arte español. El ayuntamiento de la pequeña localidad española defiende que la obra era una de las que componían el primitivo retablo mayor del monasterio de la localidad. Una obra que ha recalado en el museo de la ciudad tejana tras un periplo por diversas salas de subastas y anticuarios y que previamente salió de nuestro país en circunstancias un tanto misteriosas e irregulares, ya que esta clase de obras precisan de un permiso de exportación emitido por la Junta de Calificación el ministerio de cultura. Los vendedores de la tabla, una conocida galería madrileña, defienden que la tabla se vendió por las monjas del monasterio a principios del siglo XX, (mucha documentación eclesiástica y parroquial se ha destruido, sobretodo en la década de los años 30) pero lo cierto es que no hay documentación que respalde esta operación de venta ni los permisos de la Santa Sede preceptivos, así que es intención de la localidad de Sigena de iniciar los trámites para pedir a las autoridades norteamericanas la devolución de la preciada tabla del anónimo maestro aragonés.
Otra de las noticias que son de plena actualidad sobre obras de arte viajeras se quedó en grado de tentativa hace unos años pero cuyas consecuencias penales se van a ver en próximas fechas. La historia tiene como protagonista a un banquero octogenario de apellido ilustre, botín, un Picasso “Cabeza de mujer joven”, pintado en 1906, y un yate de más de sesenta metros repleto de obras de arte en un puerto de Córcega pero que zarpó de nuestra ciudad. No es una película de James Bond, sino el intento de sacar de nuestro país una obra que la junta de calificación declaró, por unanimidad, inexportable en 2012, no tanto por tratarse de una obra de Picasso como por serlo del año 1906, fecha un poco anterior a Las señoritas de Avignon, que debió ser pintado en su Bateau lavoir de Montmartre, y una obra, de una época denominada período Gósol, de la que en España prácticamente no existen obras. El banquero, posiblemente acostumbrado a que le abran todas las puertas, hizo caso omiso a esa prohibición de sacarlo de nuestro país y lo metió en su yate no precisamente con la intención de salir a dar una vuelta por la costa. La cosa no es tan clara puesto que hay debate sobre si la obra precisaba realmente de permiso de exportación o no. Eso lo tendrá que decidir su señoría una vez se celebre el juicio oral sobre unos hechos para los que la fiscalía pide para Botín cuatro años de prisión, una multa de 100 millones de euros y el decomiso del Picasso nada menos. El exbanquero propuso en su momento ceder en depósito, para su exhibición, la obra a cambio de librarse de la prisión, propuesta que parece que no ha surtido el efecto deseado.