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entrevista al divulgador a propósito de su nuevo libro 'Contra la Sostenibilidad'

Andreu Escrivà: "Hay que cambiar el término 'sostenibilidad' por otro que sea más humano"

22/03/2023 - 

VALÈNCIA. El término sostenibilidad ha cogido fuerza en los últimos años y se están llevando a cabo acciones para responder a la crisis climática pero… ¿estamos en el buen camino? ¿Se está enfocando bien la sostenibilidad? Un debate profundo que pasa por cuestionarse si la movilidad se debe plantear solo como el uso del coche eléctrico, si es suficiente con reciclar o si la palabra sostenibilidad es la idónea para hablar de esa transformación. Y esa reflexión es la que propone Andreu Escrivà en su último libro Contra la Sostenibilidad (Editorial Arpa) —en valenciano, Contra la sostenibilitat (Sembra Llibres), donde expresa que el concepto de sostenibilidad hay que reinterpretarlo por el uso que empresas, gobiernos e instituciones han hecho de él. “El libro es toda una declaración de principios esperanzados y, sobre todo, para asumir que la sostenibilidad que nos están vendiendo no es el objetivo al que deberíamos dirigirnos”, comenta el doctor en Biodiversidad y licenciado en Ciencias Ambientales. 

A través de las doscientas páginas del libro, Escrivà (València, 1983) pretende que el lector pase a la acción para "construir algo realmente parecido a esa sostenibilidad que tenemos en la cabeza”. Una acción que viene tras las labores previas de divulgación que realizó en sus anteriores libros —Aún no es tarde (2018) y Y ahora yo qué hago (2020)— y que ahora complementa con Contra la Sostenibilidad, toda una “declaración de principios esperanzados pero, sobre todo, para asumir que la sostenibilidad que nos están vendiendo no es el objetivo al cual deberíamos dirigirnos”. Un libro que va en contra de muchas cosas pero que, como dice el propio Escrivà, hay que leer hasta el final del libro,"cuando se tratan temas propositivos, también duros y serios, pero propositivos”.

- El título es muy claro, Contra la sostenibilidad, pero… ¿qué es la sostenibilidad? 

- Esa pregunta me la he hecho bastantes veces y realmente soy incapaz de definirla. Podemos definir lo que es el desarrollo sostenible, podemos definirla según lo recoge la RAE pero, realmente, la sostenibilidad hoy en día, para cada empresa, para cada institución, para cada persona, casi significa una cosa distinta. En algunos casos significa hacerlo todo bien y cambiar el modelo productivo y en otros es tener un poquito menos de impacto sobre el planeta. Por tanto, cuando tenemos un significante como sostenibilidad, que significa tantas cosas distintas y muy pocas realmente de aquellas que dieron origen al término, creo que es el momento de cambiarlo. Por ello, es importante preguntarnos qué es la insostenibilidad, que es el problema que tenemos instalado.

- Hagamos la pregunta: ¿qué no es sostenibilidad?

- Las cosas no son más sostenibles o menos sostenibles sino que o son sostenibles o son insostenibles. Y el gran problema que tenemos es que vivimos instalados en la insostenibilidad, pero nos estamos haciendo trampas, dialécticas formales de contabilidad de carbono, políticas o hasta personales que nos hacen pensar que dentro de un sistema insostenible podemos ser sostenibles. El sistema actual es inherentemente insostenible por lo tanto, aunque tengamos pequeñas acciones sostenibles, lo que necesitamos es cambiar las estructuras, no esa pequeña acción.

- Dicho de otra manera, el consumismo es insostenible. 

- Exacto. El sistema actual de producción y consumo es completamente insostenible. Podemos alimentarlo con materiales reciclados o con energías renovables, pero al final es una ilusión porque lo que hay que hacer es disminuir esa esfera económica, de consumo… Es decir, hay que cambiar de modelo. Muchas personas, tras ver lo que Amazon destruye o las cantidades de ropa y alimentos que se desperdician, se horroriza y entiende que eso no se puede sostener. Por tanto, se trata de aplicar esa sensación sobre lo que no funciona a todo el sistema económico. 

