Cuando decidimos abordar un tema para ofrecérselo a ustedes en nuestra columna semanal a priori no tenemos idea de si lo tendremos que volver a tratar más tarde o más temprano.
Hace menos de un mes, en concreto el pasado 11 de noviembre, escribimos un artículo titulado “La evolución del Bitcoin antes, durante y después de las elecciones en EEUU”, siendo su objetivo llamar la atención sobre la evolución de la cotización de la criptodivisa por excelencia, después de conocerse la arrolladora victoria de Donald Trump en las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos, después de haber llevado a cabo una campaña en la que defendió con fuerza al mundo cripto.
En aquel momento, el precio de Bitcoin pasó de 67.000 dólares el 4 de noviembre a 88.700 dólares el 11 del mismo mes. Hoy, apenas tres semanas después, toca decirles que Bitcoin ha alcanzado un hito histórico: superar los 100.000 dólares por primera vez en su historia. Este evento, cargado de implicaciones económicas y políticas, ha desatado un debate sobre su impacto y sostenibilidad a medida que las criptomonedas se consolidan como protagonistas en el panorama financiero global.
El nuevo catalizador que ha impulsado esta alza histórica ha sido el nombramiento de Paul Atkins como presidente de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC). Atkins es conocido por su postura favorable hacia las criptomonedas y su enfoque en una regulación más laxa. Este cambio podría facilitar la innovación y el crecimiento en el sector de los criptoactivos dentro de Estados Unidos.
Entre las propuestas más significativas atribuidas a Atkins destacan la simplificación y eliminación de regulaciones consideradas excesivas, (beneficiando tanto al sector cripto como a las empresas tecnológicas y financieras) y la promoción de los activos digitales como una herramienta para fortalecer la economía estadounidense.
Pero la implicación más disruptiva de este nombramiento podría ser la adopción de Bitcoin como una reserva de valor por parte del Gobierno de los Estados Unidos. Este movimiento tendría consecuencias de gran alcance tanto en el mercado de criptomonedas como en el sistema financiero global.
La posibilidad de que Estados Unidos considere a Bitcoin como una reserva estratégica podría transformar radicalmente su legitimidad y adopción a nivel mundial. Si el Gobierno estadounidense adquiriera grandes cantidades de Bitcoin, podría incrementar su demanda, elevar su precio y reducir su volatilidad a largo plazo. De seguir esta tendencia, Bitcoin podría alcanzar los 400.000 dólares en los próximos cinco años según algunos analistas favorables a las criptodivisas.
Este reconocimiento también podría estimular la participación de inversores institucionales, atrayendo a aquellos que ven en el Bitcoin una inversión segura respaldada por un gobierno poderoso. La aprobación y puesta en marcha de ETFs de Bitcoin hace casi un año, sería un ejemplo.
Algunos países, como Brasil y Polonia, ya han manifestado intención de explorar un uso más amplio de las criptomonedas, mientras que otros, como China, se resisten debido a preocupaciones sobre el control estatal y la estabilidad financiera.
Sin embargo, esta adopción también conlleva riesgos significativos:
El futuro de Bitcoin como activo de referencia sigue siendo incierto. Mientras sus defensores lo presentan como una herramienta revolucionaria capaz de transformar las finanzas globales, sus detractores advierten sobre los riesgos de volatilidad, especulación y sostenibilidad.
A medida que Estados Unidos y otros países exploran la adopción más amplia de criptomonedas, surge una pregunta crucial: ¿será esta una nueva era de estabilidad y crecimiento económico, o simplemente otra burbuja que amenaza con estallar?
En cualquier caso, Bitcoin continúa redefiniendo las reglas del juego, y tanto los inversores como los gobiernos deben decidir cómo participar en este mercado en constante evolución.
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