VALÈNCIA. En breve llegan los anuncios de lotería de Navidad, y serán los de siempre. El primer tipo de anuncios será típicamente navideño y buscará la lágrima, queriendo enternecernos con un pequeño cuento de invierno en el que la suerte cae donde más se necesita. El segundo tipo es menos estacional y busca la ilusión, haciéndonos soñar con cosas 'de ricos', normalmente extravagantes, que seguro nos darán la felicidad. En fin.
Y por otro lado están los mercados financieros, a los que tantas veces se les llama lotería igual que a la inversión se la llama un juego. Pero, ¿es así? A la lotería se la ha llamado el impuesto para los que no saben matemáticas. No estoy de acuerdo. Es indiscutible que la lotería, como la ruleta, está diseñada para que la banca gane. Sin embargo, las razones para jugar a la lotería son muy variadas, y las recompensas no son sólo económicas. Las emociones positivas de anticipación superan al coste de la decepción, o la aversión nos haría dejarlo.
En el mundo de la inversión se asume que el inversor tiene un comportamiento racional. Algo claramente falso, como cualquier año de bolsa nos demuestra varias veces: pánico y euforia se alternan como una moneda dando vueltas en el aire sin que nada fundamental haya cambiado. También son igual de histéricos los titulares de los medios económicos. ¿Por qué? Nuestro cerebro ha sido animal durante gran parte de su evolución (millones de años), y sólo recientemente (de centenas de miles a decenas) hemos empezado a pensar de forma abstracta. La emoción manda, la razón justifica. Y la emoción está siempre alerta ante posibles peligros y oportunidades, porque su única misión es nuestra supervivencia inmediata.
Por eso a día de hoy seguimos haciendo cosas que nos gustan, aunque nos perjudiquen, y no somos capaces de hacer cosas que nos benefician, si no nos gustan. En general, primamos la recompensa inmediata ante el beneficio futuro. Lo mismo hacemos al invertir. ¿Es entonces una lotería? Claramente, no. En el mundo de los juegos llamados de azar, como el póker o la ruleta, veremos que no hay jugadores profesionales de ruleta, y sí los hay de póker. ¿Por qué? Porque uno nos permite intervenir para inclinar la balanza a nuestro favor, y el otro no.
En el mundo de las inversiones ocurre algo similar: hay determinados factores que, cuando están presentes en una compañía, le dan una probabilidad de éxito mayor que al resto. Hemos cargado los dados al preferir una compañía barata, rentable, poco endeudada y con altas barreras de entrada, por ejemplo. En una lotería o en la ruleta, sin embargo, todos los números tienen la misma probabilidad de aparecer: Da igual lo bonitos que sean, o si ha salido el rojo 19 veces seguidas, la siguiente tirada tendrá la misma probabilidad de salir que el negro (para los que estén dudosos sobre el rojo, les recomiendo lean sobre la 'falacia del jugador').
Está perfectamente justificado dudar sobre lo anterior. Todos hemos oído hablar de alguien que reventó la lotería o el casino, y también que se arruinó en bolsa (esto es más habitual). Pero paradójicamente, es en estos casos donde más claro queda que la bolsa no es un juego de azar, y la lotería sí. Veamos dos ejemplos.
En Michigan, un jubilado matemático se hizo millonario jugando a la lotería con un par de cálculos simples: al llegar los botes en ese juego determinado, la probabilidad de acertar se multiplicaba por 10, así que sólo necesitaba hacer una inversión estadísticamente significativa para disparar su probabilidad de ganar, semana tras semana. Dado que no reducía la probabilidad de ganar de nadie, pudo seguir haciendo esto hasta que cambiaron las reglas, pero para entonces ya había dejado de preocuparle la pensión. ¿Ganaba siempre? No. Cuando ganaba, ¿ganaba el bote? Tampoco. Le bastó darse cuenta de que la balanza estaba a su favor lo suficiente como para que le compensara, y organizó un pequeño club vecinal para poder comprar suficientes boletos. ¿Cuántos jugadores de lotería se plantearon algo así? Probablemente muy pocos. Análisis, nada de emoción.
El segundo ejemplo es del mundo de la inversión. Don Jugador de Bolsa Típico lleva una buena racha de compras y ventas, y ha ganado una buena cantidad. Lo comenta en casa, en el trabajo, con los amigos y allá donde puede. No le llama jugar, le llama invertir. Envalentonado, decide aumentar las apuestas para no tardar en dejarse el trabajo. Don Jugador, olvidé comentar, no tiene ni cinco años de experiencia en mercados. Quizá ni uno. Así que decide por una mezcla de impulso, noticias, sentido común y sus propias ideas acerca de cómo son las cosas. Don Jugador no tarda en decir adiós a su dinero, y a valorar más su sueldo. Don Jugador llega a la conclusión de que 'la bolsa es una lotería'.
La gran mayoría de jugadores son así. La suerte puede favorecerles como a cualquiera, pero nunca es sustituta del análisis. Sin un buen trabajo previo, a la larga las emociones nos hacen vender barato y comprar caro. Los factores que inclinan la balanza a nuestro favor están ahí, pero pocos se preocupan en analizarlos y después culpan al mercado. Quizá nadie tenga sueños baratos, pero hay mejores formas de conseguirlos.
Alejandro Martínez es socio director de inversiones y cofundador de EFE & ENE Multifamily Office
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