Arte y fotografía

UN MARTIRIO BUENO

Martirio 51, el estudio en el que florece el arte valenciano emergente

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VALÈNCIA. La palabra Martirio tiende a ir de la mano del tormento, la tortura, el suplicio y el sufrimiento… y suele dramatizar una situación hasta un extremo. Tener que hacer cola en el billar, no encontrar chuches en el supermercado, que el gato no pare de maullar a las ocho de la mañana… Martirio. Esta palabra, cargada de negatividad, ahora cobra un nuevo -y positivo- significado en València. Ainoa Simons, Claudia Sáez, Lucía Berbel, Manuel Monterrubio, Marta Blasco, Miriam Zarzuela y Sara Pagán, siete artistas emergentes valencianas, han decidido darle la vuelta a este término dotándolo de un espacio creativo: Martirio 51, ubicado en el corazón de Aiora. Entre sus muros han creado un espacio de juegos en el que crear, exponer su trabajo y desarrollarse como artistas y amigas.

El espacio, tal y como lo explican desde dentro, se configura como un hogar en el que conviven la pintura, la escultura, la joyería y otras formas de creación contemporánea y persigue el objetivo de “impulsar el arte emergente, acercándolo no solo a un público joven, sino también al vecindario de siempre”. Para Monterrubio es también un lugar en el que las amigas se juntan por la necesidad de “tener algún espacio en el que pintar, estar cómodas y poder crear una pequeña comunidad”: “Nos gusta la idea de poder crear en el mismo espacio y acercar nuestro trabajo al público y que le llegue. Vamos en contra de la idea de que el artista necesita estar en soledad para crear”, explica uno de los fundadores de Martirio 51.

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Con una ubicación privilegiada, que les conecta con la universidad en la que estudiaron, marcan Martirio en el mapa como un espacio en el que encontrarse fuera de clase y donde tener un escaparate para mostrar su arte al mundo -en el formato open studio como hacen otros espacios valencianos como La Hidráulica- y motivarse para crear. Este espacio plural: entre el taller compartido y la sala expositiva, les ayuda a “dejarse ver” en el panorama artístico valenciano. “Tener espectadores es fundamental para dotar de sentido a las piezas, Martirio nos sirve para estar entre compañeros, para respaldarnos y también para poder transmitir lo que creamos”, explica Monterrubio.

Juntarse en “familia” -siete personas- y cerca de la universidad -por Aiora- también responde al entorno precarizado en el que viven. Aunque quisieran no podrían ser un equipo menor ni mudar su estudio a València, porque no les resultaría rentable: “Es difícil que siete personas se pongan de acuerdo para algo, pero nos llevamos bien. Tal y como están las cosas y como está el mercado inmobiliario, tampoco te puedes poner a elegir. Por suerte en Martirio todos tenemos la misma edad, nos conocemos de la universidad y nos interesa generar este espacio en común todas juntas”. 

Un espacio en el que también conocerse en grupo y crear en común, una necesidad cada vez más vigente tras el aislamiento que dejó la pandemia: “Desde que pasamos la pandemia, las artistas tenemos cada vez más la necesidad de crear en comunidad, en espacios en los que contar con el apoyo de otras compañeras y en el que coincidir con más gente. En Martirio siempre hay alguien que te puede ayudar a ver tu arte desde otro lugar”, destaca Monterrubio, quien como su seis compañeras ha encontrado en un bajo de Aiora un lugar en el que desarrollarse y crecer en el arte, obviando los “martirios” de la vida cotidiana.

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