Batir un récord en una distancia larga no solo depende de la capacidad de los atletas; también de diseñar un circuito que les permita maximizar su esfuerzo. Una labor poco conocida pero muy importante para hacer la prueba más atractiva
VALÈNCIA.-Es domingo 22 de octubre de 2017. La atleta Joyciline Jepkosgei cruza la meta del Medio Maratón de Valencia Trinidad Alfonso EDP tras una hora, cuatro minutos y 51 segundos de carrera. Es el récord del mundo.
En el centro de la calle, la africana muestra su amplia sonrisa a los fotógrafos que retratan su proeza. Es la gran protagonista. La fondista más rápida del planeta ha batido su propia marca por un segundo. Un suspiro. Solo un segundo. Una eternidad cuando se trata de volar sobre el asfalto. El de València se acaba de convertir en el más rápido del mundo.
Distribuidos aún en distintos puntos del recorrido, Blanca Iribas, Ricardo Íñiguez y Ximo Navarro intercambian mensajes de felicidad en el grupo de WhatsApp que comparten. Ellos también lo han logrado. Durante 365 días han trabajado dibujando rectas eternas, limando curvas, esquivando cambios de rasante. El objetivo no es otro que hacer el mejor trazado. Y en València.
Los tres conforman el equipo de circuitos de la Sociedad Deportiva Correcaminos, encargada de la organización del Maratón de Valencia y su 10K, el Medio Maratón, la Volta a Peu y la San Silvestre. Trabajan con autonomía para diseñar cada recorrido, aunque consultan a sus superiores ante cambios importantes. «La salida, la meta y el centro histórico son fijos. En el resto podemos hacer mejoras, siempre buscando que la carrera sea más rápida y se interrumpa lo menos posible la actividad de la ciudad», dice Ximo.
La labor se complica cuando han de prever posibles trabajos del Ayuntamiento en las calles. Se mantienen en contacto con el departamento de obras porque, si no lo hacen, donde antes había un cruce, puede aparecer una rotonda y dar al traste con el trabajo de meses. También mantienen una relación intensa con el intendente de la Policía Local de València, encargado del operativo de seguridad. «Se elabora un estudio muy importante con un desplegable que refleja dónde han de estar los voluntarios o las vallas y cuándo se cortan las calles. A lo largo del tiempo, hemos aprendido el modo de funcionar de la Policía, de forma que cuando planteamos un cambio, ya hemos pensado en cómo variará el dispositivo», apunta Ricardo.
Las posibles obras no son el único elemento que han de combinar con el interés deportivo. Además de diseñar el mejor circuito posible, deben ser respetuosos con la vida de la ciudad. La Fundación Trinidad Alfonso, colaboradora principal de las grandes pruebas de València e impulsora de la marca Valencia Ciudad del Running, remarca la necesidad de que las carreras sean amables con los valencianos que no se calzan las zapatillas. «Lo tenemos claro —afirma Blanca Iribas—; hay que intentar que se moleste lo menos posible al resto de usuarios de las calles. Si no lo hiciéramos, las carreras no tendrían futuro. Por eso buscamos el modo de mantener las vías abiertas al tráfico el máximo tiempo posible, sin comprometer la seguridad de los corredores».
«Hay que intentar que se moleste lo menos posible al resto de usuarios de las calles. Si no lo hiciéramos, las carreras no tendrían futuro»
A pesar de todo, sobre las múltiples combinaciones, siempre prima el criterio técnico para hacer que las carreras sean lo más rápidas posibles. Tienen tres premisas básicas: utilizar las vías más anchas posibles, limitar al máximo el número de curvas y hacer que el recorrido sea completamente llano. Aunque solo unos pocos corren a velocidades de vértigo, las buenas marcas son las que logran poner a las carreras en el mapa del planeta running.
Una vez que se ha logrado que los ojos de los corredores internacionales se posen sobre una prueba, es necesario aportar una buena organización, un sinfín de servicios y «una ciudad que apetezca correrla» para acabar de conquistarlos. En este sentido, la llegada del Maratón Valencia junto al Museo Príncipe Felipe de la Ciudad de las Artes y las Ciencias se ha convertido en una imagen icónica. «Únicamente el Maratón de Londres puede competir en belleza con la meta de València», repite cada vez que visita la ciudad el atleta Fabián Roncero. El madrileño ha participado en las carreras más importantes del mundo y llegó a ser plusmarquista europeo de medio maratón y nacional de maratón.
