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tribuna libre / OPINIÓN

Banalización y superficialidad, o como se desacredita la sostenibilidad auténtica

Foto: PEXELS/MARKUS SPISKE
30/03/2023 - 

Últimamente he podido escuchar y leer algunas entrevistas sobre sostenibilidad, realizadas, entre otros, al divulgador A. Escrivá, en Valencia Plaza y Plaza Radio, lo que me da pie a escribir estas líneas para manifestar mi opinión sobre ciertas afirmaciones que allí se expresan.

Es recurrente que cuando se pregunta por lo que es sostenibilidad nadie da un concepto de la misma, se utilizan vaguedades del estilo de "soy incapaz de definirla", "para cada empresa significa una cosa", "hacer las cosas bien", "la sostenibilidad es transversal a todos los aspectos de las compañías", o se preguntan directamente que es la insostenibilidad. Hay que tener las ideas claras; desde mi perspectiva y tras muchos años a pie de campo diría que sostenibilidad es realizar una actividad sin provocar un impacto negativo en el medio ambiente, las personas y el resto de partes interesadas

Y para los recién llegados a esta disciplina, conviene hacer un poco de historia. No es reciente la preocupación del ser humano por esta cuestión. El antecedente más antiguo se encuentra en un tratado de la cultura china -no en el informe Brundland de 1987- llamado Qin Lang Jin, escrito durante la dinastía Qin, la del primer emperador, que versaba sobre algo llamado K’an-yu, una filosofía milenaria muy importante que cambió el nombre con el paso de los siglos, pasando a llamarse "viento y agua" (feng shui) y que trataba de las energías de la tierra y de la armonía del ser humano con la naturaleza y su entorno. 

Posteriormente, con la "reeducación cultural" comunista de Mao, todo esto se perdió y China se ha convertido en una potencia capital-comunista más irresponsable y antagónica con las prácticas de sostenibilidad.

Es sabido que la Historia es nuestra memoria colectiva, una fuente de sabiduría y fortaleza a la que podemos recurrir cuando lo necesitemos. Por ello, aunque de forma muy breve, me gustaría hacer referencia al surgimiento de la economía de impacto que es la precursora de la sostenibilidad, ya que "en esencia, se basa en una teoría holística de cómo creamos, intercambiamos y distribuimos 'valor', y también reconoce la interdependencia necesaria de los capitales sociales, naturales, humanos, manufacturados y financieros para generar riqueza y bienestar. La lógica subyacente es que una economía próspera y sostenible se basa en una sociedad funcional y estable, que a su vez depende de recursos naturales renovables y ecosistemas saludables. Para que la humanidad prospere en esta época, las externalidades positivas y negativas (los costos y beneficios completos) deben contabilizarse mejor en todas las actividades productivas, con impactos positivos netos perseguidos en los negocios y recompensados a través del comercio, la inversión, los impuestos y el trabajo”. (A. Hannant e I. Burkett, codirectores del Yunus Centre de Griffith University). 

Esto supone un proceso que avanza, vía estrategia empresarial, en la identificación de un propósito corporativo y la construcción de una cultura en torno a él. El propósito ayuda a todos en la empresa a comprender el "porqué" (el creciente énfasis del entorno empresarial en la sostenibilidad), el "qué" (programas de creación de valor que ofrecen soluciones renovables a los clientes, lo que a su vez genera mayores márgenes) y el "cómo". (ver publicación)

No estoy de acuerdo en afirmaciones realizadas como la de "no hay grados de sostenibilidad, se es sostenible o insostenible". 

Venimos de un modelo de economía convencional que generaba un impacto altamente negativo; pero de la noche a la mañana no se puede migrar a un proceso productivo o de inversiones que se traduzca en un impacto positivo neto. Pretender lo contrario es no haber entendido lo que es la transición a la sostenibilidad. (Propongo leer al profesor Jan Rotmans y otros: Transiciones al desarrollo sostenible). No podemos pasar directamente a una economía regenerativa cuando la mayoría no puede/sabe diferenciar los que es ESG de sostenibilidad.

ESG no considera las externalidades en absoluto, se centra exclusivamente en el valor empresarial; por el contrario, sostenibilidad aborda las externalidades, tanto positivas como negativas. Podríamos decir que ESG es de materialidad única,  independientemente de si esto destruye el valor del sistema, evalúa exclusivamente los impactos y riesgos de afuera hacia adentro y es incrementalista hasta el núcleo.