- Usted plantea un cambio de modelo cultural, pero la realidad es que se está apostando por la ciencia y la innovación para hacer esa transición 

- La investigación y la ciencia va a tener un papel preponderante en las salidas a la solución de la insostenibilidad actual y la crisis climática, pero no deberíamos confiar únicamente en la Ciencia o en la Investigación, como si al pulsar un botón mágico ya estuviéramos salvados. A la par que vamos invirtiendo en ciencia e investigación debemos invertir más en formación y en educación ambiental. Y es que, en vez de solo invertir, por ejemplo, en el coche eléctrico, igual es mejor invertir en cercanías, transporte público, peatonalización de las ciudades o, por ejemplo, en investigación  cómo podemos hacer nuestras ciudades menos agresivas y más saludables porque estamos enfermando por culpa de cómo son las ciudades, del efecto de calor, de la contaminación,… 

"NECESITAMOS SUSTITUIR EL TÉRMINO 'SOSTENIBILIDAD' POR OTRO QUE NO SEA CONTABLE NI MERCANTILIZADO, COMO PUEDE SER 'BUEN VIVIR'" 

- Pero… ¿qué hay que hacer para activar estos cambios? 

- Hace falta un esfuerzo muy serio, transversal, que no implique únicamente al gobierno sino también a los medios de comunicación, las empresas, la sociedad civil, los centros de investigación… para provocar ese cambio. No se va a producir ningún cambio sin que participemos todos los actores, pero tampoco podemos, como sociedad, poner la responsabilidad en otro lado o esperar a que el gobierno apruebe una ley que lo solucione todo. Ahora bien, ¿cómo potenciar esa implicación? En primer lugar, es importante no decir que comprando algo ya se es sostenible porque es muy probable que te acabes desvinculando de la exigencia de soluciones colectivas. Lo que pasa es que, evidentemente, aquí hay que definir qué actores, dónde, cuándo, con qué mecanismos... y que la gente no se sienta tan desvinculada de la toma de decisiones. Y en este sentido, es preocupante la baja implicación en los presupuestos participativos porque es un instrumento de democracia directa muy interesante. Por tanto, tenemos que encontrar a los actores y a las herramientas para que transformen.

- ¿Cree que la sociedad está más descontenta?

- Sí, la gente está más enfadada. No le gusta que la tomen por tonta, que le digan que una cosa es sostenible o que mejora el medioambiente sin serlo. O que solo pueda salvar el planeta con un coche eléctrico y no yendo en autobús porque, al final, a la gente le entra una ‘ecoansiedad’ al ver que eso no es suficiente. Hay que saber canalizar ese descontento para que no se convierta en una impugnación de cualquier política verde. Es decir, debemos ir contra la sostenibilidad mercantilizada, la que nos está intentando colar como tal y no lo es, pero no contra la mejora ambiental, la búsqueda de un paradigma distinto o el abandono del consumismo. Por tanto, hay que dar herramientas y alternativas para canalizar esa voluntad de cambio y que no se vuelva en un cierre de decir “bueno, ya lo arreglaréis”. Eso es lo que me preocupa.

- ¿Cómo es posible juntar toda esa sensibilidad?

- Hay que aprovechar y erosionar desde todos los frentes la sostenibilidad actual, que es la sostenibilidad capitalista, para poder introducir elementos para vivir mejor. Sé que suena muy vago porque no lo hemos aterrizado a propuestas concretas, pero se trata del buen vivir, buena vida o prosperidad sin crecimiento y significantes que traten de hablar de un bienestar, de que vas a vivir mejor, en una ciudad menos contaminada, más cercana, con más espacios de juego, vas a trabajar menos… y estos elementos a veces van a ser simples grietas. Es decir, la semana laboral de cuatro días no es la panacea, pero es una grieta, al igual que los movimientos cooperativos o de economía social, no solucionan la estructura pero van abriendo huecos y, sobre todo, permiten visualizar que otras alternativas son posibles.

- Por tanto, aboga por cambiar el término 'sostenibilidad' por 'buen vivir'.