El Maratón de València generó en su última edición un gasto turístico de más de veinte millones de euros, gracias a que más de 61% de sus corredores procedían de fuera de la Comunitat. Y todo empieza con unos trazos dibujados sobre un plano.
El equipo de circuitos arriesgará en el Medio Maratón de València. El recorrido de 2018 se parecerá muy poco al que registró el récord del mundo un año antes. «Estamos convencidos de que el nuevo trazado es mejor y por eso propusimos el cambio a Correcaminos y a la Fundación Trinidad Alfonso», dice Blanca. «Cuando vimos que aceptaban nuestro planteamiento, sentimos que de verdad confiaban en nuestro trabajo, que creían en nosotros», se emociona Ricardo.
El nuevo recorrido lo sienten más suyo que ningún otro. En el resto de carreras han venido realizando aportaciones muy importantes para ganar segundos al crono, como la eliminación del paso por los túneles del Paseo de la Petxina o la Avenida de Burjassot para evitar ganar altura. Sin embargo, el nuevo circuito del Medio Maratón de Valencia lo diseñaron desde cero. Fue cuando el presidente de Correcaminos, Paco Borao, les comunicó que necesitaba un esbozo para presentar la candidatura de València a albergar el Mundial de Medio Maratón. Debía ser distinto a cualquier otra carrera que se hubiera celebrado en la ciudad. «Hicimos un borrador rápido sobre el plano, ni siquiera estaba medido al detalle, pero Paco lo vio y dijo que con eso era suficiente», cuenta Ricardo Íñiguez.
Ese circuito acabaría acogiendo a los mejores fondistas del mundo convocados por sus selecciones el pasado 24 de marzo. Pero el viento y la lluvia de aquel día lastraron las posibilidades del trazado, aunque la etíope Gudeta Kebede sorprendió a todos al batir el récord femenino en una prueba del Campeonato del Mundo —en el que las mujeres corren sin interferencia de atletas masculinos—.
El Medio Maratón Valencia Trinidad Alfonso EDP de 2018 tomará la esencia de aquella experiencia para reducir a trece el número de curvas después de trasladar la salida y la llegada a la calle Antonio Ferrandis (cerca del Centro Comercial El Saler).
Por su parte, el circuito del Maratón también registrará cambios. Aunque, en comparación, pueda parecer que los cambios del circuito en la gran cita del 2 de diciembre sean menores, lo cierto es que se eliminan diez giros, lo que puede hacer mucho más rápido el recorrido.
El trabajo de diseño del recorrido parte del profundo conocimiento de las calles de la ciudad. Blanca Iribas confiesa que conoce el plano de València mucho mejor que el de su municipio, Teruel. Ximo Navarro controla cada uno de los baches y los hitos que se van colocando a lo largo de todo el año en cada rincón del área metropolitana. «Cuando voy conduciendo, me fijo en cada calle y voy planteándome si alguna carrera podría pasar por allí», reflexiona. Tanto es así que cuando quedan para verse, no utilizan direcciones ni locales de moda como referencia. «Cuando tenemos que vernos, ponemos en el grupo de WhatsApp el punto kilométrico y la carrera a la que nos referimos y allí nos encontramos».
Para dibujar el primer borrador de una prueba utilizan la conocida aplicación Wikiloc. Con ella consiguen una medición aproximada, por GPS, de los metros del recorrido. Trazan además distintas posibilidades que van compartiendo en Google Drive y después valorarán sobre el terreno. Más tarde llega el momento de que ellos mismos se suban a la bicicleta para realizar una medición más precisa y comprueben visualmente las posibilidades de cada recoveco.
Son varios los días que utilizan para medir, remedir y contemplar alternativas hasta que vuelven a sentarse en la oficina para dar forma a la carrera. Con esos pasos decididos, realizan un estudio detallado que tiene en cuenta los horarios de paso, el dispositivo de seguridad, los voluntarios necesarios en cada lugar y los puntos de avituallamiento. Deben contar con la aprobación de sus superiores y las autoridades locales, pero aún no se descartan cambios. Todavía queda un trago difícil: la homologación.
- Ximo Navarro (Jubilado de banca): Tiene 61 años y dejó de correr hace catorce por una operación de hernia discal. No pega ojo la noche antes de una carrera. Hace dos años el pinchazo de una rueda le obligó a retirarse en el kilómetro 16 del maratón. Lloró.
