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EL CABECICUBO

'Best of enemies': cómo los debates políticos en TV se convirtieron en un espectáculo bochornoso

Un documental recuerda los debates políticos en Estados Unidos que enfrentaban a dos contertulios crispados de ideología opuesta; modelo que se extendió por todas las cadenas y por todo el mundo, como podemos comprobar en la TV de España

6/02/2016 - 

VALENCIA. Gritones, ignorantes, chulos, chafarderos, maledudados, sectarios, inútiles, vividores, demagogos, hooligans... puede seguir usted mismo. Se trata de definir el arquetipo de contertulio político, bautizados por Luis del Olmo como "tertulianos", que ha aflorado en las televisiones, no solo de España, sino de todo el mundo. Desde el momento en que las cadenas renunciaron a tratar cada tema de actualidad con expertos de cada campo y emplearon a los mismos personajes para comentar todos los temas, nació este tipo de personaje. Un fenómeno que nos mantiene en el canal accionando los mismos mecanismos cerebrales por los cuales al entrar al bar nos acercamos antes a un señor que a otro.

¿Se entera uno de algo cuando debaten? Nunca. Gritan, no escuchan. Es célebre esa la frase repugnante de "déjeme hablar a mí que yo le he dejado hablar a usted"

¿Se entera uno de algo cuando debaten? Nunca. Gritan, no escuchan. Es célebre esa la frase repugnante de "déjeme hablar a mí que yo le he dejado hablar a usted". Bien es cierto que el gobierno de un país es muy poco romántico, mucho menos de lo que desgraciadamente le gustaría al gran público, que lo vive como si todo tuviese un carácter revolucionario, que le gusta sentirse víctima y lloriquear por cualquier cosa como estrategia para cobrar ventaja frente a los demás; cierto es que detrás de cada acción de gobierno hay muchos intereses y sobre todo burocracias y que su análisis meticuloso y con rigor dormiría a cualquiera que esté viendo la televisión un sábado por la tarde, pero de ahí al intercambio de improperios en plan bertsolari -al menos ellos tienen el mérito de hacerlo en verso, debería estudiarse exigírselo a nuestros tertulianos- va un trecho. Pero esta es la televisión que tenemos.

¿Y cuándo empezó todo? Concretamente en 1968 y vino en cofre de intelectualidad. Un documental, presentado el año pasado en Sundance, lo ha puesto de manifiesto. Se trata de 'Best of enemies' sobre los debates que tuvieron William F. Buckley Jr. y Gore Vidal en la cadena ABC a propósito de la convención del Partido Republicano. 

Hasta entonces la NBC y la CBS eran las cadenas líderes. Era una época en la que la institución en la que más confiaban los americanos eran las noticias de la televisión. Las mencionadas cadenas tenían un estilo que huía de la crispación. Los comentarios políticos eran moderados. Entonces irrumpió la ABC. No tenía medios para poner sobre la mesa una oferta mejor que estas dos cadenas durante la convención y se sacó del magín un debate entre William F. Buckey Jr., arquetipo de conservador, y Gore Vidal, ídem liberal. 

Ambos tenían mucho en común aunque tuviesen ideologías opuestas. Venían de familias distinguidas y, al contrario que el resto de intelectuales, sabían el poder que tenía la televisión y no les daba reparos lanzarse a ella para defender sus puntos de vista. Estos debates cambiaron la televisión para siempre. 

El documental hace hincapié en el momento más delicado de los diez encuentros que se celebraron, que tenían más similitudes con combates de lucha libre que con un intercambio de ideas. Fue cuando Vidal llamó al señor Buckley "cripto nazi". El caballero conservador le espetó: "No me llame cripto-nazi o le daré un guantazo en la puta cara que se va a quedar flipando". A lo que añadió: "maricón". Los medidores de audiencia reventaron.

El documental RESALTA el momento más delicado de los DEBATES, que tenían más similitudes con combates de lucha libre

Ambos personajes se odiaron el resto de su vida después de estos debates. Gore Vidal llegó a dedicarle personajes de sus novelas a su rival, a los que describía con todo su corazón negro. A Buckley, cuando se retiró de los medios de comunicación, a finales de los 90, le pusieron el vídeo del momento en que amenazó a Vidal con partirle la cara y enmudeció. "Pensaba que habían destruido esta cinta", dijo cuando dieron paso a la publicidad. Todavía le sangraba la herida de la situación en la que quedó perdiendo los papeles. Para muchos, fue ahí donde perdió los debates. Gore Vidal sonreía de medio lado porque lo sabía. 

Lo gracioso es que al margen del reto bertsolari, lo que tenían de telón de fondo los dos contendientes era la guerra de Vietnam. Es ahí donde adquieren valor las palabras de Gore Vidal. Admite que en una guerra en la que un 90% de las víctimas estaban siendo civiles, no iban desencaminados los que acusaban a Estados Unidos de genocida. Reconocía el derecho de los vietnamitas a gobernarse a sí mismos. Y se vio obligado a pronunciar esas palabras porque esa noche les tocaba debatir un hecho escandaloso: habían izado una bandera de Vietnam del norte en una manifestación.

Su rival tenía ideas mejores. El uso de armas nucleares. Y decía a la argentina que Estados Unidos no estaba perdiendo esa guerra, sino que no estaba queriendo ganarla, porque armas tenía para hacerlo. Del mismo modo que aprovechaba para acusar a Vidal de "expatriarse" en Roma, donde tenía una residencia.

No hubo en estos debates un análisis respetuoso y desapasionado de lo que estaba ocurriendo. Era una pelea en el barro. Porque no enfrentaban puntos de vista, iban más allá: ahí chocaban dos modos de vida. Es interesante porque ambos contertulios teniendo orígenes similares tomaron caminos divergentes en la vida. El pulso iba más allá. Involucraba al espectador en eso tan pazguato de rechazar a los que no han tomado las mismas decisiones que nosotros en la vida. Y ahí peleaban dos formas de ser en los EEUU de los 60. 

Quizá el origen estuviera en Día a Día, el programa de María Teresa Campos que triunfó en el cambio de siglo, donde al final se hablaba de política

Desde ese día, las televisiones americanas han explotado hasta la saciedad el enfrentar opinantes opuestos. Y por supuesto el modelo ha llegado y triunfado en España. Quizá el origen estuviera en Día a Día, el programa de María Teresa Campos que triunfó en el cambio de siglo, donde al final del magazine un imberbe César Vidal se tiraba los trastos a la cabeza con Raúl del Pozo y otros contertulios que ahí siguen al pie del cañón, como Isabel San Sebastián.

En 'Best of enemies', sin embargo, al margen de este hecho, la paradoja es mucho mayor y pasa inadvertida. Gore Vidal decía las verdades del barquero sobre la guerra de Vietnam, también tuvo arrestos de decir en esa época en televisión que la diferencia entre un heterosexual y un homosexual era la misma que entre un hombre de ojos azules y otro de ojos marrones. Y aunque fuera recurriendo a provocaciones, consiguió doblegar a su rival en aquellos tiempos convulsos en Estados Unidos, donde había una guerra criminal y se luchaba por los derechos civiles. Pero el destino fue muy distinto. En los 80, Buckley vio como Ronald Reagan, al que llevaba años apadrinando, llegó a ser presidente del país y él, en consecuencia, quedó como "maestro de marionetas". Su prestigio aumentó, sus ideas neoliberales se hicieron hegemónicas en muchos ámbitos de la sociedad y de la política y, mientras tanto, Gore Vidal fue perdiendo interés e influencia. 

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