La sostenibilidad auténtica o sostenibilidad basada en el contexto tiene como objetivo crear valor al sistema, evalúa los impactos y riesgos de adentro hacia afuera, es decir, cómo yo (la empresa / cartera) impacto el mundo, lo que, a su vez, me dice cómo el mundo me impacta, es transformacional y respeta explícita y conscientemente el techo ecológico y los umbrales de base social que definen la sostenibilidad. Adicionalmente, una característica definitoria adicional de ESG: casi siempre busca combinarse con la sostenibilidad, alegando que los dos términos son intercambiables. No es así.

Podemos clarificar esto con un ejemplo. Supongamos una empresa que ha acometido un programa de transición a la sostenibilidad y, entre otros, incluye unas acciones respecto al uso del agua. Siguiendo las indicaciones del Manual de Indicadores de Desempeño del Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (UNSDPIs) publicado en diciembre pasado, incluye una tabla útil que compara la divulgación convencional y la contabilidad basada en el contexto (Recuadro 2, página 6).

En cuanto al agua, el Manual incluye lo siguiente sobre "Divulgación convencional": "La empresa X redujo su consumo de agua en un 15% en los últimos tres años". En contraste, el Manual incluye lo siguiente sobre "Contabilidad basada en el contexto": "La empresa X redujo el consumo de agua, pero esto significa relativamente poco a menos que sepamos cuál era la capacidad de carga de la cuenca local o cuál habría sido una asignación justa de los recursos hídricos, teniendo en cuenta a otros usuarios en la zona".

Este es solo un ejemplo de la diferencia entre la divulgación convencional  por un lado, y la evaluación de sostenibilidad auténtica, por el otro.

En cualquier caso, lo que realmente sustenta la transición a la sostenibilidad son los informes de sostenibilidad y profundizar en esto nos llevaría tres artículos.

Foto: PEXELS/FELIX MITTERMEIER

También, este divulgador, preguntado al respecto, afirma que "es necesario cambiar estructuras… no es suficiente con pequeñas acciones".

Tampoco estoy de acuerdo con esto. Las pequeñas acciones personales son las que sustentan la reacción social ante las transiciones. Un padre de familia es, a su vez, un pequeño empresario, o una madre es una directiva en una empresa, o un maquinista o un administrativo, etc. que a su vez transmiten y reciben valores en su entorno profesional y por supuesto sustentan el proceso de transición. Recurramos a las matemáticas: (1,00)365=1 pero (1,01)365=37,7

El sr. Andreu, durante la entrevista en VP, aboga por un "cambio de modelo y cambio de estructuras. Cambiarlo todo pero con innovación no es suficiente. Abogo por la formación y la educación". 

El único camino hacia la sostenibilidad es vía innovación. Con formación y educación no es suficiente. Además suena muy parecido a "reeducación cultural" y todos sabemos por experiencia histórica a lo que conduce eso. Pero si aún no hemos conseguido que los ciudadanos no escupan los chicles al suelo ni dejen de tirar las colillas de sus pitillos a la acera, no podemos pretender que sólo con formación migremos a una cultura de sostenibilidad acortando los plazos de la misma. Necesitaríamos varias generaciones.

Capacitación en lugar de formación. Deberíamos pensar en las miles de horas tiradas en capacitación regulatoria y su coste en millones de euros para las empresas, ya que se trata de personal ejecutivo y de la C-suite (como el que próximamente se va a celebrar en sede de la CEV promovido por la Consellería de Industria el próximo día 28) debido al enorme mosaico regulatorio, normas y leyes de la UE, del Gobierno Central, del Autonómico y hasta de la Municipalidad;  en su lugar, capacitación en SDPIs-Indicadores de Desempeño de Desarrollo Sostenible de la ONU, capacitación en Contexto de Sostenibilidad, capacitación en inversiones responsables y sostenibles, capacitación en uso de herramientas, capacitación en programas de transformación de organizaciones, en pensamiento, modelos de negocio, datos, finanzas sostenibles, informes y estándares internacionales, etc.