- Sí, creo que sería un buen sustituto. Hay mucho debate. De hecho, en el libro cito un artículo científico que, partiendo del tema del decrecimiento, explora los tres tipos de alternativas que habría: el decrecimiento y post crecimiento, etcétera; la economía (economía verde, economía sostenible…) y otra centrada en el buen vivir, la buena vida… Creo que la que más conecta con la gente no es la que tiene la cuestión económica sino la que habla de vivir bien y mejor. Y fíjate que hasta durante el confinamiento, sin romantizar, no queríamos ir a hacer cola a un supermercado sino abrazar a nuestros seres queridos, salir, hacer deporte o pasear con nuestras mascotas. Por tanto, necesitamos sustituir el término por otro que no sea contable ni mercantilizado. Es decir, si tú pones sostenible puedes poner una etiqueta de cualquier cosa, pero si sustituyes sostenibilidad por buen vivir, ya no puedes. No hay que buscar un término que sea una etiqueta sino un término que sea aglutinante y que nos conecte con algo más humanamente. La sostenibilidad, si lo pensamos bien, no nos conecta con nada emocional, como puede ser el buen vivir o tener una vida buena.

- En su opinión, ¿qué distracciones tenemos o nos han puesto para alcanzar la sostenibilidad?

- Hay distracciones internas porque nos resulta muy conveniente que nos digan que comprando este brik de leche, esa ropa de algodón orgánico o cogiendo un coche eléctrico lo tenemos todo hecho. Eso es una distracción porque las pequeñas acciones no nos hacen cuestionar el todo. Por ejemplo, la OCU ha sacado un informe sobre la cosmética y el greenwashing que hay, como sellos verdes que se inventa la propia empresa o envases que no son tan fáciles de reciclar. También hay una condición estructural que hace que se tomen decisiones insostenibles, como puede ser la falta de tiempo, hecho que hace que acabes cogiendo lo que tienes delante, por ejemplo, una bandeja de plástico con verdura en vez de pesarla.

- Acaba de mencionar el greenwashing, ¿Cómo se puede trabajar para que no ocurra eso?

- La sociedad entendería bien una normativa clara y directa del greenwashing en el sentido publicitario. De hecho, en la última cumbre del clima, la ONU sacó un informe de varios expertos en los que explicaba bajo qué condiciones puedes decir que es sostenible o verde. En España, por ejemplo, hay una entidad bancaria que se publicita como banca sostenible, diciendo que recicla las tarjetas de crédito y débito y hace bancos para jardines, y en los últimos años ha invertido más de 46 mil millones de euros en combustibles fósiles. Esto es greenwashing. Por tanto, obligar a las empresas a decir cuáles son sus impactos o que las memorias de sostenibilidad fueran más transparentes haría que las empresas no se etiquetaran como sostenibles si no lo son. La gente aceptaría muy bien una regulación en este sentido. 

- En su opinión, ¿Vamos a llegar a los objetivos del 2050?

Yo creo que sí, aunque el problema es cómo llegamos. En el libro pongo el ejemplo de un señor que dice que va a dejar de fumar de aquí a veinte años, a su ritmo. Igual de absurdo es con el tema del tabaco que con la neutralidad climática. Lo importante no es tanto que en 2050 seamos neutros sino qué hemos hecho en los años precedentes. En los próximos dos, tres o cuatro años podemos cerrar la puerta definitivamente a la subida de un grado y medio de temperatura y en los próximos diez o veinte años a los dos grados. Y a mí lo que me preocupa es que, así como a 2050 creo que podemos llegar a la neutralidad climática y que incluso España llegará antes, el problema es que no sé si vamos a cumplir los objetivos de 2030.

Su visión es más positiva a largo plazo…

Exacto. Esto es como un examen, que hasta que la fecha no se acerca no te pones a estudiar y, cuando llega la fecha, lo haces todo y apruebas con un cinco, pero durante los meses previos no has ido adquiriendo los conocimientos que te harían falta porque te lo has dejado todo para el último día. Por eso creo que si no cambian las cosas climáticamente suspenderemos en 2030. Y eso es un gran problema, porque donde se juega la partida importante ahora es en los próximos siete, ocho o diez años. Y mucho me temo que si no cambia algo muy rápido y a corto plazo, vamos a acabar suspendiendo a nivel mundial esos exámenes climáticos.

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