La fascinante saga de ciencia ficción trata de la guerra contra los cylons, unos replicantes idénticos a nosotros que tienen como objetivo extinguir a la humanidad
VALENCIA. Las vacaciones de verano son perfectas para darle una oportunidad a aquellas series que tenemos pendientes o para revisionar nuestras obras preferidas. Más aún cuando el título posee una buena cantidad de temporadas. Sin prisas, sin un horario estricto, ponemos en marcha un episodio y si la historia nos cautiva, nada nos impide terminar viendo dos, cinco, incluso una temporada entera de una tacada. The Wire, Los Soprano, The West Wing, Mad Men o Breaking Bad son obras idóneas para el atracón estival.
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Si hay un título digno de reseñar en esta lista de imprescindibles son las cuatro temporadas de la serie de culto Battlestar Galactica, una de las obras de ciencia ficción más fascinantes de la historia, que desde hace poco está disponible en España gracias al catálogo de Netflix. Así fue cómo en mi caso devoré la saga: durante un verano caluroso, con insomnio por el calor, helado en el congelador, refrescos en la nevera, tres semanas por delante, y una epopeya en la pantalla que me hizo viajar por mundos desconocidos. Las mejores vacaciones catódicas. Battlestar Galactica es un remake de la space opera de 1978 titulada Galáctica, estrella de combate, una serie para televisión que quiso aprovechar el enorme éxito de Star Wars en el cine el año anterior. La versión original trataba de la lucha de los humanos, habitantes de las Doce Colonias, contra unos extraterrestres llamados cylons.
Su estreno televisivo se tradujo en un conflicto en los tribunales con George Lucas y la 20th Century Fox, que les acusó de plagio. Universal Studios, productora de la serie, demandó a su vez a la Fox, para complicar aún más el litigio que finalmente se resolvió a favor de Battlestar Galactica. Aunque, para entonces, dos años después, la serie ya se había cancelado.
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En plena invasión de culebrones turcos, Netflix está distribuyendo una mini-serie de este país que lo que emula son las grandes producciones de HBO. Historias muy psicológicas en las que todos los personajes sufren. El añadido que presenta esta es que refleja la división que existe en Estambul entre las clases laicas y adineradas y los trabajadores, más religiosos. Sin embargo, una escena en la que un hombre se masturba oliendo un hiyab ha desencadenado reacciones pidiendo su prohibición