Llegados a este punto, desconozco lo que entiende por innovación el sr. Andreu, ya que es muy común confundir innovación con digitalización, nuevas tecnologías, sostenibilidad, cambio climático, investigación tecnológica…

La innovación es la creación e introducción de valor nuevo para los clientes y/o la propia organización. Y por supuesto la principal vía en la transición a la sostenibilidad.

Al "cambio de modelo" propuesto por A. Escrivá, sin indicarnos a cuál, aunque algo intuimos, añade la "necesidad de soluciones colectivas" y "presupuestos participativos".

La verdad es que, llegados a este punto, me pierdo un poco, pues creo que esto se sale del área de la sostenibilidad para entrar en geopolítica, pero me gustaría aportar alguna reflexión al respecto.

Me pongo a temblar cuando los anticapitalistas utilizan la expresión "cambio climático" para sus propios fines. También tiemblo cuando los anticapitalistas se apropian del nombre de las cosas, como en el caso de la sostenibilidad, para quedarse con la cosa, con el concepto, y manejarlo a su antojo, incluso ideologizarlo, esta maniobra creo que se la atribuyen a Confucio, el caso es que es muy antigua, pero suele funcionar; y si no funciona pues se acaba por cambiar el nombre a las cosas.

Que nadie piense que por haber fracasado el neoliberalismo, de lo cual me alegro, tiene patente de corso para acabar con el libre mercado sustentado en la propiedad privada y para acabar con el pensamiento liberal.  Deberían tomar nota de otras democracias (EEUU, UK, Canada, etc) y aparcar la demagogia y el populismo y afrontar el nuevo capitalismo sostenible surgido tras la dolorosa pandemia.

Habla, también, sobre el greenwashing. Imagino que se refiere al lavado verde y sobre este asunto necesitaría otro artículo. En lo esencial estoy de acuerdo con sus apreciaciones en lo que se refiere a grandes corporaciones empresariales y grupos multinacionales. No tanto en la aplicación del mismo por las empresas familiares y pequeñas. Que una empresa utilice el "lavado verde" quiere decir que ya ha interiorizado la necesidad de introducir la mentalidad de sostenibilidad en su empresa; lo que ocurre es que, por falta de medios, o quizá de conocimientos, o falta de capacitación, no está en disposición de acometer ahora un programa de transición. Pero lo importante, es que en el medio plazo, uno o dos años, si lo hará; y aquí es donde las administraciones y asociaciones empresariales deberían apoyar a estas organizaciones. Mi aplauso y felicitación a Cámara Valencia por su implicación y resultados en el acompañamiento y orientación a empresas. El error está en darle la S de sostenibilidad al Director o responsable de marketing.

Para ir terminando, me referiré y aglutinaré algunos conceptos introducidos por el divulgador Escrivá en sus entrevistas, como "consumismo es insostenible", "existe un descontento generalizado en torno a la sostenibilidad" o "la sostenibilidad está mercantilizada y es capitalista".

Sobre opiniones, desde luego, las respeto, pero para ser algo didáctico me gustaría hacer referencia y un poco de historia a las teorías alarmistas que desde el último cuarto de siglo anterior han ido introduciéndose y han marcado las opiniones de muchas personas.

Ya en el S. XVIII T. Malthus, economista británico afirmaba, que mientras que la población humana crece según una progresión geométrica, la capacidad de aprovechar los recursos del planeta crece al ritmo de una progresión aritmética, mucho más lentamente, con el consiguiente agotamiento de los recursos. Sus seguidores maltusianos, hoy día, siguen con esa teoría. 

En 1968, Paul Ehrlich, profesor de biología en Stanford, se convirtió en una celebridad al preconizar en un libro, The Population Bomb, el fin del mundo, con un éxito de ventas notorio, en el que pronosticaba el colapso de la naturaleza. La alarma que Ehrlich hizo sonar en el 68 advertía que la superpoblación desencadenaría una hambruna generalizada. También escribió en el 68 que el calor de los gases de efecto invernadero derretiría el hielo polar. 

El comienzo del libro será familiar para muchos lectores: "La batalla para alimentar a toda la humanidad ha terminado. En la década de 1970, cientos de millones de personas morirán de hambre, a pesar de los programas de choque que se emprenden ahora. En esta fecha tardía, nada puede evitar un aumento sustancial en la tasa de mortalidad mundial…".

