VALÈNCIA. Cuenta la leyenda que un forajido de Nuevo Méjico, William Henry McCarthy, era el pistolero más famoso del territorio. Era conocido como Billy the Kid (Billy el Niño), jamás por el sobrenombre del Rápido, pero la historia hablaba de que desenfundaba más rápido que nadie, y eso, entiendo que hizo, no tengo ni idea, que en España, se le bautizara de esta manera. El misterio de su muerte, las teorías sobre su fatal desenlace a manos de su amigo de la infancia, Pat Garret, no hicieron más que acrecentar su leyenda.
Así que, aunque anda en desuso, durante años, en nuestro país, se ha calificado a alguien que actúa con celeridad en cualquier orden de la vida como Billy el Rápido.
Y eso le llegó a Carlos Mazón. Él mismo reconocía, el pasado 16 de julio, cuando justificaba la veloz reacción que tuvo para sortear la crisis, tras la ruptura de los pactos de Vox con el Partido Popular en diversas CCAA, que sabía que le llamaban así. «Algunos me llaman Billy el Rápido o el más rápido del Oeste». Aunque argumentaba que esa no era su virtud, sino que todo era más sencillo cuando uno está rodeado de las personas y los equipos idóneos.
Pero lo cierto es que Mazón ya había puesto la primera piedra para que se le llamara así un año antes de que Abascal, el de la España que madruga pero no mucho, decidiera cercenar los pactos con la derecha cobarde. Fue tras las elecciones en las que el PP dio la vuelta a la gobernabilidad de numerosos territorios y en las que necesitaba al partido de los amigos de Putin para cerrar el éxito de la ola azul.
La izquierda presionaba, la política y la mediática, más aún cuando Pedro, el puto amo, convocaba elecciones ipso facto. Presión sobre el PP al tener que pactar con la extrema derecha, a la que media Europa ponía cordón sanitario (con poco éxito, he de decir, puesto que siguen creciendo en votos y apoyos), y sacando a pasear que iban a pactar con negacionistas de la violencia de género y del cambio climático, entre otras líneas del partido al que le molan las motosierras.
Se especulaba mucho con los tiempos de composición de gobiernos, que si se iban a dilatar por parte del PP hasta que pasaran las elecciones, que si esto, que si lo otro. Tanto que María José Catalá se convirtió en alcaldesa sin cerrar el pacto con Juanma Badenas, cuyo pensamiento no delinque, como el de los nazis (ojo, lo dijo él), pero chirría. Aunque ya negociaba con discreción para ir cerrándolo, como acabaría haciéndolo meses después. Pero, por ahí, apareció él. Como el vaquero que se aleja de sus compañeros de viaje.
En medio de la calle. Entre estepicursores (esas bolas de paja que cruzan las calles polvorientas del poblado de turno), desenfundó su bolígrafo y cerró un pacto con los cuatreros, dejando a sheriffs de otros condados, los de Murcia y Extremadura, descolocados ante tan sorprendente maniobra.
No esperó a que el Marshall Núñez Feijóo librara su batalla. Pero no fue el disparo de Mazón quien lo mató en las urnas. De hecho, Carlos el Rápido, no solo cerró la página y aguantó el chaparrón, sino que se fundió al cabeza de lista de Vox a la Generalitat, a Flores Jubérias (por motivos obvios), como parte del arreglo para alcanzar el botín que había ganado ya en las urnas. Botín que refrendó en las generales, donde no hubo castigo a su veloz acuerdo con el partido de la cultura; la blanca, digo.
Mazón no se anda con tonterías. Quería cerrar aquello rápido y, además, lo hizo dándoles a los de Vox consellerias sin muchos centavos en la bolsa. De hecho, había sabido llevarlos por su río, más allá de algunos exabruptos típicos de los populistas. El objetivo de anularles estaba construyéndose. Pero el líder Abascal, el que critica los chiringuitos porque sabe bien lo que allí se cuece, decidió, por réditos electorales, quemar lo acordado y dibujar un nuevo escenario.
Pero, a lo que vamos, aunque es de todos conocido. Cuando Abascal, con la excusa de algo tan serio como el de los menores inmigrantes, empezó a disparar con su fusil a la sede de Génova, Billy sacó todo su arsenal para, en cuestión de minutos, cesar a los consellers de Vox, y formar un nuevo gobierno monocolor. Pim pam pum. Fue tan rápido en desenfundar que no dio opción alguna a que alguno de estos demandara seguir en su cuadrilla.
El escenario en el que se moverá la política valenciana es inexplorado. La derecha gobernando, la derecha populista en la oposición, junto a los que estos consideran catalanistas, bolivarianos, 'indepes', comunistas, marxistas y quemaiglesias. ¿Se imaginan a los parlamentarios de Vox votando con PSPV y Compromís contra Mazón?
Pero el sheriff del Palau (dejemos a los fuera de la ley, como Billy, al margen) ya tendrá preparada su estrategia. Porque este killer es capaz de todo.