- Blanca Iribas (Licenciada en INEF): Es la única profesional del grupo. Trabaja desde hace tres años en la SD Correcaminos, con la que comenzó a colaborar de estudiante. Antes estuvo ligada a las carreras de montaña gestionando inscripciones y atendiendo a los corredores.
- Ricardo Íñiguez (Jubilado de comercio): Con 67 años es el mayor del grupo. Ha estado durante toda su vida ligado al deporte. Practicó rugby, fútbol y fútbol sala e incluso fue árbitro antes de correr nueve maratones y más de 30 medios maratones. Lleva 32 años en la SD Correcaminos y dice que ahora ha encontrado su vocación.
Aquellos corredores que alguna vez se han quejado de la medición de una carrera homologada no saben de lo que hablan. Para recibir la aprobación, dos jueces federados, uno de categoría nacional y otro internacional, han de realizar minuciosas comprobaciones. En el caso del nuevo circuito del Medio Maratón de Valencia fueron Francesc García Cortés y Julio Rodríguez quienes realizaron la medición oficial.
El trabajo comienza a las cinco de la mañana en la Ronda Norte, donde hay marcada una zona con 500 metros exactos. Los jueces, subidos en dos bicicletas, calibran con esta medida el contador Jones que llevan instalado en la rueda delantera. Con los primeros ajustes realizados, hay que ir a la salida, pero la medición no podrá comenzar hasta que llegue el dispositivo de la Policía Local. Junto a dos vehículos de la organización, dos patrullas completan la expedición. Su misión es proteger a los ciclistas en direcciones prohibidas y giros no permitidos.
Todo se produce a primera hora de la mañana de un sábado, con el riesgo que entraña circular en dirección contraria en calles por las que aún transitan conductores que regresan a casa tras una larga noche de fiesta. Las miradas extrañadas y los comentarios de sorpresa se suceden en las aceras.
Es el impacto económico que tiene la celebración del Medio Maratón de Valencia es de 20 millones. La cifra aumenta año tras año.
Ximo Navarro conduce el primer coche de la organización marcando la ruta. Los jueces, montados en sus bicicletas le siguen realizando siempre el trazado más corto. En algunas rotondas, van tan pegados al bordillo que los setos llegan a arañar sus rodillas. Contra lo que se suele pensar, el recorrido exacto no es el que marca la línea que se pintará en el asfalto poco antes de la carrera. La furgoneta que utilizan los pintores no puede aproximarse a las curvas tanto como las bicis.
Detrás de los jueces, en otro vehículo de la organización, Blanca Iribas y Ricardo Íñiguez repasan cada calle. Las patrullas policiales abren y cierran el grupo. Sin embargo se viven algunos momentos de cierta tensión. Las motos de la policía no circulan por la noche y con los coches patrulla a muchos metros, los ciclistas se sienten desprotegidos en algunos cruces.
Llegan las ocho de la mañana y el panorama mejora. Sin que los jueces detengan su medición, se produce el relevo del dispositivo policial. Los dos coches son sustituidos por cuatro motos. Francesc García y Julio Rodríguez pueden seguir pedaleando sin levantar la vista del contador de su rueda delantera, despreocupados de lo que pase a su alrededor. Lo que sucede es que se encuentran en su trazado con una furgoneta realizando labores de carga y descarga o un autobús averiado. Las bicicletas se detienen, los jueces se bajan, levantan las ruedas del suelo, se mueven a la derecha y recorren la distancia que ocupa cada uno de los vehículos para detenerse nuevamente y devolver a la izquierda las bicis antes de continuar el recorrido. No hay que fallar ni en un centímetro.
Antes de llegar a la meta habrá que salvar otro obstáculo. Unas obras junto al Jardín del Turia que están protegidas con vallas metálicas. Las motos de la policía se detienen para abrir las vallas y dejar pasar a los jueces.
La primera medición oficial termina minutos antes de las nueve de la mañana en la calle Antonio Ferrandis, donde se ubicará la meta. Los jueces determinan que sobran 60 metros. Habrá que volver a la Ronda Norte, volver a calibrar, utilizar una de las alternativas que Blanca, Ricardo y Ximo guardan en la manga para recortar esa distancia. Y habrá que medir de nuevo. Se baraja la posibilidad de mover la meta, pero se descarta porque significaría un problema para el dispositivo de llegada. Finalmente, se decide hacer una pequeña variación en la carrera a su paso por el Paseo de la Alameda. La jornada de trabajo termina pasadas las diez de la noche. Todo es poco para mostrar la mejor silueta de la ciudad.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 48 de la revista Plaza