Se equivocó en eso. La revolución verde alimentó al mundo.

De hecho, la tasa bruta de mortalidad mundial por cada 1.000 personas cayó de 12,9 en 1965-1970 a 8,1 en 2020-2025. Eso es una reducción del 37 por ciento. Las hambrunas, que alguna vez fueron comunes en todo el mundo, han desaparecido fuera de las zonas de guerra. El mundo produce (o producía antes de la invasión rusa de Ucrania) cantidades récord de alimentos. Cientos de millones de personas no murieron de hambre en la década de 1970 o después. Sucedió todo lo contrario; la población mundial pasó de 3.500 millones en 1968 a 8.000 millones en 2022. Dicho esto, unos 400 millones de personas no pudieron nacer en China debido a la política del hijo único (1978-2015), a la que ayudaron los escritos de Paul Ehrlich para inspirarla.

El mundo se está urbanizando. Para 2050, el 80 por ciento de la humanidad vivirá en ciudades. En otras palabras, nos estamos retirando de la tierra, aumentando, no disminuyendo, el espacio disponible para las plantas y los animales...

El medioambientalista de la Universidad Rockefeller Jesse H. Ausubel estima que debido a las continuas mejoras en la eficiencia de las prácticas agrícolas, incluido el aumento de los rendimientos de los cultivos, el mundo verá "una reducción neta en el uso de la tierra cultivable (es decir, la tierra utilizada para la agricultura) en aproximadamente 50 años con un total de 10 veces el área de Iowa, y reduciendo las tierras de cultivo globales al nivel de 1960".

Estos y otros argumentos, respaldados con datos y demostrados empíricamente, son defendidos por Marian Tupy del Instituto Cato.

Recomiendo la lectura de su libro Superabundancia, que junto a Gale Pooley ha escrito y publicado el pasado año. Después de analizar los precios de cientos de productos básicos, bienes y servicios a lo largo de dos siglos, Marian Tupy y Gale Pooley descubrieron que los recursos se volvían más abundantes a medida que crecía la población. Eso fue especialmente cierto cuando observaron los "precios del tiempo", que representan el tiempo que las personas deben trabajar para comprar algo.

Los autores también encontraron que la abundancia de recursos aumentó más rápido que la población, una relación que ellos llaman "superabundancia". En promedio, cada ser humano adicional creó más valor del que consumió. Esta relación entre el crecimiento de la población y la abundancia es profundamente contraria a la intuición, pero es cierta y está demostrada empíricamente. 

¿Por qué? Más personas producen más ideas, lo que lleva a más innovación y como resultado más invenciones. Al final de ese proceso de descubrimiento, las personas se quedan con innovaciones que superan la escasez, estimulan el crecimiento económico y elevan el nivel de vida.

Pero las grandes poblaciones no son suficientes para sostener la superabundancia, solo pensemos en la pobreza en China e India antes de sus respectivas reformas económicas. Para innovar, se debe permitir y facilitar que las personas piensen, hablen, publiquen, se asocien y estén en desacuerdo. Se les debe permitir ahorrar, invertir, comerciar y obtener ganancias. En una palabra, deben ser libres.

Para concluir, indicar que estoy absolutamente de acuerdo con el divulgador Escrivá en su visión positiva de la sostenibilidad a largo plazo. No en la forma, ya que la transición a la sostenibilidad, como cualquier otra, es un proceso lento sobre todo en sus inicios, pero a medida que se va instaurando, crece exponencialmente, pero si en el fondo, ya que se van a conseguir los objetivos marcados por los ODS de la ONU.

Por último y ante la expresión "la sostenibilidad no nos conecta con nada emocional como puede ser el buen vivir", no tengo nada que decir. Respeto profundamente las opiniones personales aunque no estén apoyadas en fundamentos científicos, pero me gustaría observar que todo lo relacionado con la sostenibilidad si tiene una importante repercusión emocional. Me he divertido escribiendo este artículo, me divierto realizando mi trabajo en pro de mejorar la transición a la sostenibilidad y siento una gran gratificación emocional cuando constato los objetivos alcanzados en el campo.

Ricardo Romero es consultor en sostenibilidad en Estrategia de Impacto

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