Las tres décadas de excavaciones en Bolomor desvelan que los neandertales valencianos dominaban el fuego antes que sus coetáneos europeos y se alimentaban con una amplia dieta. Hallazgos que continúan en la campaña estival de 2016 y que tambalean paradigmas asumidos
VALENCIA. El yacimiento de Bolomor, en Tavernes de la Valldigna, desentraña la historia de los grupos neandertales que vivieron en el enclave hace entre 350.000 y 100.000 años. En plena campaña de excavaciones, los paleontólogos han ido comprobando, a través del registro arqueológico, las altas capacidades que desarrollaron estos grupos humanos como cazadores de grandes y pequeñas presas, así como su forma de procesar los alimentos, a juzgar por las marcas dejadas sobre los huesos en forma de cortes, fracturación para acceder a la médula ósea y cremación como resultado de la práctica del asado como técnica culinaria.
Con una cronología similar a los yacimientos de Galería y Gran Dolina-TD10 de la Sierra de Atapuerca (Burgos), Bolomor destaca por preservar uno de los más antiguos vestigios de la presencia de fuego. Se han documentado hasta quince hogares, algunos de ellos con más de 200.000 años, lo que convierte al yacimiento en uno de los más antiguos de Europa, con evidencias claras de uso controlado de esta energía. ¿Por qué hay yacimientos con y sin fuego (como el valenciano) en un marco cronológico similar? Éste es uno de los temas en los que el equipo de investigación del yacimiento está trabajando, ya que Bolomor contiene el registro idóneo para abordarlo y aportar datos a la comunidad científica.
A lo largo de casi tres décadas de excavaciones, desde 1989, un equipo de arqueólogos, dirigidos por Josep Fernández, trabaja cada verano en la Cova de Bolomor. Por primera vez este año, serán dos meses de campaña, con un incremento de subvención por parte de la Diputación de Valencia y el apoyo del Ayuntamiento de Tavernes de la Valldigna.
«Estamos en un yacimiento con un nivel de conservación excepcional, singular e importante. Tenemos los restos visibles de los hogares más antiguos y con mayor reiteración dentro de una secuencia estratigráfica de Pleistoceno medio que existen en la Península Ibérica», explica el responsable de los trabajos arqueológicos, Josep Fernández.
No es el único elemento destacable que aporta la cueva valenciana. Aquí se han encontrado también varios fósiles humanos, entre los que destaca un fragmento de parietal de unos 130.000 años. Junto a este resto, también se han recuperado seis fósiles humanos que corresponden a piezas óseas y dentales. Algunos de los restos proceden del cribado de sedimentos generados por los antiguos trabajos de cantería de los años 30 del siglo pasado y otros han sido recuperados en proceso de excavación y, por tanto, con clara ubicación estratigráfica.
La Cova del Bolomor se visualiza como un balcón colgado en el farallón rocoso del paraje l’Ombria. Desde el terreno se divisa toda La Valldigna e incluso la costa; algo que denota sus características como enclave referencial en el territorio. La cueva es conocida desde antiguo, y en los dos últimos siglos sirvió como resguardo para rebaños y refugio para la población en momentos de inestabilidad bélica.
Cuentan que su tierra amarillenta se utilizó para limpiar los enseres de cocina, y que hubo buscadores de inexistentes tesoros que visitaban frecuentemente la cavidad. Estos aventureros usaron barrenos al igual que lo hicieron los canteros que realizaron la actividad minera en la cueva extrayendo parte del manto estalagmítico basal. Durante aquellos años y hasta 1960 desapareció un 70% del depósito arqueológico.
Los hallazgos de esta cueva han puesto en evidencia, además, que estos homínidos incluían un amplio espectro de recursos en sus dietas. «Hasta ahora se pensaba que sólo cazaban animales grandes y que su dieta era bastante restringida, pero en Bolomor hemos visto cómo estos grupos humanos cazaban y aprovechaban todo lo que el medio les ofrecía, incluyendo pequeños animales (conejos, aves), que «a priori no ofrecían un valor energético alto», añade el investigador Fernández.
Entre los restos encontrados, «hay registradas alrededor de 30 especies, entre las que se incluyen primates, carnívoros, herbívoros, pequeñas presas (animales con peso inferior a unos 10 kg (como conejos, aves y tortugas) e incluso, de forma puntual, peces. Dependiendo del momento climático, vemos diferencias en las que unos taxones (organismos emparentados) predominan más que otros. Por ejemplo, en los momentos de enfriamiento climático, en los que se producen regresiones marinas, la fauna de Bolomor presenta un aumento de especies propias de llanura, como por ejemplo, los caballos en el nivel XII», subraya el responsable de la excavación.
Tanto la presencia controlada del fuego como otros aspectos registrados en Bolomor, añade el experto, son «importantes porque tambalean paradigmas previamente asumidos e invitan a seguir investigando». Para la actual campaña, concluye, «espero que la cueva nos dé alguna sorpresa, siempre lo hace; y además este año estaremos excavando en extensión el nivel en el que fueron encontrados los hogares más antiguos, y también reabriremos una de las áreas de la parte superior de la estratigrafía que mayor densidad de materiales ha proporcionado. Promete ser una buena campaña».
VALENCIA.—En los últimos lustros se ha introducido en Occidente un moderno régimen dietético conocido como dieta de los paleolíticos, de la Edad de Piedra, evolutiva o del hombre de las cavernas. Se basa en una alimentación con predominio de la carne, el pescado, las frutas y verduras, pero sin cereales.
Sería similar a la que ingerían los homínidos del paleolítico, entre ellos los neandertales, quienes llevaban una economía o dieta de espectro amplio: comían todo aquello que caía en sus manos y fuese consumible. Un proceso de depredación múltiple similar al de los lobos. «Pensemos que se alimentaban de lo que había. No se podía elegir», comenta a la revista Plaza Virginia Gómez Sánchez, portavoz del Colegio Oficial de Dietistas y Nutricionistas de la Comunitat Valenciana. En su opinión, esta dieta puede ser sana y «siempre será mejor que la occidental. La dieta ‘paleo’ se basa en alimentos naturales, frutas, verduras, carne, pescado y poco más; algún fruto seco y leche, pero dependiendo. Se puede seguir llevando cierto control y equilibrio». En este régimen «no caben alimentos procesados o refrescos», matiza.
«Es un error creer que esta gente sólo come carne. No son tan carnívoros; también ingieren verduras. Y si lo pensamos, es una forma de alimentarse que no dista tanto de la de hace poco».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 23 (IX/2016) de la revista Plaza